Las últimas horas en Zaporiyia han sido insoportables. Los datos hablan por si solos: doce misiles han caído sobre la ciudad destrozando instalaciones públicas, incluida, una escuela. Un castigo cruel e indiscriminado de Vladimir Putin que no va a parar ahí. Y se esperan más, por lo que Volodimir Zelenski ya habla de alerta máxima. En la reacción de Vladimir Putin tras la destrucción del puente de Crimea es terrible: 700 millones de dólares gastados en 84 misiles y drones suicidas iraníes.
Todo para sembrar la destrucción y el miedo entre los ucranianos, que ya han dicho que van a seguir en pie, aunque ahora llenen las estaciones de metro como el primer día de la guerra. El miedo a que Putin no se frene ante nada es evidente entre la población. Hasta Zelenski pide a los suyos que usen los búnkeres.
La viceministra de Exteriores de Ucrania, Emine Dzheppar, habla a través de las redes sociales de unas 15 explosiones. Al menos una persona habría resultado muerta. Entre los edificios afectados, las autoridades ucranianas citan una escuela, un instituto médico y varios edificios residenciales.
La ciudad de Zaporiyia fue una de las que sufrió con mayor violencia los ataques del lunes que fueron generalizados en todo el país. La mayoría de las víctimas mortales y de los heridos se produjeron en zonas civiles, tras derrumbarse varios inmuebles por el impacto de los proyectiles rusos.
Rusia asegura que su ataque masivo continúa. Una ofensiva que ayer causó diecinueve muertos y ciento cinco heridos y en la que -según la ONU- se cometieron crímenes de guerra. Se calcula que Rusia gastó en su venganza por la explosión en el puente de Crimea cerca de setecientos millones de dólares. Habría lanzado ochenta y cuatro misiles y también utilizó los temidos drones suicidas iraníes.
La propaganda rusa felicita hoy al nuevo jefe de las operaciones en Ucrania, el general Sergei Surovikin, Por su cumpleaños, hoy cumple cincuenta y seis, y porque esperan que sus métodos, expeditivos según unos y criminales, según otros, funcionen ahora como lo hicieron en Siria.
De momento, la nueva estrategia de Moscú ha logrado que miles de ucranianos vuelvan a refugiarse en los búnkeres o en el metro. "Tras lo ocurrido ayer no estoy segura en casa", dice Marina, que no había pasado tanto miedo desde el primer día de la invasión.