Los niños y bebés dan una lección de vida entre los escombros en Turquía y Siria

Los expertos en desastres y emergencias coinciden en que una persona puede sobrevivir hasta tres días sin agua y sin alimentos bajo los escombros. Toda posibilidad más allá se considera un milagro. 50 horas después de los terremotos que han asolado Turquía y Siria, convertida Alepo ya en una ciudad fantasma, están sucediendo. Más aún, la mayor lección de vida la están dando bebés y niños.

Una de las preguntas más frecuentes cuando se produce una catástrofe como el terremoto de Turquía es cuánto tiempo se mantendrán las misiones de rescate en activo. Naciones Unidas suele cancelar los rescates después de 5 y 7 días del desastre. Los especialistas dicen que a partir de las 48, el riesgo se dispara. En este terremoto además, se da la dificultad de que fue de madrugada y se tarda más en reaccionar. Pero los rescates inauditos continúan insuflando de esperanza a todo un país.

La sonrisa del terremoto de Turquía

Niños y bebés, algunos de ellos nacidos en medio de las ruinas, están demostrando, una vez más, ser capaces de resistir mejor que cualquier adulto en situaciones límite. Pero hay imágenes que deslumbran como si fueran sobrenaturales, como la sonrisa de un pequeño rescatado tras cincuenta horas bajo los escombros. Son sus ojos y su rostros los que dan euforia a unos rescatadores que luchan contra los elementos. El pequeño sale del infierno como si viniera de jugar en la calle, riéndose y encantado de recibir el cariño del equipo de rescate y de su familia. Un prodigio que se ha repetido más veces durante estas horas de devastación.

Otro pequeño regala una sonrisa tras beber agua con un mínimo tapón de botella. Su aguante es tozudo y descarnado con la cara tiznada de polvo. Miles de niños están tolerando como pocos el dolor que les ha llegado de manera prematura. Están descubriendo demasiado pronto la rudeza de la vida. Los menores, víctimas de este terremoto, son una metáfora de la condición humana como esa frase que rompe el alma en medio de la tragedia: "salvad primero a mi madre".

Las dificultades de estos rescates extremos son evidentes. Cualquier descuido puede arruinar tantas horas de esfuerzo heroico. Por eso cada liberación, cada niño recuperado, se jalea. Les vemos aturdidos, zarandeados por quienes llevan horas intentando salvarles. Berat es una de las niñas rescatadas. Se encuentra con su abuelo. Está inmovilizada, pero le responde riendo. Él no para de besarla. Será el aliado más poderoso para recuperarse de un trauma por el que otros transitarán sin una muleta familiar.