El Consejo de la Junventud ha elaborado un exhaustivo informe titulado Observatorio de la Emancipación. Las conclusiones son rotundas. Los menores de 29 años luchan por llegar a ser mileuristas, la mitad tiene trabajos temporales y no se van de casa por el alza del precio del alquiler combinado por sus bajos salarios. Lo hacen menos que en la última década. Desgranemos pues la realidad de los menores de 30, que visto lo visto no se plantean una vida convencional.
Para empezar lo que antes era el denostado mileurista hoy no solo es la norma sino que también para muchos es un sueño. El salario medio que percibe una persona joven apenas ha variado, moviéndose alrededor de los 11.000 euros netos anuales, esto es, poco más de 900 euros al mes. Entre los de 16 y 24 años el salario medio es de 8.162,96 euros, entre los 25 y 29 es de 12.345,72. Los hombres cobran una medio de 11.312,53 y las mujeres, de 10.905,08. Pero entre los 30 y 35 años los sueldos siguen siendo bajos: 15.369,06. Por eso siguen siendo imprescindibles dos sueldos para poder emanciparse y tener un proyecto vital.
El 55,5% de las personas asalariadas de 16 a 29 años tiene contratos temporales, cuando la media para el conjunto de la población es del 26,9%. Eso tampoco anima a hacer planes porque la precariedad frena.
Todo esto provoca que apenas el 19% de la población joven actualmente reside fuera del hogar familiar y, cuando lo consiguen, cada vez es más frecuente que lo hagan en viviendas cedidas de manera gratuita o semigratuita por otros familiares. Apenas el 15,6% de las personas jóvenes emancipadas vive sola. El 23,0% de los hombres jóvenes emancipados vive en hogares unipersonales, mientras que entre las mujeres tan solo lo hace el 10,4%.
Paradójicamente, el nivel de estudios de la población joven en España es cada vez más alto. De hecho, en tan solo un año, ha aumentado un 2,91% la cifra de personas con estudios secundarios postobligatorios terminados, mientras que la de aquellas que han terminado estudios superiores ha subido un 7,26%. Además, el 26,8% de la población joven con estudios superiores sigue cursando algún tipo de formación. La pregunta es ¿sirve para algo? Sí, los jóvenes con más estudios tienen más posibilidad de encontrar empleo, otra custión es si lo que estudian tiene o no futuro. Varias el prisma con el que se prepara a a la juventud para una necesidad ahora que el mundo de la tecnología y los robots está al acecho.
Trabajar por cuenta ajena como asalariado es la modalidad predominante de empleo de la población joven. Más de 9 de cada 10 personas jóvenes que actualmente está trabajando en España lo hace bajo este régimen que, poco a poco, ha ido afianzando aún más su hegemonía, tanto entre las mujeres como entre los hombres de entre 16 y 29 años. En paralelo, a lo largo de todo 2018, la creación de empleo entre los y las jóvenes ha ido acompañada de una sustancial reducción de las jornadas a tiempo parcial, hasta el punto de que el actual porcentaje de personas jóvenes ocupadas con este tipo de jornadas (25,7%) es el más reducido desde 2012. Ese es un buen dato. Los jóvenes preparados a la larga encuentran su lugar en las empresas.
Otra cosa es que hagan el trabajo para el que se prepararon. El 45,3% de las mujeres jóvenes con estudios superiores está sobrecualificada para el trabajo que desempeña, frente al 43,8% de los hombres jóvenes. Aunque el paro de larga duración ha ido disminuyendo, todavía hoy el 31,0% de las personas jóvenes lleva más de un año buscando un trabajo sin éxito.
Pero un dato es aterrador. Los jóvenes estudian, estudian y estudian, pero no se desarrollan como debieran en puestos de trabajo que les den experiencia, y eso supone un lastre. Desde 2005, cuando arranca la actual serie de la Encuesta de Población Activa (EPA), nunca se había registrado un porcentaje tan elevado de personas jóvenes que afirmaran ser inactivas para principalmente cursar algún tipo de formación (86,8%). El aumento de la población joven que se dedica en exclusiva a ampliar su formación académica ha sido generalizado, tanto según edad como según sexo. Aun así, el 11,3% de las mujeres jóvenes considera que no participa en el mercado de trabajo porque se dedica a “las labores del hogar”. Entre los hombres jóvenes, poco más del 3%.
Por segundo año consecutivo, la tasa de pobreza o exclusión social (AROPE) de la población joven en España ha descendido en 2017, hasta situarse en el 34,8%, el valor más bajo de los cuatro últimos años. Sin embargo, bajo esta pauta general se esconde el hecho que, justamente, la tasa AROPE ha avanzado particularmente entre la población joven que tiene un empleo , lo cual es un indicio más de las precarias condiciones de empleo y trabajo de muchas personas jóvenes.
El 59,7% de la población joven emancipada reside actualmente en viviendas de alquiler. A priori, este fenómeno podría parecer contradictorio ya que, hoy en día, el coste de acceso al mercado de la vivienda en alquiler es superior al de compra. Una persona joven asalariada en España tendría que dedicar casi la totalidad de su salario, el 91,2%, al pago mensual de un alquiler. Por el contrario, en el supuesto de adquirir una vivienda libre mediante la suscripción de un préstamo hipotecario estándar, el esfuerzo económico inicial se reduciría hasta el 59,7% de su sueldo neto.
El alquiler medio que terminan efectivamente pagando las personas jóvenes en España que logran emanciparse en esta modalidad de tenencia (el 60,6% del total) subió más de un 22% entre 2016 y 2017, hasta llegar a los 449,49 euros mensuales. Este importe es ligeramente inferior al que asumen las pocas personas jóvenes que acceden a una vivienda en propiedad (523,26 euros), pero fundamentalmente ha repercutido en un incremento de los hogares que residen de alquiler que están sobreendeudados, es decir, que dedican más del 40% de la renta disponible tan solo a abonar el alquiler cada mes. Por eso los jóvenes no quieren meterse en una compra. Es como un círculo vicioso que no termina y que convierte llevar a cabo un proyecto de vida en una quimera entre muchos jóvenes.