Los incendios forestales han arrasado 229.257 hectáreas este año en España, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), y eso sin contar el fuego de Bejís (Castellón), que calcinó 20.000 hectáreas, o el de Vall d'Ebo (Alicante). ¿Por qué estamos sufriendo los peores fuegos del siglo?
En lo que va de año se han producido 50 grandes siniestros (aquellos que superan las 500 hectáreas), una cifra que solo se superó en 2006, con 58. En total, entre enero y agosto de 2022, son ya más de 7.600 los siniestros declarados en España. En superficie quemada, el récord lo ostentaba hasta ahora 2012, año en el que ardieron 166.185 hectáreas hasta mediados de agosto.
El MITECO no descarta que el 2022 supere incluso al 1994, cuando se vivió un infierno de incendios especialmente en las provincias del Mediterráneo.
España se convierte así en el país de la Unión más afectado por los incendios en lo que va de 2022, seguido de Rumanía (149.172 hectáreas), Portugal (92.165), Francia (62.084) e Italia (47.363), según los datos del Sistema Europeo de Información de Incendios Forestales (EFFIS) del programa Copernicus.
Es "bastante probable" que el verano de 2022 sea "el más cálido" de la serie histórica, que arranca en 1961, ha informado la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). "Incluso considerando reconstrucciones climáticas realizadas a partir de datos históricos, se trataría del verano con la temperatura media más alta desde, por lo menos, 1916".
El calor ininterrumpido desde junio, tanto en la tierra como en el mar (con temperaturas excepcionales en el Mediterráneo y Cantábrico), unido a la sequía, ha propiciado un ambiente muy favorable para la aparición y propagación de voraces incendios forestales: con temperaturas muy altas, una humedad relativa muy baja (especialmente en los episodios de ola de calor) y combustible (vegetación) se encontraba muy seco.
También se han producido numerosas tormentas secas, es decir, aquellas en las que gran parte de la precipitación no llega al suelo, pero que pueden ir acompañadas de fuertes rachas de viento y abundante aparato eléctrico capaz de generar incendios.
En el caso del calor y la sequía, un fenómeno alimenta a otro: las altas temperaturas hacen que se incremente la evapotranspiración, disminuyendo la disponibilidad hídrica para las plantas y secándose el terreno; cuando este terreno está seco, toda la energía procedente del sol se emplea en calentar la superficie; si hay humedad, parte de la energía se utiliza en la evaporación, y por lo tanto la temperatura no sube tanto, han explicado fuentes de la Aemet.