"Caballo, cola y cepillar”, las primeras palabras de una niña con autismo gracias a la equinoterapia

  • Desde hace seis años Anna Campo desarrolla equinoterapia con niños de 2 a 16 años

  • Tres caballos y una yegua ayudan a los pequeños en sus tratamientos en la Hípica de Urduliz

  • Una residencia de Lekeitio hacía terapias con loros y cacatúas antes de la pandemia

“Parece otra”, no para de exclamar con la emoción en la voz y el brillo en sus ojos la madre de una pequeña que asiste a equinoterapia al comprobar que su hija, con autismo no verbal y que “no hablaba absolutamente nada al llegar”, ahora pronuncia palabras como “subirse, cepillar, cola o caballo”. “La motivación es tal que le invita a querer comunicarse”, concluye la psicóloga Anna Campo, convencida de los beneficios de este tipo de tratamientos con animales.

En Euskadi, hay varios centros especializados en equinoterapia. Uno de ellos es ‘Zaldileku Terapias Ecuestres’, en Bizkaia. Aquí, los caballos Oreo, Filipino, Rofo y la yegua Anubis ayudan a niños con diversidad funcional. Al frente de las terapias está la psicóloga Anna Campo, una apasionada de estos animales que, desde hace seis años, pasa algunas de sus consultas en la Hípica de Urduliz.

“Monto desde pequeña, pero fue en un viaje de voluntario donde descubrí un centro de terapia asistida con caballos”, rememora esta profesional. Aquel encuentro casual despertó en Anna una idea que fue tomando forma: la equinoterapia.

En vínculo entre el caballo y los niños

Hasta aquí llegan niños con edades entre los 2 y los 16 años para hacer terapia con los caballos. Algunos están diagnosticados con autismo, otros con síndrome de Angelman o con otras enfermedades raras, pero también menores de centros de acogida con dificultades emocionales.

Son “terapias complementarias” con las que se pretende “mejorar la calidad de vida” de los pacientes y que, además, se desarrollan “fuera de las cuatro paredes de una consulta y al aire libre, en un entorno natural y siempre desde el juego y la diversión”.

La biomecánica de los caballos, su movimiento mecedor e, incluso, el calor corporal ayudan a muchos de estos niños a relajarse física y emocionalmente, a entablar un vínculo afectivo y a comunicarse con ellos, igual no verbalmente, pero sí a través de los sentidos. “Hay un niño de cuatro años que ha desarrollado una sensibilidad tan especial que le permite entender cómo se encuentran los caballos en cada momento”.

Las terapias con animales llevan tiempo evidenciando sus beneficios emocionales, en la atención, la memoria, el refuerzo de conductas o la comunicación de quienes las reciben. Sean niños o adultos, y es que estas terapias son cada vez más habituales en ámbitos como el del cuidado de nuestros mayores.

Terapias con loros y cacatúas

En algunos centros desarrollan terapias asistidas con perros que ayudan a mejorar la salud global de los ancianos, tanto física como emocionalmente. En Bizkaia, en concreto en la localidad costera de Lekeitio, hay una residencia que durante algún tiempo realizó terapias asistidas con aves exóticas. En concreto, con loros y cacatúas.

“La pandemia frenó el proyecto porque no pudimos entrenar a las aves y perdieron sociabilidad”, lamenta Esther Arrieta, coordinadora del área psicosocial de la residencia Uribarren Abaroa. Sin embargo, no descartan retomar la actividad porque admiten que “los resultados eran espectaculares”.

Una psicóloga preparaba semanalmente las sesiones y se trabajaba desde la psicomotricidad, “al intentar darle un cacahuete al animal mientras lo sujetaban con el otro brazo”, hasta el lenguaje. “Había gente con afasias graves que con las cacatúas se relajaban y empezaban a pronunciar frases más largas”.

Estas terapias son más relajadas y divertidas que una sesión de tratamiento al uso, pero aquí nada está improvisado, hay un trabajo previo por parte de los profesionales de preparación del tratamiento. Además, durante el mismo, “tomábamos las constantes vitales, la tensión, medíamos los índices de felicidad”, recuerda.

Esther veía en primera persona los beneficios que los loros y las cacatúas generaban en los abuelos y abuelas de Uribarren Abaroa, pero sí hay algo que recuerda es “el cambio de rol” que experimentaban durante estas sesiones con aves ya que “pasaban de ser cuidados a ser cuidadores de un ser que intuían era más frágil que ellos”.

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