Este 26 de octubre se cumplen 50 años de la hasta hace poco última erupción terrestre en España, la del volcán Teneguía, en La Palma y que Eumenio Ancochea, catedrático de Petrología y Geoquímica de la Universidad Complutense de Madrid, vivió como estudiante de cuarto curso de carrera. Medio siglo después, trabaja a pie de volcán y explica que, aunque las técnicas han cambiado, los paralelismos entre las erupciones pueden ayudar en el estudio de la que vivimos hoy en día y que, de momento, no parece tener prisa por finalizar.
La erupción del TeneguíaerupciónTeneguía se produjo cuando yo estaba en cuarto de carrera. Por aquel entonces, el seguimiento se hizo desde la Universidad Complutense de Madrid y mis profesores fueron a La Palma a estudiarlo. Hace cincuenta años no teníamos las noticias a diario como ahora. Los alumnos intentamos organizar un vuelo para ir, y cuando ya lo habíamos gestionado la erupción terminó. A muchos de nosotros, esa experiencia nos empujó a dedicarnos al vulcanismo, animados también por el trabajo de uno de nuestros profesores, José María Fuster, quien tomó imágenes y participó como guionista en la película La erupción del Teneguía. Diario de un volcán.
Habría que distinguir entre varios aspectos. En cuanto a la erupción propiamente dicha y no su estudio, la diferencia fundamental es que una no fue destructora y otra es una auténtica tragedia. Eso es debido a que la del Teneguía se produjo en una zona que no estaba habitada y a que la propia isla de La Palma estaba mucho menos habitada que ahora.
Desde el punto de vista de daños humanos y propiedades, no hay comparación: la erupción actual es muchísimo peor. Desde el punto de vista vulcanológico no hay apenas diferencias, se parecen muchísimo. La actual ya ha superado en días a la del Teneguía (24 días). Cuando vemos la película del Teneguía nos damos cuenta de que, salvo la destrucción, casi todo lo que estamos viendo ahora en televisión se vio en ella.
Todas. Una de las principales, el nivel de seguimiento, que lo realizan los drones. Antes, los científicos seguían la lava y anotaban en un mapa a mano por dónde pasaba. Hay cosas distintas como los datos sísmicos, la deformación del terreno, las medidas de gases o el seguimiento por satélites. En definitiva, las técnicas son más modernas.
Esta erupción está siendo monitorizada con todos los medios que hay y la del Teneguía era más artesanal, los científicos dormían al lado del volcán en sacos de dormir, iban sin mascarilla y se metían en zonas peligrosas a las que ahora no nos acercamos. Pero muestreaban y estudiaban las lavas igual que ahora.
Nos dejó todo. Casi todo lo que está pasando sucedió en la del Teneguía: la llegada de las coladas al mar, los gases, el derrumbamiento del cono. Nos enseña mucho sobre el mecanismo volcánico. La erupción actual es una mezcla de la del Teneguía y de la del San Juan en 1949, que fue prácticamente en el mismo sitio que la de ahora.
Ha sido un trabajo en equipo. Formo parte de un grupo de vulcanólogos que pertenecemos a la Universidad Complutense de Madrid, a la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y a la Fundación Telesforo Bravo de Canarias y normalmente dos investigadores están siempre allí siguiendo al volcán.
Lo primero que hicimos cuando llegamos en el primer viaje a La Palma fue ofrecer nuestra ayuda al Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (PEVOLCA) y la aceptaron, así que nos dedicamos a lo que sabemos hacer: petrología. Para ello necesitamos muestrear los piroclastos y las lavas que expulsa cada día el volcán, y por otra parte nuestra visión de geólogos del proceso complementa la suya.
Lo ideal es cogerla fundida, pero eso es muy difícil y algo inútil. Tenemos que cogerla algo incandescente para tener la certeza de que acaba de ser emitida. Porque lo importante no es solo extraer muestras, sino ver cómo evolucionan día a día. Primero elegimos una parte, la alejamos de la colada, y tratamos de enfriarla, trocearla y coger la muestra.
Las lavas pueden ser de una misma zona geográfica y ser lavas bastantes distintas, pero en este caso son muy parecidas a las de erupciones anteriores. Las lavas de los primeros días se caracterizan por dos minerales, piroxeno y anfíbol, y a partir de un determinado día el anfíbol es cada vez más escaso y hay cada vez más olivino.
Eso en algún momento nos creó ilusión porque en el Teneguía la erupción acabó unos días después de producirse ese cambio, pero aquí no ha sucedido así. A nivel de composición, las lavas de esta erupción se parecen muchísimo a todas las que ha habido históricas en La Palma, no solo a la del Teneguía.
Hay dos tipos de información. Una rápida que es, cuanto antes, dar información al PEVOLCA de lo que estamos viendo y que ellos la unan a toda la información que ya tienen. Esa es la más urgente. De cara al futuro, iniciaremos una investigación y en los próximos años el grupo de vulcanismo irá publicando los resultados obtenidos del análisis de estas muestras. Aquí, en los talleres de petrología, se preparan las muestran y luego aprovechamos los Centros de Asistencia a la Investigación (CAI) de la universidad para hacer los análisis correspondientes.
Hay dos sensaciones contrarias: una es la grandiosidad del proceso, el ver cómo la naturaleza controla todo, y que objetivamente es un espectáculo bello, y la otra es la destrucción, que te hace dudar y renunciar a esa belleza. En los primeros días te llamaba la atención la espectacularidad y la belleza porque los daños no eran tantos, pero en los últimos días hemos cambiado el sentimiento casi todos. Todos deseamos que se acabe ya, porque la destrucción es enorme.
No apostaría nada porque si acertara sería por casualidad. No se sabe ni hay criterios para saber. El más optimista era el criterio de que si cambiaba la composición terminase ya, pero no ha sido así. También se decía que el volumen era la mitad del Teneguía y que iba a durar la mitad, pero en absoluto. En el Teneguía, un día a media mañana, de repente, el volcán paró, pero en la de 1949 paró y días después volvió a empezar. Desearía que durante esta entrevista se estuviera acabando la erupción, pero en la actualidad no hay signos de que vaya a suceder así.