Los centros de salud madrileños afrontan la nueva orden de aumentar las consultas presenciales al 60 % justo antes del verano, con unas plantillas ya exiguas, cientos de bajas sin cubrir, agendas sobrecargadas y pacientes enfadados por la demora en obtener la cita, muchos de los cuales acaban llenando las urgencias de los hospitales.
Esta situación, que los médicos consultados por EFE tildan de "dramática", también ha soliviantado a la población tras filtrarse un plan de contingencia que preveía cerrar varios centros en verano por falta de personal, lo que provocado concentraciones en los barrios en las últimas semanas a las que se sumará una Marea Blanca en defensa de la atención primaria este domingo.
El consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, niega los cierres por vacaciones y justifica el aumento de la presencialidad por "el comportamiento descendente de la pandemia". "En algún momento hay que dar el paso, ahora al 60% y, en cuanto podamos, recuperar la presencialidad total, siempre y cuando los parámetros de la pandemia lo permitan", comenta a Efe.
A la saturación de las agendas, actualmente con 40-60 pacientes diarios por médico, la mitad presenciales y el resto por teléfono, se suman las críticas vertidas desde la Gerencia de Atención Primaria, que en una reunión la semana pasada con directivos de centros de salud les reprochó que "los centros estén vacíos y las urgencias de los hospitales abarrotadas".
Para el doctor Manuel Frías, del centro de salud Comillas en Carabanchel, "hay mala información a la población. Se ha dado a entender que los centros están cerrados. La Gerencia dice que aumenta la sobrecarga en los hospitales porque no queremos ver a los pacientes, no es cierto. Siempre hemos estado abiertos y en ningún momento se ha negado atención a nadie".
"Mi primer hueco presencial es para el 6 de julio y el 8 de julio en cita telefónica. La gente está cabreada. Muchos llegan al mostrador diciendo que es urgente y, una vez dentro de la consulta, en la mayoría de casos no es tan grave: recetas caducadas, dolores de hace meses, la baja. Estamos saturados, quemados", explica.
También critica que se haya "quitado el cribado a la entrada" porque "en sala de espera se junta demasiada gente, incluso con sintomatología covid", y que eliminen la renovación automática de la receta electrónica. "Tengo 1.553 pacientes adscritos, un 40% crónicos. En vez de reducir la burocracia, la aumentan", lamenta.
Amparo Naranjo, médico en Las Matas, relata que empieza "con 35-38 pacientes en agenda, pero durante la jornada se va metiendo a más" porque "hay órdenes desde arriba de forzar metiendo a todo el que llame". "La gente está crispada, con una agresividad importante, cansados de no haber podido ir al centro. Vino un paciente con ocho motivos de consulta porque llevaba un año sin venir", según esta doctora.
La médico Raquel Collados, de un centro de Fuenlabrada, cuenta que "empiezas con 40 citados y terminas con 55, porque todo el que llega enfadado al mostrador porque no le cogen el teléfono acaba dentro de la consulta".
"El paciente no entiende por qué no puede ver al médico antes de 15 días. Hemos pasado de héroes a villanos muy rápido", comenta esta profesional, para la que "tener al paciente enfrentado a ti, y que tus jefes no te defiendan, es muy duro", ya que "además del agobio por dejar cada día cosas sin hacer, tienes sensación de abandono".
Para la pediatra Dora Bejarano, del centro General Fanjul, "que muchas consultas sean telefónicas da una percepción a la ciudadanía de escasa actividad".
Al no haber amontonamiento en salas de espera, "la percepción ciudadana es que no estamos haciendo nada y, si tardan en darle consulta, eso va generando un cabreo general, añade Bejarano que atiende "treinta niños diarios, aunque la ley marca 20 como máximo". En su opinión, "aumentar ahora la presencialidad tiene su lógica, pero hay que evitar el descontrol".