En Turquía según va aumentando el balance de víctimas debido al terremoto que sacudió al país la madrugada del lunes 6 de febrero, crece también la desesperación entre los supervivientes. Muchos lo han perdido todo y acaban de pasar su tercera noche al raso, con frío, sin apenas nada que echarse la boca.
Ayer, Recep Tayyip Erdoğan, el presidente turco, visitó por primera vez una de las zonas más devastadas. Erdoğan pedía paciencia a todos los damnificados. En medio de críticas, ha reconocido que ha habido problemas para responder al terremoto.
En su primera visita a la zona cero, el presidente turco ha reconocido ciertas "dificultades" para acceder a los lugares más afectados, debido a los daños sufridos por el seísmo y a la nieve. Pero nada más.
Así que ni todos los abrazos, ni todos los besos que ha repartido son capaces de calmar la furia de los supervivientes. Desesperados ante la imposibilidad de rescatarlos a todos a tiempo, contemplan cómo los muertos se van acumulando en las calles.
Los esfuerzos se concentran en buscar a los vivos y estas mujeres se desesperan frente a los cuerpos de sus seres queridos envueltos en bolsas de plástico. Por ahora, no hay recursos para un entierro digno.
Tampoco hay donde guarecerse y ya son tres días durmiendo al raso, con temperaturas bajo cero, sin agua potable ni comida, tan solo unos bollos de pan repartidos por voluntarios.
Ya son tres días sin dormir, con la misma ropa y sin ducha. También sin asistencia sanitaria, colapsada por los casos más graves. Camino ya de la escalofriante cifra de 12.000 muertos, las ciertas dificultades que menciona Recep Tayyip Erdoğan, son, en realidad, descomunales.