A lo largo de la mañana del jueves Twitter se llenó de imágenes de Sevilla de lo que parecía… "¿un tornado?", preguntaba alguno que otro. Más o menos, sí. Aunque técnicamente se conoce como tuba y no deja los destrozos que dejaría un tornado, tienen cosas en común. Te contamos cómo se forman.
Lo vieron en Guillena, Alcalá de Guadaíra, Cantillana… Por suerte, no obstante, no causó daños, pero sí regaló un espectáculo para la cuarentena que entretuvo a unos cuantos un buen rato.
La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) anticipaba lluvias, en Sevilla y prácticamente toda España. Una borrasca ha barrido nuestro país y el viento húmedo ha ayudado a cargar bien las nubes que han precipitado incluso en forma de granizo. Eso por no olvidar los rayos vistos a orillas del Mediterráneo. Pero no, esto ha sido lo que ha acaparado la atención el jueves dada su aparición dramática que hizo revolverse a más de uno.
Lo que distingue principalmente a una tuba como la de Sevilla de un tornado (más frecuentes en Estados Unidos), es que no toca tierra. Tampoco toca el mar, en cuyo caso hablaríamos de una manga marina como la que se vio en Málaga hace un par de semanas.
Las tubas se conocen también como nubes embudo y se forman a partir de aire y vapor condensado, que giran rápidamente desde una nube convectiva –es decir, de tormenta, que se genera cuando el calor asciende y se topa con aire frío, lo que hace que se condense–, sin llegar a tocar el suelo.
Para que se formen es necesario que dos masas de aire –una cálida y otra fría– se encuentren, generalmente por la llegada de un frente frío. Primero se forman las nubes de tormenta que llamamos cumulonimbos, y después, si se dan los factores para que se acelere una corriente de viento, se puede dar una tuba.