Labraza, la villa medieval amurallada más pequeña de Euskadi y una de las mejor conservadas del planeta
En 2008, recibió el Premio Mundial de Ciudades Amuralladas por su conservación
Labraza cuenta solo con 0.57 hectáreas y mide 116 metros por 80, en su parte más ancha
Hay quienes creen que Pío Baroja se inspiró en Labraza para escribir 'El mayorazgo de Labraz’
Labraza, es el pueblo medieval amurallado más pequeño de Euskadi. Mide unos 116 metros por 80 en la zona más ancha y está en Álava. En concreto, sobre una colina, en la comarca de Rioja Alavesa. Este pequeño enclave tiene muralla, pero no ayuntamiento, en la actualidad depende del Consistorio de la cercana localidad de Oion.
Situada a 677 metros de altitud, la villa medieval fue "parcialmente reformada durante el siglo XVI", ya que después de haber perdido sus funciones castrenses, su aspecto impresionante se había ido deteriorando. La preocupación de este pequeño pueblo por la fortificación de la villa fue constante. Se sabe que a comienzos del segundo cuarto del siglo XV se contrató un cantero al que pagaron una cantidad económica considerable.
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En sus calles empedradas reina el silencio del que gozan solo los rincones más exclusivos. Labraza presume de sus callejas, sus cuatro torreones, el alcázar, saeteras o los túneles secretos. Sus 70 vecinos, los que residen en Labraza durante todo el año, conocen bien los secretos de este pueblo, que algunos creen que inspiró al escritor Pío Baroja para escribir su novela ‘El mayorazgo de Labraz’.
El emplazamiento, en lo alto de un cerro, determina el trazado de sus calles, en suyo subsuelo aún se conservan muchas bodegas. Su "soberbia muralla" vertebra la vida de los vecinos de esta villa que se estructura en tres calles estrechas, con pasadizos y placitas. Un municipio que el político Pascual Madoz describió, de forma casi tan breve como el mismo tamaño del enclave, "tiene 55 casas rodeadas de murallas con cuatro castillos o torreones y en medio un alcázar".
Su encanto trasciende sus muros
Labraza cuenta solo con 0.57 hectáreas, pero pese a sus reducidas dimensiones, este enclave alavés no es uno de los más afectados por la lacra de la despoblación rural que ha sentenciado a algunos pueblos y que a otros 215 los ha reducido a menos de medio centenar de vecinos.
Esta localidad, que otea desde las alturas unas impresionantes vistas de la cuenca del Ebro, recibió en 1196 el fuero de San Cristóbal de Labraza, concedido por la cancillería Real Navarra de Sancho VII el Fuerte, muchos años más tarde, en 2008, logró ser reconocido como uno de los municipios mejor conservados del planeta con el Premio Mundial de Ciudades Amuralladas.
El asentamiento de la población y la propia estructura de su complejo defensivo la hacen una de las poblaciones "de más recio aire militar de la zona". Las murallas que, en su día, se levantaron como medida defensiva se han ido convirtiendo con el devenir de los años y la ausencia de enemigos armados en la seña de identidad de este enclave único en el País Vasco. Es pequeñito, sin duda, pero de una belleza que escapa a sus muros, rodeados por los arroyos Labraza y Valdevarón.
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