España se ha contagiado de la sociedad del malestar que ya imperó en Gran Bretaña provocando finalmente el Brexit que promete glorias pasadas. Una ira que llegó a EEUU, que tiene a Trump al mando buscando su reelección al grito de una América Grande Primero, o de una Francia que replica en las calles los planes de reforma de Macron, en un nuevo anhelo de volver al pasado.
Italia y Alemania bastante tienen con luchar contra el populismo xenófobo uno y con la extrema derecha, también anhelante de épocas trágicas pasadas, el otro. 'Spain is different', pero no tanto en un mundo globalizado.
Hasta nuestro país han llegado de golpe la inestabilidad (cuatro elecciones en menos de cuatro años), el rencor contra los políticos (el 15M demostró que el bipartidismo estaba herido de muerte, aunque los nuevos partidos han defraudado) y la extrema derecha (con un Vox que ha ganado espacio con Cataluña como gasolina permanente). Lo bueno, dentro de la marisma, es que durante las últimas cuatro elecciones un 69% de españoles vota contra viento y marea.
Todo ello lo analizan Francisco Camas García y José Pablo Ferrándiz en 'Radiografía de unas elecciones no deseadas' (editorial Catarata) donde se dejan claros dos elementos: el malestar de los ciudadanos es una realidad que no cede desde 2008 y la crisis, y las dos Españas, han vuelto con más fuerza que nunca desde la Transición.
Estas dos Españas se notan en el voto, en los salarios, y también en el estado de ánimo. La famosa crispación ha vuelto. Son los votantes de derechas los más airados con la realidad de hoy tras la moción de censura a Rajoy. Y prometen una oposición de trinchera.
Las izquierdas y Vox no dudan tampoco en azuzar las diferencias y culpar al adversario. Así que la tensión no parece que vaya a desaparecer en una legislatura que promete sobresaltos permanentes. Dio en el clavo el Rey al hablar de que no debemos fomentar una España de todos contra todos y sí de todos y para todos. Pero él tampoco genera ahora unanimidad en el Congreso. Ni mucho menos.
El 28A había un 18% de españoles enfadados, el 10N, un 37%. Los más enfadados, aunque parezca mentira, son los mayores de 45 años (41%) mientras que la ira de los jóvenes llega al 30%. Mucha, en todo caso.
Los resultados electorales lo demostraron: el PSOE ganaba las elecciones con el apoyo más bajo de la historia tanto en votos como en escaños. Los partidos nuevos no han solucionado ese enfado, de hecho, han perdido fuelle aunque Podemos haya entrado en el Gobierno. Ciudadanos, por su parte, ha visto cómo su líder, Rivera, se marcha por los malos resultados electorales.
La realidad es que en cuatro años los nuevos partidos han perdido 15 puntos de apoyo. Ciudadanos pasó del 15,9% al 6,8% y Podemos del 21,1% al 12,8%. De hecho, Podemos ha perdido en el camino los ayuntamientos del cambio de Madrid, Zaragonza, A Coruña, Ferrol y Santiago de Compostela salvando Cádiz y Barcelona, donde Colau debe la alcaldía al PSC y Valls. Ahora tenemos en el Congreso el Parlamento más fragmentado de la historia desde 1977, con 17 formaciones políticas.
José Pablo Ferrándiz considera que "la crisis financiera. La correlación entre el aumento del malestar con la situación económica y el malestar con la situación política resultó muy evidente. Doce años después, los datos subjetivos sobre la economía nacional registran una clara —aunque moderada— mejoría que, sin embargo, no se corresponde con una disminución de la percepción negativa sobre la política".
Pero las razones del posmalestar van más allá. Combina niveles moderados de insatisfacción con la situación económica y altos niveles de insatisfacción con la política. La crisis económica
"Las dos Españas de Machado se articulaban en torno a tres ejes: el ideológico, el religioso y el territorial-identitario. De las tres, la cuestión religiosa parece estar quedando progresivamente desactivada como factor potencial de división y enfrentamiento", destaca el experto en análisis demoscópico.
"El tema ideológico y el territorial-identitario nunca ha desaparecido: ha habido momentos en que uno o los dos han estado más activados y otros momentos en los que estaban en estado durmiente. Ahora parece que estos dos últimos se retroalimentan. La conllevancia que decía Ortega en la relación de España (o del resto de España) con Cataluña se ha roto en los últimos años con el procés, y este es el que explica en gran medida tanto la división que se ha producido en la derecha como el éxito electoral de Vox, además de ser la cuestión central que ha motivado la polarización ideológica. Así que, en este sentido, sí, el 10N ha sido un reflejo de las dos Españas", destaca a Informativos Telecinco, José Pablo Ferrándiz.
La desazón de los españoles tiene una razón económica de fondo, de hecho el 41% veía a economía en un rumbo no positivo en octubre de 2019, más negro que los empresarios. El 85% de los españoles considera ahora que no estamos preparados para otra crisis. En junio de 2016 creía que no lo estábamos el 55%. Vamos a peor. El electorado del PP es que el que menos conforme se muestra con el multipartidismo, solo le gusta al 28%.
¿Le falta a la sociedad españoles ser más autocrítica y no esperar que los políticos y el Estado le soluciones los problemas? Ferrándiz no cree que "la sociedad española no sea autocrítica. Lo habitual en las sociedades democráticas es que sean los políticos, los representantes de, y elegidos por la sociedad quienes gestionen los conflictos y desigualdades sociales e intenten resolver los problemas de sus conciudadanos".
En España, durante la crisis económica y social (los españoles siguen pensando que aún no hemos salido de ella) los políticos, los partidos y la política en general han pasado a situarse como uno de los principales problemas del país.
Lo cierto es que las dos Españas se ven en el empate técnico de los bloques ideológicos en torno al 43%. Veamos si esto se refleja en los votantes de izquierdas y derechas.
El estado de ánimo de los españoles tampoco es el mismo y ahí se evidencia también la fractura entre los españoles, aunque la mayor tensión se viva en Cataluña. Cierto que el PSOE está en el poder y eso es un estímulo. De hecho, es el electorado menos pesimista también respecto a la situación política: tres de cada cuatro opinan que la situación es mala o muy mala, mientras que en resto del cuerpo electoral este índice llega al 90%.
También son más optimistas con la marcha de la economía, el 24% considera que es positiva y el 76% ve en Sánchez a la persona idónea para resolverla. Ni que decir tiene que el resto opina lo contrario.
Importante para el PSOE es que las mujeres apuestan por este partido aunque Podemos quiera ese nicho: el 54% de las mujeres vota al PSOE. La mitad de los votantes del partido socialista pertenece a la población activa y uno de cada tres es jubilado o pensionista.
Los votantes del PP están cabreados pese a que son los que menos han sufrido el impacto de la crisis. El 62% considera que su economía familiar es buena, pero son muy pesimistas respecto a su evolución. El 80% cree que la economía va mal y el 87% cree que no estamos preparados para afrontar una nueva crisis. Son el grupo de población más envejecida, de hecho su media es de 63 años, 12 años más que la media del resto de votantes de otros grupos. Casi la mitad de los votantes del PP tiene más de 70 años y uno de cada seis es viudo. Dos de cada tres son jubilados.
Han nacido entre 1970 y 1985, tiene estudios de segundo grado, son ex votantes de PP o Ciudadanos y tienen unos ingresos de 2.000 euros mensuales. Están encantados con su líder, más que ningún otro: el 72% valora positivamente a Abascal. Y aunque catalogados de extrema derecha, la mitad de los votantes se considera de derechas, mientras que una tercera parte incluso se ve de centro derecha. Paradojas.
El mayor respaldo lo tiene el partido de Pablo Iglesias entre los jóvenes. El 70% tiene menos de 55 años. No extraña que Unidas Podemos quiera rebajar la edad para votar. Solo algo más de la mitad de sus votantes trabaja y el 40% es mileurista. Otro 15% no tiene ingresos. Sus votantes tienen un alto nivel de estudios, pero no encuentran su sitio en el mercado laboral.
Son los que tienen un mayor nivel educativo. Casi la mitad tiene estudios superiores. El 48% tiene entre 35 y 54 años, y dos tercios trabajan. Tienen una renta superior a 1.200 euros y al 68% le van bien las cosas. Aunque parezca mentira, lo cierto es que es el votante más molesto con la situación de la política española, el que exige más la regeneración y el más moderado e independiente ideológicamente.
Este voto tiene un claro mayor peso específico en los dos partidos tradicionales (PSOE y PP): en las elecciones generales del 10N, el 41% de los votos que consiguió el PP y el 33% de los que logró el PSOE provenían de personas de más de 65 años. Contrastan estos porcentajes con los de UP (16%) Ciudadanos (14%) o Vox (13%) que cuentan hoy por hoy con un electorado más joven.
La proporción de mayores de 65 entre el electorado español es superior a la de jóvenes en la estructura demográfica de España. Son más, votan más (son menos abstencionistas y, por eso, en cierta medida son determinantes) y lo hacen, sobre todo, a PSOE y PP. Su cultura política es, por tanto, mucho más bipartidista que la del resto de electores: prefieren que el sistema de partidos español esté conformado por dos grandes partidos porque eso hace más fácil la formación de gobiernos, aunque con ello se reduzca el pluralismo en el Parlamento.
Esta cultura política más conservadora —apoyo a los dos únicos partidos que han gobernado España prácticamente desde la restauración democrática— es lo que ha permitido, en gran medida, que tanto PSOE como, sobre todo, el PP hayan mantenido un consistente suelo electoral y que hayan resistido los embates de los nuevos partidos en las elecciones desde la llegada del multipartidismo. Es un electorado en donde los nuevos partidos compiten con dificultad.
En principio, y según estos datos, el bipartidismo que hemos conocido en estas últimas décadas tiene poco futuro: los que se vayan incorporando al voto gris (los que vayan entrando en el grupo de edad de 65 y más años) vienen con una cultura predominantemente multipartidista y con otras referencias electorales.
Si en algún momento futuro se vuelve al bipartidismo (los datos apuntan a un mantenimiento del multipartidismo en España en el corto y medio plazo) probablemente esté protagonizado por otros actores diferentes, no por un PP y un PSOE tal y como ahora los conocemos.
Para que la derecha sume los escaños suficientes para gobernar tendrían que darse dos premisas: una elevada abstención que afectara solo (o mayoritariamente) al electorado de izquierda y nacionalista y/o que los partidos de la derecha rentabilizaran mejor sus votos, esto es, que la traducción de votos que obtienen y escaños que logran les fuera favorable en el conjunto de España. Lo primero no está en manos de la dirigencia de los partidos de la derecha, pero lo segundo sí.
Si esos 11 millones de votantes de derecha apoyaran una única lista, lo más probable es que lograra el número de diputados suficiente para Gobernar. Pero no deja de ser un caso hipotético porque, por un lado, hemos visto ejemplos en donde coaliciones preelectorales no solo no suman, sino que restan (lo vimos, por ejemplo, con Podemos e IU); y, por otro lado, habría que ver cuál es la reacción del resto de formaciones políticas (y de sus electorados) ante una unión de las derechas.
Francisco Camas y José Pablo Ferrándiz analizan esta situación en su libro Radiografía de unas elecciones no deseadas. "Menos de la mitad de los votantes de Ciudadanos se manifestaban de acuerdo con los pactos locales liderados por Rivera y eso fue clave en los resultados del 10N. Ciudadanos está atravesando una crisis de identidad que todavía no ha resuelto. Habrá que esperar a cuando celebren su asamblea para elegir a la nueva dirección del partido, para saber qué rumbo toma. Ciudadanos puede desaparecer si no hace un buen diagnóstico de la situación que le ha llevado a perder casi 2.5 millones de votos. Para recuperar a los votantes que se han ido tiene primero que saber a dónde se han ido y, en consecuencia, por qué motivo se han ido", destaca Ferrándiz.
Por otro lado, está claro que "la posible concurrencia de Ciudadanos en coalición con el PP bajo una misma lista electoral puede llegar a diluir la marca Ciudadanos provocando una mayor pérdida de apoyos electorales. Hay que tener en cuenta que el de Ciudadanos es un electorado mucho menos ideológico y mucho más pragmático que otros: no tiene un especial apego a la marca, por lo que cualquier operación en esta dirección puede ser perjudicial para el futuro en el caso de que, más adelante, intente de nuevo concurrir a las elecciones bajo el nombre de “Ciudadanos”.
Si medimos la moderación teniendo en cuenta la escala ideológica 0-10 (0 = extrema izquierda y 10 = extrema derecha) desde luego que no henos dejado de ser un país moderado. España sigue siendo, como prácticamente lleva siendo en los últimos 40 años, un país de centro inclinado levemente hacia la izquierda. Lo que sí es cierto es que estamos atravesando un momento de polarización, de división en dos bloques ideológicos rígidos entre ellos, no hay puentes que permitan el trasvase, pero porosos internamente —la volatilidad entre los partidos que forman cada bloque es elevada—.
España tiene la capacidad de ponerse al día en poco tiempo. Igual que fuimos los primeros, antes que muchos países, de aprobar el matrimonio entre parejas del mismo sexo (a pesar de tener un pasado dictatorial y más religioso que esos países) igual que el proceso de cartelización de los partidos políticos que en otros países llevó mucho tiempo nosotros lo redujimos a unas décadas, pues ahora, hemos incorporado también en poco tiempo, algo que venía siendo habitual en muchos países: el multipartidismo competitivo, una extrema derecha que pasa de 0 a 54 escaños, las fake news... Es decir, estamos tan cabreados como el resto.