José Luis Moreno Pestaña (Linares, 1970) es uno de los filósofos políticos más innovadores en el panorama español. Prueba de ello es que ha obtenido la II segunda edición del Premio Internacional de Pensamiento 2030 con su trabajo "Los pocos y los mejores" (Akal, 2021). En el ensayo se adentra en una crítica del sistema político y cómo el concepto marxista de fetichismo de la mercancía ha lastrado la actividad política. El sistema electoral y la competencia de partidos han provocado que el prestigio político se imponga al valor político mermando las posibilidades de que se impongan los acuerdos a los desencuentros. Moreno Pestaña es un firme defensor de la introducción del sorteo como herramienta para profundizar la calidad de nuestras democracias, pero sin desechar las elecciones ni otras formas: “Primero los expertos con un control democrático. Segundo las elecciones cuando sepamos qué cualidades buscamos y cómo podemos identificarlas. Y tercero, sorteo, rotación y rendición de cuentas”.
PREGUNTA: Partes del concepto marxista de fetiche de la mercancía para hablar del fetiche del prestigio político en contraposición al valor político
RESPUESTA: Sí, una de las cosas que más llama la atención en la clase política es la cantidad de gente que no sabe hacer absolutamente nada. Hay gente que les dices “conduce una reunión” pero luego no son capaces ni siquiera de estar pendientes de lo que se está debatiendo. Uno piensa que en la política hay burócratas terribles que enredan a la gente, pero es que hasta para eso hay que saber.
P: ¿Cuál es el problema de selección de entrada en la política?
R: Antes, los partidos de izquierda, por ejemplo, tenían cierta trayectoria sindical. Pero ahora te encuentras con gente incapaz de gestionar una comunidad de vecinos.
P: ¿En qué momento cambia ese perfil de los actuales dirigentes’
R: La política es la gestión de una comunidad y hay mediciones que hay que tener en cuenta. Hay que hablar en un tiempo, hay que tomar decisiones en otro y hay que llevarlas a cabo en otro. Pero la política no es un sitio de experimentación artística, ni un sitio de debate científico. Esas actividades están muy bien pero tiene cabida en otros espacios. Eso en los espacios del 15M, no se veía bien, porque había mucha gente que procedía de espacios universitarios o artísticos y al final volvían la política totalmente disfuncional. Eso ha tenido un efecto muy perverso porque expulsó a mucha gente del activismo político básicamente porque no tenían tiempo.
P: Esa es una de las paradojas de la democracia actual: requiere participación pero la ciudadanía no tiene tiempo ¿crees que en ese sentido vivimos en una democracia más formal que real?
R: Completamente. Al menos mientras no se introduzca el concepto de trabajo democrático. Las sociedades deben reconocerlo. En Grecia, la gran revolución democrática de Pericles y Efialtes fue la introducción de salarios para aquellos que asistían como jurados, o a la Asamblea, incluso al teatro, que para los griegos tenía un aspecto formativo y no solo lúdico. Esto nos demuestra que no puede haber participación real y efectiva para los sectores que tienen más carga laboral y de cuidados mientras no se palié ese efecto. Hay que hacerle frente a esos filtros de tiempo que impiden la participación de esa gente. Si nosotros queremos democracia, tenemos que tener reconocimiento a ese espacio democrático. Hay muchas fórmulas. Puede ser con un salario, con un espacio en la actividad laboral, con renta básica… Es la única forma de evitar una selección de clase. Esto opera en todos los espacios. En las asambleas del 15M, también ocurría. Al final están en la política, quienes sobreviven a la dictadura del tiempo libre.
P: Si se mira el perfil profesional de las 350 representantes del Congreso, en todas las legislaturas la mayoría es de funcionarios, que son quienes más tiempo libre tienen y menos presiones profesionales.
R: Claro, es que no hay un censo explícito que impida participar en política, pero sí se produce de forma implícita. Es una especie de sufragio censitario. Esto siempre ha formado parte de la cultura antidemocrática desde los inicios. Aristóteles, que era un materialista político, decía que democracia era mejor si era de campesinos y no de trabajadores urbanos, porque los campesinos como tenían que trabajar así no participaban. Esto se ha agravado más en el época neoliberal, porque la vida política en las empresas es inexistente. Promocionar un nuevo sindicato, por ejemplo, es imposible.
P: Hablas de Aristóteles, pero no es el único caso de crítico de la democracia al que se le reivindica desde posiciones democráticas, y estoy pensando en Sócrates
R: Sócrates se ha canonizado por parte de Platón. Y no hay que olvidar que Platón es sobrino nieto de Critias, que era el jefe del Gobierno de los Treinta Tiranos, el gobierno que mandó en Atenas durante la ocupación espartana y que ejecutó a tantos ciudadanos que hasta los propios espartanos quedaron horrorizados. Y Critias era un discípulo de Sócrates. Las críticas de Sócrates a la democracia eran muy claras. Mi teoría del conocimiento en democracia viene de del diálogo platónico de Protágoras. Sócrates dice que deben gobernar los que tengan conocimiento, pero Protágoras le señala que el conocimiento pueden ser muchas cosas. Hay un conocimiento experto que no sea accesible al conjunto de los ciudadanos. Luego hay un conocimiento que puede ser accesible en la medida en que haya instituciones que faciliten la propagación de ese conocimiento. Es la teoría del flautista mediocre. Si todos los ciudadanos de Atenas estudian para ser flautistas, la mayoría serán muy mediocres, pero cuando salgamos de Atenas, nos encontraremos que un flautista mediocre de Atenas es un virtuoso en Esparta. Lo mismo pasa con la democracia. Hay saberes que se adquieren por la simple familiarización y por medio de la práctica. Para el primer tipo de conocimiento que necesita expertos es importante que haya un control democrático, pero para el segundo tipo de conocimiento, lo que necesitamos es que la población lo adquiera. Esto no ocurre en la actualidad porque los expertos se utilizan como excusa para introducir las medidas que los políticos quieren introducir.
P: Hablas de introducir el sorteo como herramienta para regenerar estas cuestiones, en el proceso de elección del CGPJ se llegó a proponer usar el sorteo como método de elección final. ¿Por qué crees que no se adopta una cuestión así para evitar bloqueos indefinidos?
R: Porque el sorteo impide el chalaneo político y la manipulación de esas instituciones. En la cultura liberal cuando se ha querido arbitrar un conflicto entre las élites, siempre se ha utilizado el sorteo. En las tradiciones burguesas, el sorteo tiene cabida en el ámbito judicial. Para los revolucionarios del siglo XVIII, la tarea judicial era algo que no requería especialización ninguna. A la hora de constatar un hecho, se confía más en 20 ojos que en dos. Claro que hay un juez que aconseja, pero se trata de juzgar. Segunda observación. Cuando las élites estaban enfrentadas y no llegaban a un acuerdo, arbitraron el sorteo como norma para evitar el conflicto interno. Es el caso de la República de Venecia, que la llamaban la Serenisima porque nunca tenía conflictos. Las grandes familias sorteaban el puesto de Dogo para evitar disputas. No es democracia radical, es simplemente una estrategia aristocrática para impedir la autodestrucción. Pero ¿qué es lo inteligente del sorteo? Pues que impide la manipulación. Hay dos argumentos a favor del sorteo. El liberal es que impide la manipulación. El socialista es que ayuda a las personas pobres a participar en política. El sorteo además te previene de los excesos de ambición.
P: Es que si además tienes interés en medrar en política, es difícil que hagas carrera con el sorteo, a menos que lo manipules como las bolas calientes de los sorteos de fútbol
R: Platón decía que tenían que gobernar los que no tuvieran interés, porque el que tiene ambición es por algo. Además posibilita que surjan las cualidades de muchas personas que por humildad o sentimiento de inferioridad, permanecen atrás. En Francia no hay partido político que no introduzca el sorteo en su programa electoral. ¿Qué ha hecho Macron para acallar la revuelta de los chalecos amarillos? Ha elegido una asamblea ciudadana por sorteo para discutir sobre la crisis climática. Cuando se habla de que para solucionar un problema hay que elegir a los mejores, falta definir quiénes son esos mejores.
P: De hecho, en el libro comentas que la definición de mejor se ve alterada por los conceptos de valor político y prestigio político
R: En términos marxistas es lo que se denomina valor de uso y valor de cambio en un entorno competitivo. Los mejores son los que tienen capacidad para imponerse porque son violentos y agresivos porque la competencia de tipo electoral hace emerger cualidades que deberíamos contener en la política y las estamos promocionando. Ese es el problema. Y otras cualidades no sabemos promocionarlas, como la capacidad de escucha, la de convivir con gente piensa distinto a ti, eso es la clave de bóveda de las sangrías que tienen los partidos. Y a eso se le puede poner solución con el sorteo como método de elección en los partidos. Con el sorteo se impide que los puestos de control de las organizaciones políticas los ocupen personas expertas en las malas artes. Si los partidos tuvieran grupos de militantes elegidos por sorteo para dirimir los conflictos internos, lo que se conoce como comisión de garantías, las disputas entre facciones serían mucho menos violentas.
P: ¿Por qué crees que no se hace?
R: Porque no les interesa tener a nadie en la organización. No son partidos políticos, son organizaciones de promoción empresarial de la actividad política. Tienes a grupos de personas que llegan en oleadas y juegan al todo o nada cuyo objetivo no es estabilizar organizaciones y tener debates políticos sino conseguir cuanto antes los recursos políticos. La única manera de evitar eso de forma democrática es con el sorteo.
P: Hablabas de los conflictos internos en los partidos, estamos acostumbrados a que las disputas en los partidos españoles terminen con el perdedor abandonando la organización, como si no fuera posible la convivencia interna
R: Desde que Alfonso Guerra dijera aquello de el que se mueva no sale en la foto, todos los partidos políticos han seguido ese modelo. No es cierto que no haya gente interesada en la política. Mucha gente se acerca a los partidos, lo que pasa es que duran poco. Los partidos se han convertido en una máquina enorme de atraer gente, pero también de expulsarla porque los desilusionan. Una de las cosas más divertidas que se puede hacer es intentar afiliarte a un partido a ver qué pasa. Hay partidos que no quieren ni que te afilies porque eso significa más gente para repartir. Otra opción es que te afilies y pagues una cuota para mover una bandera en los mítines pero no hay debate nunca. No se hace política en los partidos políticos, sino que son organizaciones empresariales para articular el acceso mediante elecciones a los recursos públicos para gestionar la sociedad.
P: Y si no se hace política en los partidos, ¿dónde se podrá hacer?
R: En los partidos todavía se puede hacer política. No hay tantas diferencias entre los votantes de distintos partidos cuando se habla de sanidad, pensiones, urbanismo… Precisamente en esos temas es donde mejor se podría aplicar una el sorteo. Una asamblea donde participen ciudadanos normales podría ofrecer un contrapunto interesante a las cuestiones políticas. Pero para eso, lo principal es el sorteo. Luego es cierto que hay que democratizar los partidos para que se conviertan en lugares estables donde la participación sea necesaria y reclamada. Donde además se puedan gestionar las victorias y las derrotas sin caer en la expulsión y la laminación.
P: ¿Y a eso cómo se llega?
R: Si tuviera la fórmula, escribiría otro libro. Ahora que se cumplen 10 años del 15M, quizá sea buen momento para replantear lo que significa la participación política. Incluyendo ahí la autocrítica de todo aquello que las Asambleas del 15M contribuyeron al desánimo por falta de comprensión de lo que significa una participación política. Una cosa muy importante es demostrar que la democracia es eficaz. Si no lo conseguimos, entonces viene el caudillismo. Y el caudillismo también es malo, además de ineficaz.
P: Señalas la necesidad de recuperar un debate informado que no tenemos en la actualidad en nuestras democracias
R: La mejor forma de llevarla a cabo es con las Asambleas sorteadas. Ese debate debería hacerse en los parlamentos, pero no tiene lugar, porque los políticos acuden con los argumentarios de sus partidos sin posibilidad de intercambiar opiniones. Una Asamblea sorteada de ciudadanos donde varios grupos de expertos pudieran exponer sus opiniones es una institución necesaria para la democracia. De lo contrario, la democracia no existe. En Irlanda se llevó a cabo el sorteo de una asamblea para debatir sobre la aprobación de la ley del aborto. Y funcionó. Democracia y deliberación tienen que ir de la mano. La democracia supone que somos capaces de cambiar nuestras posiciones mediante la escucha activa del otro.
P: Esa espacio de deliberación que se conoce ahora como opinión pública se supone que se sustenta en los medios de comunicación, y sin embargo, no hemos cumplido nuestra misión
R: Es que los medios de comunicación han apostado por lo que Pierre Bordieu denominaba pensadores Lucky Lucke: piensan más rápido que su sombra. Con ese modelo de debate político vamos al desastre. En la mayoría de las tertulias políticas no se dice nada. Incluso a veces presentando cifras, que no sabemos qué quieren decir. Hemos establecido un acceso a la profesión de tertuliano que además reproduce los peores rasgos de la política demagógica. Por eso desaparecen las posiciones moderadas y se fomentan los extremos. Eso es un problema enorme. Todo eso se produce por la pelea de los medios por conseguir audiencia.