Aprovechando el ritmo más pausado propio de los días de verano, proponemos un recorrido por algunos de los edificios más singulares de las tres capitales vascas. Esos a los que las prisas cotidianas nos impiden prestarles atención, pero que bien merecen por sus particularidades un hueco en estas líneas.
Comenzamos en el número 1 de la calle Portal de Castilla, en Vitoria. Aquí se levanta el edificio más estrecho de la capital alavesa y, según apuntan algunos, de toda Europa. Con cuatro alturas, bajo más tres pisos, su fachada mide poco más de dos metros.
¿Es posible vivir en un inmueble tan angosto? La respuesta es sí, porque el peculiar inmueble vitoriano guarda un secreto tras su estilizada fachada. Al parecer, la estrechez solo se mantiene durante los siete primeros metros de los 19 de fondo con los que cuenta. Tras pasar esos primeros metros desde la calle, después se ensancha y dispone de casi 64 metros cuadrados por planta.
Hace unos años, este particular bloque de 240 metros cuadrados, del que se desconoce la fecha de construcción, pero que fue rehabilitado en la década de 1990, salió a la venta al completo por casi un millón de euros. El vendedor lo tenía distribuido entonces en dos viviendas: una de ellas, entre la planta baja y la primera, y la otra sumaba el segundo y tercer piso con el ático.
A menos de 100 kilómetros del estilizado edificio vitoriano encontramos otro inmueble que guarda, o mejor dicho exhibe, una particular fachada llena de orificios. No es que los arquitectos de este histórico bloque donostiarra, situado junto al Hotel María Cristina, lo planificaran así, más bien su actual aspecto es el resultado de las marcas dejadas por los disparos realizados durante la Guerra Civil.
La fachada de piedra muestra actualmente las cicatrices de un conflicto armado que también sufrieron otros edificios de San Sebastián, entre ellos, el propio Ayuntamiento donde en julio de 1936, hubo una refriega entre militares sublevados que se replegaron en el consistorio, y los defensores de la ciudad se enfrentaron a ellos.
La fachada del último edificio que visitaremos en este artículo solo sorprende por su color rosado. Está ubicado en el Casco Viejo bilbaíno y a pesar de su poco habitual tono, no es esto lo que la lleva a formar parte de este itinerario por algunos de los edificios vascos más singulares.
En este caso, se trata de su edad. Sí, porque este edificio, que ocupa el número 10 de la calle Jardines, esquina con Bidebarrieta, es el más antiguo de la Villa. Data del año 1300 y aún hoy sigue estando habitado.
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