Jorge Urdánoz Ganuza es profesor de Filosofía en la Universidad Pública de Navarra. Sus investigaciones giran en torno a la representación política, la democracia y la teoría de las votaciones. Su último trabajo trata de ofrecer una solución a una cuestión central en nuestra democracia, que cada cuatro años salta a la agenda pública: la ley electoral.
En Una teoría del sufragio igual (CEPC, 2021), Urdánoz propone una reforma a nuestra ley electoral que arroja un reparto de escaños fiel al porcentaje de voto cosechado por cada partido, y ello sin necesidad de modificar la Constitución. La cuadratura del círculo que parecía imposible de alcanzar.
Pregunta. ¿Por qué es necesario cambiar nuestra la ley electoral?
Respuesta. En primer lugar, por motivos puros y simples de justicia elemental. La ley electoral otorga un poder político desigual a los ciudadanos. A unos les da más poder que a otros y no lo hace por ningún motivo medianamente justificable. Por ejemplo, sobrerepresenta a los alaveses, cuando Álava es una de las provincias más ricas de España. Además, esta desigualdad hace que ni siquiera se respete el orden en el que los electores hemos situado a los partidos. Hay partidos con más escaños que otros, pese a que tienen menos votos. Y, por último, la dinámica política que produce no es especialmente virtuosa.
P. Resaltas la importancia de que el voto sea igual y acusas a la ciencia política de haberse centrado en otros aspectos, ¿por qué crees que la politología no se ha preocupado por la igualdad de voto?
R. La ciencia política y el derecho constitucional se han centrado en la cuestión de la proporcionalidad y esto nos da una idea de hasta qué punto los verdaderos protagonistas de las elecciones han sido los partidos. Ellos son los primeros interesados en la proporcionalidad porque son los propios sujetos de la proporcionalidad. Por el contrario, el voto igual es propio de los individuos. El hecho de que la ciencia política no haya desarrollado ningún interés epistemológico por el voto igual es significativo de hasta qué punto los partidos han monopolizado el debate. Pero el voto igual, es decir, que todos los ciudadanos tengamos la misma influencia a la hora de conformar parlamento, se ha olvidado. Y a mi juicio es imperdonable.
P. El gran argumento a favor del actual sistema era la estabilidad, en las dos últimas convocatorias, ha sido necesario una repetición porque en la primera vuelta la fragmentación hacía muy difícil el acuerdo. Una vez que hemos visto que la actual ley también puede arrojar resultados inestables, ¿crees que ya puede haber más argumentos a favor de una reforma electoral?
R. Yo no compro este argumento. Se basa en tres mentiras. La primera es que el sistema electoral español evita la fragmentación. Si lo miramos objetivamente, en el Congreso se sientan partidos liliputienses en votos. Probablemente, es el congreso más asequible del mundo para partidos pequeños. A eso se le une que los dos grandes partidos han tenido que gobernar con el apoyo de partidos periféricos. La segunda gran mentira es que en ningún lugar está escrito que los sistemas multipartidistas sean menos eficaces. De los diez países con el índice de desarrollo humano más alto, siete de ellos tienen sistemas proporcionales y multipartidistas. La tercera mentira es que tú no puedes lesionar la igualdad de los ciudadanos argumentando que así se gobierna mejor el país. Eso es perfectamente antidemocrático. No se puede elegir un sistema que lesione la igualdad de voto de los ciudadanos. Imagina que en una comunidad de vecinos se dice que los votos del cuarto piso tienen menos valor que los del resto porque así se gobierna mejor la comunidad. Tendríamos una pequeña revolución.
P. Eso ya pasa en la UE, donde el voto se mide por el tamaño del país.
R. Pero ahí no hay igualdad de voto y no se plantea. Son sistemas electorales que representan territorios. En las cámaras territoriales no existe el voto igual. Eso ya se solucionó con el sistema bicameral, ese invento de los Padres Fundadores de los Estados Unidos. Una cámara para territorios y otra para ciudadanos. Y en las cámaras ciudadanas no tiene sentido que no haya igualdad de voto.
P. Siempre se ha pensado que con la actual ley era muy difícil que un partido nuevo pudiera crecer a nivel estatal. Los resultados de Podemos, Cs y Vox lo desmienten.
R. Esto da la razón a los que decíamos que no es muy razonable la manera en que se gestiona la pluralidad en nuestro sistema. Ha hecho falta una crisis económica, el estallido del 15M y una desafección brutal para que aparezcan en 2015 dos partidos políticos nacionales. Pero es que los dos, en su primera convocatoria, superaron el 15%, y eso es una barbaridad. Lo normal es que empiecen con un 5%, luego un 7% y, poco a poco, vayan creciendo. Que dos partidos entren a la vez con un 15% señala la absoluta desafección que había generado el propio sistema electoral por no ser capaz de absorber las novedades. El escudo bipartidista dejaba fuera toda esa ilusión que no entraban en los cauces bipartidistas. Ahora está pasando algo parecido con la Constitución, que no se está reformando y al final parece que en España en lugar de progresar paulatinamente, lo hacemos por golpetazos. Todo lo que ha ocurrido con el rey emérito, con la corrupción del sistema a la que hemos asistido, la cuestión catalana… Parece que hay una especie de herejía o anatema respecto a una reforma constitucional. Como si solo pudiéramos cambiar a golpe de ruptura y eso yo creo que no es sano.
P. Hasta ahora se defendía el sistema electoral vigente porque era la forma de garantizar que hubiera un representante de cada provincia y que esa era lo forma de dar voz a la España vaciada, aunque el surgimiento de plataformas como Teruel Existe indica que esos territorios no están muy satisfechos con la representación que han tenido por el momento.
R. Este es un buen ejemplo de cómo funcionamos a golpetazos. No sería raro que en las próximas elecciones se repitiera el mismo fenómeno en otras provincias. Al final parece que el sistema electoral va a reventar por abajo. Aquellos electores a los que siempre se ha sobrerrepresentado se van a dar cuenta de que tienen un poder de voto mayor y lo van a usar, pero no como hasta ahora, de un modo amable para el PP y el PSOE, sino en su contra. Y, si eso ocurre, empezaremos a escuchar por parte del PSOE y el PP que no es bueno que estos territorios estén sobrerrepresentados. Al tiempo.
P. Introduces una segunda salvedad en tu propuesta que precisamente impediría estas plataformas.
R. No las impediría, las trataría igual a todas. Lo que yo digo es que un partido que no tenga un trescientoscincuentavo de los votos, no puede obtener representación ¿Por qué? Porque sería injusto, ya que sus votos valdrían más que los del resto de ciudadanos. Si esas plataformas o listas se presentasen de forma coaligada en varias provincias y superaran la barrera de la trescientascincuentava parte (o la que se decida, en su caso), entonces sí entrarían en el congreso.
P. Esto permitiría que cualquier partido regional presentase una lista en provincias que no fueran las suyas.
R. Claro. El PNV, por ejemplo, podría presentar lista en Madrid. No iban a ganar ni un escaño de esa lista madrileña, pero los votos que sacaran allí sí iban a ayudar al PNV. Más País podría presentar candidaturas en todas las circunscripciones. No sacaría escaño en todas, pero todos los votos ayudarían. Con este sistema, además, se permite que los votantes de Podemos, de Ciudadanos, y de otros partidos similares, estén representados en las provincias pequeñas como Teruel, Segovia… Estos votantes nunca han estado representados, porque solo se representaba a los turolenses que votaban al PP o al PSOE. Ahora sí tendrían representación, por lo que el voto no solo sería igual, sino que también sería útil para sus formaciones.
P. Con este sistema, ¿pasaríamos de la barrera del 3% del voto a una barrera de 1/350 de los votos emitidos?
R. Cuando presento el sistema electoral, lo hago sin barreras. Pero creo que sí debería haber una barrera del 3% o el 4%. Con un sistema que permite las coaliciones y que contabiliza que todo voto sea útil, eso no debería ser un problema. Pero ese tipo de detalles ya serían cuestión de debate en el parlamento. Lo relevante del sistema es que todos los ciudadanos españoles tienen la misma influencia del voto, que se puede votar desde cualquier parte de España y que si tu partido supera la barrera, tu voto va a ser útil. Eso hace que los electores estemos al mando. Los partidos suben o bajan de acuerdo a la voluntad de los electores. ¿Por qué tenemos que conceder a unos votos más valor que a otros? El sistema que propongo no iguala a los partidos, iguala a sus votantes. No era IU la que estaba tradicionalmente infrarrepresentada, eran los votantes de IU. El sistema actual favorece a PSOE y PP y por eso se niegan en redondo a modificarlo. El argumento de que este sistema representa a Teruel es mentira. Es evidente que Teruel no ha estado representada por el PP y el PSOE, lo que pasa es que PSOE y PP han usado a los turolenses para lograr una sobrerrepresentación que no les corresponde.
P. De esta forma, ¿acabaríamos con esta sobrerrepresentación de votantes?
R. Claro. El hecho de que unos electores estén más sobrerrepresentados que otros clama al cielo. La democracia se basa en que todos tenemos voz en la asamblea y levantamos una mano que cuenta igual, y no podemos asumir un sistema que valora más unas voces que otras. Es tan básico y tan intuitivo que da miedo tener que argumentar este tipo de cosas.
P. ¿Por qué ninguna institución se ha pronunciado en contra de nuestra ley electoral si es tan injusta?
R. Resulta escandaloso que el Tribunal Constitucional no haya dicho esta boca es mía en relación con un sistema electoral que hasta el propio Peces Barba reconocía que era preconstitucional. Como nadie ha recurrido la cuestión del sufragio igual, pues el TC ni siquiera se ha podido pronunciar al respecto. Pero tenemos el sistema electoral más desigualitario del mundo. La Comisión de Venecia establece un límite de desigualdad en el poder de voto de un 15%, y eso en situaciones excepcionales. En España estamos, cada cuatro años, en un 350%, algo absolutamente escandaloso. Pero aquí no pasa nada.