Se cumplen doce días desde la erupción del volcán de Cumbre Vieja, todos nos preguntamos cuándo va a acabar esta pesadilla para los palmeros. Si nos atenemos a lo que duró el volcán de Teneguía hace cincuenta años, el que menos tiempo estuvo en erupción, quedarían otras doce jornadas más. Sin embargo, resulta imposible hacer cualquier vaticinio.
Domingo, 19 de septiembre, el volcán entra en erupción, sus rugidos expanden el pánico entre la población. Al día siguiente comienzan los desalojos y miles de personas tienen que dejar sus vidas atrás entre la angustia y el temor.
Sus hogares son engullidos por la lava, vemos impotentes como devora todo lo que encuentra, el volcán no da un solo respiro, apenas descansa lo que obliga a retroceder.
Por las noches vemos y oímos su bravura, por el día la lluvia de ceniza cubre de negro la isla. Las mediciones de la calidad del aire son constantes.
Desde un helicóptero podemos ver perfectamente la enorme extensión de la colada, como avanza y como amenaza la población de Tazacorte.
Su iglesia, el símbolo de la resistencia se desploma sin remedio, ni la montaña de Todoque puede evitar lo inevitable.
La lava traspasa el último obstáculo y el miércoles una enorme cascada se precipita por el acantilado. En poco tiempo se forma un nuevo delta dejando un reguero de destrucción sin precedentes.