Miah Cerrillo vivió el infierno en su clase de siempre, donde las risas se convirtieron en gritos, llantos y miedos. Junto a ella su mejor Amerie se comportó como una valiente. Llamó a emergencias para intentar salvar a sus compañeros. Es lo que le habían enseñado sus padres. Pero no logró salvarlos, al menos no a todos. Ni siquiera pudo salvarse ella misma. Lo que nunca sabrá Amerie es que su sangre salvó la vida de su mejor amiga.
Las risas infantiles estallaban a diario en la escuela de primaria Robb, en Texas. Ahora es un gran escenario de un crimen atroz que ha vuelto a poner encima de la mesa la necesidad del control de las armas en EEUU.
Salvador Ramos, de 18 años, al matar entre sus muros a 19 niños y dos profesoras. Todas sus víctimas mortales estaban en la misma clase de cuarto grado. En esa clase ocurrió un milagro, el de Miah Cerrillo. La encontraron como a los demás, bañada en sangre y metralla, salpicada de fragmentos de hueso, inerte, con los ojos abiertos de par en par. Al verla su padre entró en pánico. La metieron en un autobús amarillo y la llevaron al hospital, donde, al limpiarle la sangre de tantos niños muertos, descubrieron que no tenía ninguna bala en el cuerpo.
La había salvado su mejor amiga, Amerie Joe Garza, en una escena que perseguirá a Miah para el resto de sus días. "Vais a morir", les dijo el joven de 18 años. Amerie Joe sacó su teléfono móvil y marcó el número de emergencias de la policía. "En lugar de quitárselo y romperlo, le disparó", sollozó su abuela en entrevista con 'The Daily Beast'. "Su mejor amiga estaba sentada a su lado y la salpicó toda de sangre». En los 45 minutos que el asesino estuvo parapetado en ese aula, Miah le vio ejecutar a todos sus compañeros de clase y a su profesora, pero se las arregló para permanecer inmóvil bajo los cadáveres, escondida.
La policía intentó que Miah contara algo de lo sucedido. Ni una palabra salió de su boca. Fue al anochecer cuando estalló en llantos y gritos, temerosa de que la encontrara el hombre del rifle. Se niega a dormir, teme que el asesino la encuentre en la oscuridad del sueño, y se despierta sobresaltada con la menor cabezada.
James tampoco olvidará lo sucedido en la escuela nunca. “Era un día como cualquier otro. Estábamos afuera, en el recreo, y nuestro entrenador dijo que entráramos, ahí fue que escuchamos tres disparos y luego solo escuchamos gritos. Me siento feliz porque sobreviví”. El padre de James también comentó visiblemente emocionado que “el niño pasó por una tragedia que no debía pasar, gracias a Dios que está bien”. Tras la tragedia de este martes en la escuela primaria Robb en Uvalde, Texas, los distritos escolares de ese estado han reforzado la seguridad de sus centros con más patrullas de policías. A Miah, mientras tanto, le seguirá costando dormr.