Amarna Miller (Madrid, 1990) se dio a conocer como actriz de cine para adultos. Fue la estrella más rutilante del panorama español y se trasladó a Estados Unidos, donde consiguió varias nominaciones en los premios Adult Video News, considerados los Oscars del cine para porno.
Sin embargo, un día decidió dejar la industria, como ella lo llama, y se dedicó a explorar su carrera artística como creadora de contenido digital; no en vano, es licenciada en Bellas Artes. Su voz siempre se ha definido feminista y rechaza que se cuestione que feminismo y pornografía puedan convivir: “Cualquier persona puede ser feminista y no quiero legitimar la pregunta de si una trabajadora sexual puede ser feminista, por eso me niego a contestarla. Se puede ser feminista independientemente de tu profesión. Precisamente, las profesiones que han sido más machistas es dónde más hace falta que haya puntos de vistas feministas”, afirma con rotundidad.
Ahora ha publicado el libro “Vírgenes, esposas, amantes, putas”, donde en 288 páginas, partiendo de un recorrido de sus vivencias, explora respuestas feministas distintas a las convencionales sobre la educación sexual, el consentimiento, el poliamor y la sexualidad femenina.
Pregunta: Comentas que la sociedad no tiene referentes femeninos. ¿Te gustaría que las niñas de ahora te tuvieran como referente?
Respuesta: Buf, yo no me considero ningún referente. Intentar que los valores de uno movimiento se ajusten a una persona es ridículo porque los valores son absolutos mientras que las personas se equivocan. Es una etiqueta que me queda grande. Yo lo que aspiro es a masticar mi realidad y que sirva de reflexión para otras personas. Con eso me doy con un canto en los dientes.
P: El libro tiene un aire de alegato autobiográfico, para narrar desde tu experiencia el sometimiento de las mujeres, sin embargo, llegas a señalar que nadie se ha preocupado por tu punto de vista y que siempre se ha proyectado tu imagen de actriz de cine para adultos ¿tan difícil es superar ese cliché?
R: Cuando he dejado la industria he trabajado de otras cosas y no he tenido problemas. Lo que sí pienso es que los medios viven de la polémica. Yo he sentido que durante muchos años mi vida y mi realidad ha sido manipulada para conseguir más audiencia. A veces de manera evidente, a veces de manera sutil. Lo que la experiencia me ha dado es que los medios no quieren contar la realidad sino conseguir audiencia. En el libro quiero destilar mis experiencias y cómo las he vivido por el hecho de ser mujer. Hay muchas cosas que he vivido y he aprendido a base de caerme y volverme a levantar. Hablamos de maltrato, de acoso, de abuso… Son situaciones en la que me he sentido muy sola pero que no son una cuestión individual, sino que atraviesan a muchísimas, muchísimas, muchísimas mujeres. Por eso quería sacarlas afuera para que, ojalá, otras mujeres no tengan que pasar por lo mismo.
P: Titulas el libro como vírgenes, esposas, amantes, putas como si no hubiera más categorías para las mujeres: compañeras, madres, hermanas, hijas.
R: El título es una alegoría para expresar que las mujeres hemos sido históricamente definidas por cánones ajenos. Nuestra identidad se ha visto definida por lo que la sociedad esperaba de nosotras. Hemos sido las amantes diligentes, las esposas prudentes, las vírgenes inocentes… Y al final todas estas etiquetas han sido impuestas desde fuera. Por eso el título del libro busca resignificar ciertas palabras. No hay nada malo en ser ni virgen, ni esposa, ni nada. Lo malo es que no lo hagamos por elección, sino por imposición.
P: ¿Qué significa feminizar la sociedad? Hablas de que las mujeres tienen referentes masculinos y se vuelven masculinas.
R: No se trata tanto de actitudes masculinas o femeninas, sino con la toxicidad de ciertos comportamientos. Yo echo de menos jefes y jefas que no tengan miedo a decir que se han equivocado, que asuman que a veces no saben todo y que tiene que consultar con su equipo… Que la autoridad no tiene que ser ese ojo de Saurón que todo lo sabe y alcanza todos los saberes.
P: ¿Cómo viviste el proceso de naturalizar el poliamor?
R: A mí lo que más me costó fue deconstruirme los celos. Yo era muy celosa y era consciente de que me estaba haciendo daño, pero no sabía cómo gestionarlo. Y me estaba afectando mucho, no sólo en cómo me relacionaba con mi pareja sino también en cómo me aceptaba a mí misma, porque eso tiene que ver mucho con nuestras inseguridades y nuestros miedos. Y como todo el mundo, también tenía muy idealizado los mitos del amor romántico. Pensaba que tenía que encontrar una persona para toda la vida que me tenía que completar como media naranja. Y para mí, encontrar el poliamor también supone cuestionar todos estos paradigmas que me han enseñado desde pequeña. Otra idea que me tuve que cuestionar es que si verdaderamente estás enamorada no te va a gustar nadie más que tu pareja. Y cuando me enfrento a mis relaciones y veo que al cabo de un tiempo me empiezan a gustar otras personas, me siento mal. Me siento rota. Siento que hay algo que está mal en mí. Pero me cuestiono si lo que está mal soy yo o el modelo que me han enseñado desde pequeña. Si es que yo estoy rota o no me han enseñado a relacionarme con otras personas de otra forma que no sea la monogamia. Entonces descubro las relaciones no monógamas y veo que ahí está lo que yo aspiro a tener en una relación.
P: Señalas que ante el acoso callejero y micromachismos hay que combatirlo con enfrentamiento directo por parte de ellos y ellas.
R: Me parecen maravillosos los talleres de autodefensa porque es cierto que las mujeres hemos sido educadas en el miedo a los hombres y tenemos que reapropiarnos de un sentimiento de dignidad y empoderamiento. Pero, también entiendo que hay batallas que no se quieren librar a veces. Y hay ocasiones en que no te apetece enfrentarte a un grupo de hombres y te cambias de acera, porque no tienes fuerzas o por el motivo que sea. Y ambas decisiones me parecen legítimas. Cada una debe decidir qué batallas quiere librar. No todo tiene que ser un acto político. No todo tiene que ser una llamada a las armas. Lo que sí creo es que dentro de los hombres se tiene que poner sobre la mesa que uno de los principales motivos por los que existe el acoso callejero es por la aceptación grupal. Cuando hay varios hombres y pasa una chica, saben que si le dices algo vas a ejercer una forma de poder. Te vas a imponer ante esa chica que está pasando y se lo vas a mostrar al resto de hombres. Y te conviertes en el macho alfa. Eso es la masculinidad más tóxica. Creo que por mucho que nos empoderemos las mujeres, la batalla pasa también por decirle a los hombres que esas actitudes son tóxicas y no es deseable un hombre así.
P: ¿Puede un hombre heterosexual ser víctima del machismo?
R: Más que víctimas del machismo, heredero del machismo, porque todos lo somos. Tanto a nivel laboral como relacional, todos estamos inmersos en el mismo problema. Es cierto que las mujeres hemos sido objetivo del acoso callejero y la violencia a lo largo de la historia, pero los hombres también lo han sufrido de otra manera. Toda esa idea de que el hombre tiene que ser proveedor y llevar la comida a la mesa, que el hombre no puede llorar, no puede mostrar sus sentimientos es herencia de un sistema de presión que pretende imponer lo que significa ser “un hombre de verdad”. Porque lo que tenemos ahora que reconstruir es poder elegir nuestra identidad más allá de los roles sociales que nos han impuesto desde pequeños.
P: Es muy interesante el papel que dices que pueden jugar los hombres en el movimiento feminista no sólo como aliados.
R: Dentro del feminismo hay un argumento que me produce mucha fricción y no acabo de estar de acuerdo. Para que los hombres no acaparen algunos estratos de la lucha y de los movimientos sociales, tienen que ser aliados y no feministas. Eso me chirría porque un aliado es alguien que te apoya y no está en la lucha. Un aliado es un país vecino que te presta unos tanques para una guerra que no va con él. Y yo creo que los hombres tienen que estar en el feminismo de forma activa. Lo que planteamos con el feminismo es una nueva manera de entender el mundo. Una nueva ética que nos lleva a ponernos las gafas violetas. Para eso, necesitamos a todos los estratos de la población, y eso incluye también a los hombres.
P: Además del papel que deben jugar los hombres, el gran conflicto que aturde al movimiento feminista ahora está en si las personas trans son mujeres o no.
R: Para mí las mujeres transexuales son mujeres y son sujetos políticos dentro del feminismo.
P: Dices que "el feminismo se disolverá cuando haya triunfado", pero hay quien lo considera una lucha inacabable.
R: El feminismo es una lucha inacabable. Hay muchas corrientes que reivindican distintos aspectos, por lo que cuando se consiga una cosa, será insuficiente para unas y bastante para otras, por lo que siempre existirá el feminismo. Y me parece positivo que no desaparezca porque eso quiere decir que todavía hay espacio para la crítica constructiva y a través de esa crítica donde se señalan esas situaciones que no son las correctas es donde crecen los discursos y donde se pueden hacer más complejos.
P: Detallas el nivel de precariedad que tiene el trabajo sexual y lo achacas a la falta de regulación legal. Más allá del debate de legalizar o no la prostitución, ¿por qué crees que el resto de trabajadoras sexuales (actrices, strippers, acompañantes…) no tiene una reglamentación clara?
R: Es la consecuencia lógica de tener un trabajo bajo la alfombra. Cuando realizas un trabajo a escondidas lo normal es que no tengas unas condiciones de trabajo dignas.
P: ¿Por qué crees que no ha habido interés en regular nunca este sector?
R: Porque existe mucho estigma. Cualquier partido político que se posicione a favor de establecer un sindicato o un convenio de trabajo va a asumir muchas críticas. Por eso les vale más la pena ganar votantes que tratar de regular una situación de precariedad.
P: ¿Crees que este gobierno tampoco lo va a afrontar?
R: No, desde luego. A las pruebas me remito.
P: ¿Sigue faltando educación sexual? Hablas de que no se toca el placer o el consentimiento mientras se habla de educación sexual.
R: Hemos entendido siempre la educación sexual como una cuestión centrada en las problemáticas derivadas del sexo, como la ETS o los embarazos no deseados pero no nos enseñan nada relacionado con un modelo sexoafectivo. Por ejemplo, ¿qué pasa si no te está gustando lo que la otra persona te está haciendo? ¿cómo lo comunicas? ¿qué haces si estás en una situación en la que no te estás sintiendo cómodo o cómoda? No nos enseñan nada relacionado con el placer, solo tenemos una educación sobre la culpa, la vergüenza y los problemas. No nos enseñan nada sobre las cosas divertidas que tiene el sexo. Entonces cuando llegas al momento de empezar a experimentar te llevas un batacazo. Cuando te enfrentas por primera vez a la sexualidad, piensas “vaya, ¿esto era todo?” porque hay muchas cuestiones que no te han advertido ni te han explicado. Nadie te dice cómo es un orgasmo. Siendo hombre es sencillo porque hay eyaculación, pero ¿siendo chica? Nadie te ha dicho cómo te tienes que correr, ni siquiera te han explicado qué cosas tienes que tocar para correrte. Eso es frustrante y provoca un montón de problemas que tienes que solventar con el tiempo y con la edad. Que haya gente que a los 30 años todavía esté descubriendo que no hay diferencias entre un orgasmo clitoriano o un orgasmo vaginal es delirante. Y todo tiene que ver con la falta de una educación sexo afectiva sana.
P: Señalas que el satisfayer ha supuesto una revolución, no solo por el número de ventas sino por lo que supone normalizar el placer femenino sin necesidad de penetración
R: Es una de las grandes historias de los últimos años en el tema de la sexualidad. Porque no solo es que se haya puesto de moda un juguete sexual para las mujeres, sino que es un juguete sexual centrado únicamente en el placer femenino. No tiene forma fálica, no tiene penetración. Hasta ahora, todos los juguetes incluían penetración y llega esto que no tiene nada que ver. Es una revolución.