Venden 9.000 boletos de Lotería de Navidad para ayudar a pagar los tratamientos de su hijo Markel

Cuando hace nueve años nació su hijo Markel, nada hacía presagiar que surgirían problemas durante el parto por cesárea de urgencia que le practicaron y que le llevarían al bebé a sufrir daño cerebral. Aquella noticia podría haber hundido a esta madre primeriza, que a pesar de haber derramado muchas lágrimas, deja claro que “eso de quedarme en casa llorando no va conmigo”.

Ella, Iris Infante, y su pareja, Iván Corredor, viven volcados en su pequeño que “es totalmente dependiente” ya que además de parálisis cerebral sufre epilepsia refractaria, además de algunas alergias.

Para hacer frente a los elevados gastos que implican sus tratamientos, esta madre y este padre han puesto a la venta 9.000 participaciones de los números 79.771 y 94.774 de la Lotería de Navidad, a cinco euros. De ellos 1 euro van a para financiar las dos terapias intensivas que hace Markel al año. “La mayor parte de los puntos de venta están en la margen izquierda, como Santurtzi, Barakaldo o Muskiz, pero también vendemos en Córdoba, donde tenemos familia”, explican.

22.000 euros al año

Además de los cuidados que recibe durante todo el año, estos padres le llevan dos veces al año a realizar un tratamiento intensivo en una clínica de Murcia. “Hacemos uno de tres semanas coincidiendo con las vacaciones de Semana Santa y otro de un mes al término del curso escolar”, explica Iris. Solo los dos intensivos cuestan “alrededor de 9.000 euros”, sin contar con gastos de alojamiento o comidas.

Calculan que al año en sus cuidados pueden gastar alrededor de 22.000 euros, “eso sin contar gastos extras”. Es verdad que cuentan con una ayuda del Gobierno Vasco pero que no cubre ni de lejos todas las terapias que el pequeño necesita porque “con ellas mejora su calidad de vida”. Entre estas terapias está la equinoterapia o la musicoterapia, entre otras.

“Yo estaba estudiando una carrera a distancia mientras trabajaba”, recuerda Iris que ahora se dedica en exclusiva a Markel, con la ayuda del aita que “hace encaje de bolillos” para compatibilizar el trabajo con los exigentes cuidados de su pequeño. "La vida nos cambió", reconoce mientras se niega a caer en lamentaciones. "Estoy pensando en mi hijo, quiero que su calidad de vida sea la mejor posible", repite esta madre.