En el interior solo hay basura: colchones apilados, sofás, puertas arrancadas, ropa y restos de comida tirados. En el exterior, una recién estrenada reja blanca impide el acceso al epicentro del caos. No es que los dueños del antiguo bar Dori teman robos, lo que no quieren es que vuelvan los okupas. Durante año y medio han estado allí malviviendo y los incidentes se han sucedido desde entonces.
Hace un año, en enero de 2024, un incendio en una lonja de Vitoria dejó una persona intoxicada e hizo saltar las alarmas a todo un vecindario que llevaba meses denunciando la inseguridad que generaban los okupas que se habían instalado en el antiguo bar Dori.
Año y medio ha estado este local ocupado, mejor suerte han tenido en otros barrios donde en 2024 se desalojó a tres okupas cuando se instalaban en un local abandonado cerca de la sede de la Presidencia del Gobierno Vasco.
Este establecimiento ubicado en la confluencia de la calle León y la calle Extremadura, en el barrio de Arana, llevaba 15 años cerrado cuando a principios de verano de 2023 varias personas entraron y la convirtieron en su alojamiento. Ahora, luce completamente blindado, no hay ventanas ni puertas sin enrejar.
Un local de barrio que, en poco tiempo, se convirtió, para pesar de los residentes de la zona, en el epicentro de riñas y disturbios. Una lonja conflictiva que se ha convertido en un quebradero de cabeza para sus propietarios que, tras año y medio, podrían por fin poner punto y final a esta pesadilla.
La Policía Local de Vitoria ha aprovechado que los últimos okupas se habían marchado para precintar la lonja. En la puerta un cartel reza “Prohibido el paso. Policía Local”. Por si la orden policial no surtiera el efecto disuasorio deseado, los dueños no han dudado a la hora de instalar rejas en todas las ventanas del bar, así como una puerta metálica automática en la entrada. El objetivo es evitar que vuelvan a irrumpir dentro.
Del antiguo bar en el que se servían cafés y zuritos, apenas queda ya rastro, por no haber no hay ya ni cristaleras en las ventanas. Solo queda una barra atestada de toda clase de objetos y en la parte exterior unos rótulos con el nombre del local. Un simple vistazo al interior muestra el caos más absoluto con colchones apilados, una puerta de madera arrancada, mantas, cajas y envases de todo tipo tirados.
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