El gasto público recupera su poder, pero ¿hasta cuándo?
Hay un debate en el mundo económico sobre si el gasto público deberá seguir estimulando la demanda incluso cuando termine la pandemia
El consenso que se alcance afectará a las políticas que tomen los gobiernos en los próximos años
El trono tiene una nueva reina. Se llama política fiscal o el manejo de los presupuestos para estimular la economía, que se entiende mejor. El covid ha aupado casi con su misma rapidez de propagación un nuevo consenso en el terreno de la economía: los gobiernos tienen que gastar todo lo necesario para superar esta situación. Los organismos internacionales coinciden en la misma receta: FMI, OCDE, BCE, Comisión Europea... La gran pregunta es: ¿hasta cuándo durará el nuevo reinado?
No es un mero debate de ideas entre expertos. El consenso económico y su permeabilidad en el terreno político termina marcando las propuestas de los países, partidos e instituciones a nivel internacional (un aspecto especialmente relevante en el caso de la zona euro). Ahora mismo es como si un grupo de guionistas y creativos estuvieran reescribiendo una obra que terminará interpretada por todos los actores: empresas, hogares y gobiernos. ¿El retorno de la política fiscal conseguirá cambiar mucho el guión?
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Esta historia ya la hemos vivido. En 2008, al inicio de la crisis financiera, los países ricos, azuzados por Gordon Brown, el ministro de economía británico, rescataron a John Maynard Keynes del olvido y accedieron a recuperar sus recetas de gasto público para situaciones de crisis. Pero este aparente nuevo consenso duró un telediario. Las cuentas de muchos gobiernos comenzaron a registrar abultados números rojos rápidamente y cundió un poco el pánico... De un día para otro se impuso otro reinado: el de la austeridad y de apretarse el cinturón. ¿Quién nos dice que esta vez será diferente? Después de ponernos de acuerdo otra vez en gastar, ¿qué pasará?
“Hay países menos golpeados por esta crisis, que tienen menos problemas estructurales y que empezaran a crecer antes. Cuando esto ocurra, la necesidad de mantener la singularidad de la política fiscal de hoy se va a resquebrajar”, opina José Juan Ruiz, economista. “No veo a los alemanes pensando que es normal tener un déficit del 7% del PIB cuando ellos estén creciendo un 2%”.
En Europa la clave está en ver qué pasará a finales de este 2021. Los corsés europeos de deuda (60% del PIB como mucho) y déficit (no pasar del 3% del PIB) no aplican; están suspendidos. Sin embargo, en algún momento habrá que retomarlos. ¿Cómo? ¿A los mismos niveles de antes o a unos nuevos? ¿La pócima del pasado servirá? ¿Tiene sentido que sigamos pensando que las cuentas públicas tienen que estar en (promedio) equilibrio?
Algunos como el que fuera economista jefe del FMI en la crisis anterior, Olivier Blanchard, cuestionan las cifras del corsé (y no es sólo por el covid). Otros, como el Banco de España, consideran urgente que se diseñe ya mismo un plan para reconducir los números rojos (aunque se tarde en aplicarlo). Así que ahora mismo está todo un poco en aire y también condicionado a ver quién sustituye a Angela Merkel al frente del gobierno alemán.
“Se me hace difícil pensar que tener de repente una deuda del 150% del PIB esté tranquilamente aceptado, pero al mismo tiempo dudo mucho que vuelvan los calendarios de reducción del déficit muy draconianos”, argumenta Lídia Brun, economista.
Esta vez algo es diferente
Hay nuevas fuerzas en juego que pueden prolongar el consenso alrededor de la política fiscal esta vez. Para empezar la más evidente: la política monetaria. Sobre todo en el caso de la zona euro. Hoy el Banco Central Europeo (BCE) cuenta con un surtido variado de herramientas que no existían en la crisis de 2008. “Esta vez es diferente por la acumulación de experiencia de los últimos diez años”, apunta Jorge Bielsa Callau, profesor de economía de la Universidad de Zaragoza.
El BCE se va a gastar 1,85 billones de euros en comprar deuda de los países del euro. Es una especie de barra libre para financiar el gasto de los gobiernos por lo menos hasta marzo de 2022. “Esta situación relaja la presión sobre la política fiscal, permite estimular más la economía e ir reduciendo la deuda de manera paulatina sin tener que cerrar el déficit de una tajada”, apunta Brun. La prueba de que está funcionando y de que hay menos presión es que España emite deuda a diez años con tipos negativos por primera vez en su historia. Y eso que nuestro déficit subirá estará por encima del 10% y la deuda públlica ronda máximos nunca vistos. La diferencia es que ahora no está cundiendo el pánico. Europa ha aprendido una lección, pero es una respuesta inicial.
El cambio (o no) de paradigma
Supongamos que esta vez la política fiscal no pierde su trono tan rápidamente como en 2008: ¿volverá al desván cuando los estragos del covid se hayan superado por fin? Es decir, ¿sólo se utilizará en caso de crisis? Esa es la otra gran cuestión del debate que se está manteniendo en el mundo académico.
No hace falta ser un experto para darse cuenta de que algunas cosas han cambiado de manera bastante profunda y radical. La prueba más reciente son los tipos negativos: un mundo al revés o una especie de ‘Stranger Economics’. Esto también es diferente. “La idea fundamental es que el nivel actual de los tipos de interés es estructural, derivado de un exceso de oferta que no va a desaparecer. Y en estas condiciones, la política fiscal es imprescindible para mantener el pleno empleo”, expone Gonzalo García, director de Economía de AFI. “La política monetaria es ya apenas efectiva y la inversión privada, insuficiente. Además los costes del gasto público son mucho menores”.
Para muchos ha llegado el momento de repensar o de cambiar de paradigma porque hay un nuevo contexto: se llama estancamiento secular. Traducido: hay mucho ahorro, falta demanda y las economías así están condenadas a crecer poco durante mucho tiempo. “Hace unos años esto era una hipótesis, pero ahora es una certeza. Aunque desapareciera el covid, tendríamos este problema”, asegura Bielsa Callau. “Es como si tuviéramos el coche en un barrizal, pero todas nuestras respuestas están diseñadas para una conducción en terreno seco. ¿Qué ocurre? No funcionan. Hay que salir a empujar al coche. La política fiscal va a tener que jugar su papel de manera permanente”.
En este replanteamiento de guión hay hasta algunos que se atreven a proponer un triple salto mortal: imprimir dinero, en lugar de emitir más deuda, para financiar el gasto público. Esta cuestión suscita un debate mucho más tosco entre los economistas.
“Pueden existir cambios de paradigma, pero no me jugaría la prosperidad del país a que esto ocurra, a que lo singular se vuelva permanente”, argumenta José Juan Ruiz. “Es un error mirar siempre a la política fiscal y monetaria para manejar la demanda y a volver a situaciones de pleno empleo. Lo relevante es que la economía crezca y llevar los recursos hacia los sectores que tienen más productividad”.
Hay una cuestión en la que coincide la gran mayoría de los expertos: las decisiones que se tomen en 2021 marcarán el futuro de muchos años. En Europa el fondo de rescate es un buen comienzo, pero un paso sólo para encarar los enormes desafíos a los que se van a enfrentar las economías en los próximos años: impacto tecnológico, envejecimiento de la población, desigualdad, cambios en la estructura de los mercados, en la geopolítica, el clima...
Es una incógnita todavía si en este recorrido habrá un consenso económico que facilite la adaptación y las decisiones. El coche puede salir del barrizal hecho una tartana o un bólido. Los guionistas siguen debatiendo el texto.