La vida de Andrés Pernías no ha sido fácil. A sus 18 años, lleva toda la vida entrando y saliendo del quirófano, sufre tetraparesia espástica distónica, un trastorno que le afecta principalmente a las piernas, y que le impide caminar con normalidad.
Tras doce operaciones, Andrés ha logrado lo que los médicos pensaron que nunca podría hacer: caminar. Lo hace con un andador “porque mi equilibrio ha sido siempre pésimo, aunque ahora también ando sin él”, dice aún sorprendido de lo que ha sido capaz de conseguir “trabajando mucho”, admite.
La madre de Andrés es María Dolores Chumillas ‘Chumy’, una conocida atleta de Lorca (Murcia) que ha participado durante toda su carrera en varios maratones y pruebas de campo a través. A falta de poder darle sus piernas, esta madre le ha transmitido a su hijo sus ganas por comerse el mundo, por superarse y lograr sus sueños. “Confío en ti”, es la frase que me repite mi madre.
La última vez que Andrés la escuchó fue cuando el pasado mes de septiembre decidió independizarse e irse a vivir de alquiler con dos compañeros de estudios a 45 kilómetros de su casa. En Murcia comparte piso con Chema y César mientras estudia primero de Fisioterapia. “Muchos que hayan vivido lo mismo que yo, lo último que querrían sería hacer algo así”, pero Andrés tenía claro que era su vocación. “Mi fisio Rubén ha sido mi inspiración”, apunta. A él le agradece, “haberme devuelto la pasión por hacer deporte cuando he estado mentalmente cansado”. Además, “me encantaría trabajar en atención temprana”, porque sería una forma de agradecer “todo lo que han hecho por mí”. Después sueña con ir a Bilbao: “Me gusta el frío, el verde, los montes y los ríos, todo”, asegura.
Dada su maña para lograr lo que se propone, es más que probable que en un tiempo Andrés se empadrone en la capital vizcaína. Pero sueño a sueño, antes tenía que cumplir uno de sus deseos: visitar San Mamés. Sí, porque los de Bilbao nacen donde quieren, y a pesar de los más de 800 kilómetros que separan ambos municipios, Andrés tiene corazón rojiblanco.
El Athletic de Bilbao es su pasión, y lo es por herencia materna. Andrés cumplió hace solo unos días su sueño de asistir y ver terminar un partido de su equipo. “Fue brutal”, sentencia. Antes estuvo en dos ocasiones en la Catedral, pero no pudo aguantar hasta el minuto 90.
A la tercera iba a ser la vencida, Andrés quería estar presente en el pitido final y lo consiguió. “Lo que más me llenó fue pisar el césped” pero si hay algo que no olvidará “eso fue, escuchar el himno”, que a pesar de ser en euskera, Andrés se sabe de carrerilla. Cuando lo escuchó, coreado al unísono por toda la Catedral, pensó “disfruta, te lo mereces”. Y vaya si se lo merece. Pocos seguidores rojiblancos estarían dispuestos a recorrer “los 1.600 kilómetros de Lorca a San Mamés, ida y vuelta, todos los fines de semana”, como haría Andrés.
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