Las temperaturas extremas del verano, marcadas por las intensas olas de calor, no dejan de incrementar la preocupación por el cambio climático y las consecuencias que provoca. Desde ser el ‘caldo de cultivo’ perfecto para más graves incendios, pasando por los golpes de calor, hasta las nocivas consecuencias para el campo y las reservas hídricas, sus efectos están siendo ya devastadores.
España se enfrenta, de hecho, a una sequía histórica; a una situación sin precedentes. En estos momentos, la reserva hídrica del país apenas supera un 43%. Eso, hablando de la media, porque algunos embalses ni alcanzan ni el 14%; una situación límite de norte a sur. Si no llueve abundantemente y pronto, tendrán que aumentar las restricciones de agua.
En puntos como Cangas do Morrazo, en Pontevedra, el servicio de ducha de sus playas ha sido suspendido para ahorrar agua y evitar agudizar la sequía, de la que ni el norte se libra.
Desde el sur, en Córdoba, Ismael, quien dedica siete horas al día para transportar agua a sus animales, describe la gravedad que atraviesa la región, y que se extiende por el país: “Es una situación muy extrema”, señala.
Tras una semana a 46 grados, no tiene más remedio que llenar los abrevaderos a fuerza de tractor y cubas de agua: “Los pozos de la finca se han secado. Tenemos que ir y pedirle agua a pozos de vecinos”, explica.
El agua, precisamente, tampoco aparece en la localidad vizcaína de Bermeo, desde donde los vecinos también relatan con seriedad el escenario al que se enfrentan: “No estamos acostumbrados a que nos falte el agua”, explican. La situación es tal que las autoridades se plantean traer barcos de agua potable para abastecer a toda la comarca.
“Que haya que llegar a esta situación es algo que no nos merecemos”. “No sé si será buena solución, pero algo tendrán que hacer”, señalan los residentes.
Por lo pronto, con las altas temperaturas y la falta de lluvia vaciando embalses y ríos, el Ayuntamiento ha tenido que prohibir el lavado de coches.