Joyas arquitectónicas de Galicia: así es la Capilla de las Conchas, única en el mundo y a una hora de Santiago

Galicia tiene seis lugares que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad y que gozan del reconocimiento de todo el mundo; además del casco histórico de Santiago de Compostela, la Muralla Romana de Lugo o la Torre de Hércules de A Coruña, otros rincones menos conocidos como la Catedral de Mondoñedo o el Monasterio de Sobrado dos Monxes están en la lista de monumentos destacados por la Unesco.

Pero los paisajes de Galicia están repletos de otras edificaciones singulares que atraen a miles de visitantes cada año y que, aunque no gozan de certificaciones internacionales de prestigio, el boca a boca ha hecho que ningún turista se quiera perder su visita una vez llega a tierras gallegas.

Es el caso de la Capilla de San Caralampio, más conocida como la Capilla de las Conchas, ubicada en el epicentro de la Illa da Toxa (Pontevedra), muestra de la gran conexión que tiene Galicia con el mar y la naturaleza.

 

Allí se casó Mariano Rajoy en 1996

El templo, único en el mundo por estar totalmente cubierto de conchas de vieira (millares de ejemplares que le dan un tono blanco y rosado muy característico), se hizo famoso cuando el expresidente Mariano Rajoy se casó allí en el año 1996.

A una hora escasa de Santiago de Compostela, se trata de una edificación que data inicialmente del siglo XII, que fue modificada y ampliada en el año 1909.

El Correo Gallego explica que su fachada, sin embargo, es más reciente: iniciada en los años 40, pasarían diez años desde que se tomó la decisión de cubrirla totalmente con conchas de vieira “para protegerla del desgaste que provocaban los temporales”, finalizando los trabajos en los años 50.

Añade que la elección de la concha de la vieira “no fue una casualidad” al ser el molusco uno de los principales símbolos del Camino de Santiago “y de la cultura gallega”.

 

Los visitantes siguen añadiendo conchas como ofrenda

En la actualidad, los miles de visitantes que se acercan a presenciar la belleza del monumento siguen añadiendo conchas como ofrenda, y en ellas se ha establecido además la (mala) costumbre de dejar constancia de su paso por el lugar con escritos en las conchas más accesibles.  

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