Las chinches apestosas dan un respiro a los vecinos de Barakaldo: "Hay menos, pero no han desaparecido"

Las chinches apestosas llevaban semanas campando a sus anchas por el barrio de Cruces de Barakaldo y atormentando a sus vecinos que “llegábamos a coger hasta 100 chinches a la hora”, recuerda Miriam, vecina de una vivienda próxima a la zona cero de la plaga, el parque Tellaetxe. Hartos, estos vecinos hicieron público lo que estaban viviendo y días después el Ayuntamiento vizcaíno daba un paso al frente. “El miércoles pasado dos operarios llegaron y comenzaron a fumigar”, cuenta Miriam aliviada. La situación ha mejorado pero "siguen ahí".

Tras la actuación municipal y gracias a que el calor, impropio de principios de otoño, ha comenzado a remitir, las capturas de chinches en los domicilios se han reducido. “Hemos pasado de recoger entre 50 y 100 chinches a la hora, a tan solo una o dos”, aunque “el foco no se ha eliminado”, lamenta esta vecina.

Las ventanas cerradas a cal y canto durante semanas para evitar que este inofensivo, pero desagradable insecto se colara por decenas en el interior de las casas, empiezan ahora tímidamente a abrirse. “Por fin puedo ventilar la casa, aunque no me atrevo a dejar las ventanas abiertas sin estar yo pendiente por si entran otra vez”, relata.

"Están atontadas"

Costará que el miedo y el asco desaparezcan entre quienes han tenido que padecer esta plaga de chinches pertenecientes a la variedad 'Halyomorpha halys', también conocida como la chinche apestosa marrón. Sin embargo, los residentes de este barrio atisban la ansiada vuelta a la normalidad: “Desde que han fumigado hay muchas menos, y las que te encuentras están como atontadas y el insecticida les hace efecto, cosa que antes no pasaba”, explican.

Una empresa especializada en fumigaciones realizó el tratamiento fitosanitario en los jardines del número 16 de la calle Zaldundegi. "Colocaron carteles en el portal el día anterior y nos avisaron de que no abriéramos las ventanas hasta la noche" cuenta una de las vecinas del bloque.

Eso sí, antes de llegar a esto les tocó pasar por otro desagradable episodio y es que, al empezar a fumigar, “las chinches salieron en desbandada de los jardines y se nos empezaron a colar por las cajas de las persianas”. Miriam tuvo que marcharse de casa y que “mi marido limpiara las cajas porque me daba muchísimo asco”.

Se trata de una especie invasora, originaria de Japón, China y Corea, que se detectó por primera vez en Euskadi en 2018 y que, tras el verano, se hizo fuerte en municipios como Barakaldo para desesperación de sus vecinos.

Al contrario que la chinche de la cama, que se alimenta de sangre humana, este insecto no pica ni a personas ni a animales, pero produce un olor fétido cuando se siente amenazada o si es aplastada. “Expulsan un olor repugnante una especie entre el limón, hierba y cianuro asqueroso se te quedan en las zapatillas y se extiende por toda la casa", denunciaba Miriam hace tan solo unos días.

Se reproducen muy rápido y el desagradable olor que emiten evita que las aves se las coman, con lo que “no tienen depredadores”, explicaba Enrique Baquero, director departamento Biología Medioambiental de la Universidad de Navarra. Un cóctel al que no ayudan las altas temperaturas que se han registrado en septiembre y octubre porque proliferan con el calor.

"Es que la situación era tal que ya soñábamos con ellas", comentan en el vecindario aliviados por su evidente reducción. En cualquier caso, en invierno es más difícil verlas, pero eso no significa que no estén hibernando muy cerca de nosotros. De hecho, entran a las viviendas buscando un buen refugio para hibernar y huir del frío