Yigit Cakmak, de ocho años, no pudo reprimir la alegría tras ser rescatado de entre los escombros de su edificio derrumbado. 52 horas después de los terremotos del pasado lunes, Yigit ha vuelto a abrazarse a su madre en Hatay, Turquía. Es la imagen del júbilo tras 60 horas de rescate tras el terremoto de Turquía. No han sido los únicos momentos de aplausos y alegrías como lo que han protagonizado los bomberos de Valencia, salvando la vida a un joven, de Zaragoza, donde un perro fue clave en un increíble rescate de una mujer mayor y Madrid, donde los bomberos han logrado salvar a un hombre mientras su hijo yacía al lado, muerto. Es la dualidad que viven Turquía y Siria.
Esa realidad convive con horas de dolor. El estruendo en Siria tras el rescate de una familia al completo contrasta con este silencio en Turquía. O con el mínimo sonido de los rezos, mientras se intenta escuchar a los atrapados, que siguen enviando mensajes de socorro con su móviles o con los gritos de auxilio. En medio de todo, de repente, una cámara capta una mano que se mueve. Es el anuncio de otra vida salvada.
Pero de los escombros también continúan recuperándose miles de cadáveres. A los lamentos de los que han perdido a familiares se unen las quejas de quienes se sienten abandonados por su gobierno. Unas autoridades desbordadas por la dimensión del desastre.