La centenaria encina de Artziniega, única candidata vasca a ser elegida como Árbol del Año en España: "Es parte viva de nuestra historia"

Hace frío y los primeros rayos de sol se esfuerzan por abrirse paso entre la niebla que, aun a primera hora, se resiste a desaparecer del todo de Artziniega (Álava). Si no fuera tan improbable parecería hecho a propósito que uno de esos haces de luz hubiera decidido filtrarse por las ramas de la imponente encina que desde hace “más de 500 años” permanece erguida, cual vigía, junto al Santuario de la Virgen de la Encina, “a tan solo un kilómetro del núcleo urbano”.

La imagen es espectacular, pero aún más la historia que hay tras esta encina que opta a ser elegida como Árbol del Año en España 2025. "Andamos a tope votando porque sería increíble este reconocimiento", admite Joseba Vivanco, alcalde del municipio. De ganar, relevaría en el puesto a otra encina sevillana, ganadora en 2024.

A la única candidata vasca, entre los diez finalistas que optan al reconocimiento, le sobran porte, belleza, altura y elegancia, pero nada de esto se premia en este certamen en el que los organizadores aseguran que “no es importante la belleza, el tamaño o la edad de los árboles o los bosques sino la historia y la relación con las personas y el territorio” y añaden “buscamos árboles y bosques que se han convertido en una parte integrante de la comunidad en su sentido más amplio”. Pues bien, de esto anda sobrada nuestra aspirante alavesa, que ya en 1995 fue declarado Árbol Singular.

Para comprender la vinculación de Artziniega con su árbol, basta con echar un vistazo al escudo de la Villa donde, por supuesto, luce ella, parte viva de su historia. Bajo sus ramas se han producido importantes acontecimientos históricos como cuando, durante la guerra de la Independencia, los franceses entraron en Vitoria y las Juntas Generales de Álava se trasladaron hasta aquí, a 55 kilómetros.

También, a su sombra, se realizaba el pago de los impuestos para la entrada de ganado en el Ferial de la Encina y aquí también se reunía la extinta Junta de Ordunte, para decidir sobre los asuntos que afectaban a los núcleos próximos a Artziniega. Alrededor de ella, también hay leyendas y eventos más tangibles, como las comidas populares que se organizan allí, todos los años, el segundo sábado de septiembre.

Las votaciones para elegir al Árbol del Año en España 2025 arrancaron el pasado viernes y se alargarán hasta el 15 de diciembre. “Es una carrera de fondo, pero andamos solo unos votos por detrás de un pino centenario de Huelva y queremos darle la vuelta, por eso todos los votos nos vienen bien”, asegura animado Joseba Vivanco.

En esta pequeña villa medieval de Álava, al abrigo de varios montes, la encina permanece imperturbable ante la expectación generada en torno a su candidatura a Árbol del Año. Para ella, que ha sido testigo de tantos momentos históricos bajo sus ramas, este concurso es solo una muesca más en su historia centenaria, pero no para sus vecinos que atisban la posibilidad de mostrar al mundo a su vecina más ilustre y, por qué no, “atraer turismo” y “proteger al propio árbol”.

Sí, porque en 500 años, no todo han sido alegrías: “En los últimos años, se le han partido dos enormes ramas, cada una de ellas, del tamaño de un árbol”, recuerda su alcalde. Menos mal, que una de esas ramas, por obra y gracia del escultor local Xabier Santxotena ha acabado convertida en una talla que desde 2022, “cuando conmemoramos los 750 años de Artziniega como Villa”, preside el hall del Ayuntamiento.

Nos vamos de Artziniega, sigue haciendo frío, pero el sol de otoño ya luce en todo su esplendor. La encina, junto a su retoño también centenario plantado a solo unos metros, se va haciendo más y más pequeña, a través del espejo retrovisor, a medida que nos alejamos. Es probable que la próxima vez que volvamos, la encina de Artziniega sea ya el Árbol del Año. Suerte.

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