Tomás Fernández, vicesecretario de organización de Vox y número dos de Javier Ortega Smith, ha sido cesado por la dirección de su partido. Su puesto estaba en el alero desde la salida de Ortega Smith de la secretaría general como adelantó NIUS.
Abascal no descartó más cambios en la dirección nacional en un intento de contener la crisis interna abierta tras la salida de Macarena Olona. Desde entonces su salida se daba por hecha. Fernández será sustituido por la diputada por Madrid, María Ruíz Solás, y seguirá como diputado por Huelva en el Congreso. En Vox insisten en que "no es un cese" sino simplemente una sustitución.
La mano derecha de Ortega Smith se había ganado a pulso la enemistad de las distintas direcciones provinciales que le señalaban como responsable de "sembrar el terror". La formación de extrema derecha vive una catarata de dimisiones en los distintos territorios. La última la semana pasada con la renuncia de su candidato en Galicia, Ricardo Morado. Acusan a la dirección nacional de falta de democracia interna.
Unas críticas que han sido despreciadas por el propio Javier Ortega Smith y tachadas de "insigificantes". Hace unos días mandó a los críticos y a Macarena Olona a "hacer el camino" o "irse al PP".
"Que uno, dos, diez, cien o 2.000 decidan marcharse están en su derecho, nos encanta. Se pueden ir al PP, a hacer el Camino Santiago o a hacer meditación", afirmó.
Tomás Fernández fue compañero de mili de Ortega Smith. En los territorios le acusan de "métodos poco democráticos" lo que ha provocado la sublevación de los cuadros medios de Vox en un buen número de provincias en el peor de los momentos. A siete meses de las elecciones municipales y autonómicas. Fernández también conocido como miembro de "los paramilitares", el 'vendedor de lámparas' o 'Forlady' por su pasado como 'el vendedor de cocinas'. La ristra de motes con los que se le conoce es larga y da idea de la inquina que suscita fuera de Madrid.
Muchos creen que el cese del lugarteniente de Javier Ortega Smith o "sustitución" como prefieren llamarla en Vox llega tarde y no será suficiente para calmar a unos territorios que se sienten maltratados por la dirección nacional, ni para contener la caída de la formación de Abascal en las encuestas.