Cada cinco años, el clima árido avanza en España el equivalente a la extensión de la provincia de Málaga en detrimento de los climas húmedos. Según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), el terreno seco se habría duplicado desde mediados del siglo XX.
España acaba de tener su verano más tórrido jamás registrado. Esto es, desde al menos 1961, cuando empezaron a documentarse las temperaturas, superando holgadamente incluso el verano de 2003, hasta ahora el más caluroso vivido en nuestro país.
Ha hecho calor en tierra, y en el mar. La temperatura superficial del agua del Mediterráneo entre la Península y Baleares ha estado en valores superiores a lo normal de manera ininterrumpida desde comienzos del mes de mayo, y desde la primera semana de julio, también ininterrumpidamente, registra temperaturas que se sitúan en un valor promedio superior a 29 ºC a mediados de agosto, un récord absoluto.
Además del calor, las precipitaciones fueron escasas, especialmente en junio y julio, ya que ambos meses fueron muy secos. En agosto llovió con ganas, pero no lo suficiente para paliar la sequía que arrastramos, con los embalses al 33,5 % de su capacidad total.
El año hidrológico actual, que comenzó el 1 de octubre de 2021 y terminará el próximo 30 de septiembre, está siendo muy seco: con unas lluvias actualmente inferiores en un 25 % al valor normal, es probable que acabe situándose entre uno de los tres más secos de la serie histórica cuando finalice.
A finales de agosto, buena parte del continente europeo se encontraba en situación de sequía meteorológica en base a la definición del Índice Estandarizado de Precipitación y Evapotranspiración (SPEI) a 12 meses.
El SPEI es una extensión del Índice de Precipitación Estandarizado (SPI) que tiene en cuenta la evapotranspiración potencial y captura el impacto principal del aumento de las temperaturas en la demanda de agua.
Así mismo, el observatorio europeo de la sequía de Copernicus indicó que, a finales de agosto, el 25 % el territorio europeo en situación de alerta por esta causa.
En el conjunto del país las precipitaciones han disminuido alrededor de un 12 % desde los años 50 del siglo XX. El incremento de las temperaturas y la disminución de las lluvias se ha traducido en una propagación en España de los climas áridos.
Los climas áridos están relacionados con una menor disponibilidad de agua para las plantas como consecuencia de una mayor evaporación por las altas temperaturas y menor aporte de unas precipitaciones más escasas.
Esto afecta a la producción agrícola porque merma el rendimiento de los cultivos, lo cual acaba teniendo un impacto en la economía, la calidad de vida, el medioambiente y en los ecosistemas, y puede hacer que surjan más plagas o se produzcan daños para la ganadería. Además, un clima más árido traerá problemas en el abastecimiento de agua.
Un estudio reciente publicado por la revista científica Frontiers in Water concluyó que Francia, los Alpes, el Mediterráneo y la Península Ibérica podrían experimentar un aumento de más del 50 % en la frecuencia de sequías extremas en verano.
Según esta investigación, si no se consiguen reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, España tendrá hasta un 96 % más de sequías en julio y un 88 % más en el mes de agosto.