Mauro Guillén, sociólogo: “Si los países ricos seguimos así, a lo mejor en el futuro no somos tan ricos”
Acaba de publicar ‘2030: viajando al fin del mundo tal y como lo conocemos’ (Deusto)
“Un mundo tan reconocible se desvanece a toda velocidad...” Mauro F. Guillén anda por su casa en Pensilvania (EEUU) con el ordenador en la mano buscando la mejor cobertura. Habla con entusiasmo y, sobre todo, convencimiento sobre el futuro que detalla en ‘2030: viajando al fin del mundo tal y como lo conocemos’ (Deusto). Profesor en la escuela de negocios Wharton School, su libro ha sido seleccionado en varias listas del año (incluida la del influyente Financial Times).
Para este doctor en Sociología por Yale y en Economía Política por la Universidad de Oviedo, el tren de transformaciones es imposible de parar y no hay marcha atrás posible. En la próxima década veremos transformaciones demográficas en el mundo, cambios económicos enormes (los gigantes emergentes empezarán a ser países ricos) y a todo ello habrá que sumar el impacto de la tecnología.
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“En Europa podemos pensar que estamos en una posición cómoda porque llevamos 300 años así, pero es peligroso pensar así. La tecnología permite crear situaciones en las que los rezagados pueden pasar a ser de los primeros. Esto aplica a individuos, empresas y también a países”.
Pregunta: Cuenta que la gente reacciona con perplejidad y temor ante el futuro que les describe.
Respuesta: Tenemos que reconocer que hay un cambio. Pensar que uno se puede aislar es un primer error.
P: En su libro dice cosas como: “China será la primera en todo, habrá más abuelos que nietos, más ordenadores que cerebros humanos...”
R: Es la realidad. No me estoy inventado esto. Y la pandemia acelera estas tendencias: no las debilita ni las cambia. Hay que prepararse.
P: ¿No está en la naturaleza del ser humano resistirse al cambio?
R: El primer instinto es negar que esto está ocurriendo y luego además cognitivamente estamos preparados para intentar protegernos ante un cambio, minimizar las pérdidas en lugar de tratar de buscar oportunidades.
P: Sostiene que los países emergentes se están preparando, ¿cómo?
¿Quién es el país que más invierte en Africa, la siguiente gran frontera en el desarrollo del mundo? China. ¿Quién educa a más ingenieros? India, 300.000 al año y todos hablan inglés. ¿Cuál es la parte del mundo más avanzada en telemedicina y banca móvil? África subsahariana. Nosotros seguimos operando como hace 40 años.
P: Y eso es un problema...
R: La única respuesta posible al cambio es cambio. Creo que eso es lo que falta en los países ricos. Si seguimos así, a lo mejor en el futuro no somos tan ricos.
P: Vamos, que nos hace falta cambiar el chip.
R: La mentalidad es fundamental. ¿Qué nos queda a nosotros si seguimos planteando que a partir de los 65 años ya no se trabaja por ley? Así es imposible ser competitivo. Hace falta más flexibilidad: déjame trabajar tres días semana, ocho meses al año... Ése es el camino. La gente que no esté de acuerdo con esto que vaya a China, India, Vietnam... A ver cómo 400 millones de europeos vamos a competir con 3.000 millones de personas de estos países.
P: ¿Vamos hacia un mundo mejor o peor?
R: Vamos hacia un mundo distinto. Las personas que sepan conectar tendencias y emplear distintos tipos de conocimiento serán las que salgan adelante. Es lo que llamo pensamiento lateral. La sociedad y la economía van a seguir necesitando pilotos y cirujanos, pero el grueso de las ocupaciones que van a crecer son más generalistas.
P: ¿Un ejemplo concreto de ese pensamiento lateral?
R: Airbnb. No es como el descubrimiento de la penicilina, pero han inventado una solución integrando distintas cosas: GPS, teléfono móvil, redes sociales, plataformas digitales... Se dieron cuenta de que podían dar una solución a un problema cotidiano.
P: ¿Este cambio del futuro supone más precarización o no necesariamente?
R: Hay que abandonar este tipo de mentalidad. Hay muchas economías en el mundo donde este concepto de precariedad no existe. La gente sabe que a lo mejor dentro de un año su trabajo ya no está y se prepara para eso.
P: Aceptamos precariedad, entonces.
R: No estoy a favor de la precariedad, estoy en contra del planteamiento. Lo que nos va a dar seguridad en el mercado de trabajo es la capacidad de autotransformación, la versatilidad y la adaptación. El Gobierno tendrá que diseñar una red de seguridad para las personas afectadas por este cambio.
P: Otra predicción: el centro de gravedad del consumo virará hacia Oriente, con todas las implicaciones que tiene eso para las empresas...
R: Sí, y estamos perdiendo esa batalla. Estos consumidores además están mucho más digitalizados que nosotros. Volvemos a lo mismo: en Europa pretendemos seguir compitiendo y viviendo como si fuera 1980. Esto es imposible.
P: Y no nos podemos aislar en una burbuja...
R: Esa es la receta de los políticos populistas y los nacionalistas de izquierdas y derechas. Quieren volver a la época dorada pero al reloj de la historia no se le puede dar marcha atrás. Sólo en China hay 2.600 jóvenes para incorporar al mercado de trabajo. Y estudian más que los nuestros, aprenden idiomas y están deseosos de triunfar.
P: Dice que las mujeres crearán la mitad de las empresas en 2030 y que, aunque no se llegará a la paridad total, aumentarán su peso en el reparto de la riqueza. ¿Qué efecto tendrá esto?
R: Muy importante porque las mujeres, en general, suelen poner más enfásis en un tipo de consumo relacionado con la educación, la sanidad, los seguros...
P: Leo una cita de su libro: “Las ciudades tienden a exacerbar la desigualdad. Cuando la vida urbana se convierta en la norma en todo el planeta, estaremos a un paso de una crisis social y climática potencialmente catastrófica”.
R: La desigualdad va a aumentar en los próximos 20-30 años por este proceso de urbanización, sobre todo en el mundo en desarrollo. Mucha gente atraída por la gran ciudad no encontrará las oportunidades que busca. Habrá que aportar soluciones. Respecto al clima, sólo hay que ver los números: las ciudades ocupan el 1% de la superficie de planeta, pero concentran el 55% población y emiten 80% de los gases que inciden en el ámbito climático. No hay solución para el cambio climático si no mejoramos la eficiencia de las ciudades.
P: ¿Hay algo sobre lo que tenga dudas de cara a 2030?
R: No sé si habrá marcha atrás en el crecimiento de las ciudades en EEUU y Europa. Es la única tendencia que en lugar de resultar acelerada por la pandemia puede cambiar tras esta crisis. Pero no lo veo en Asia o África porque allí el atractivo de las ciudades sigue siendo muy grande.
P: Con el resto, no tiene dudas...
R: No he escrito el libro para decirle a la gente: anda, confíesate y encomiéndate a tu santo preferido. Lo que quiero es crear una agenda de prioridades porque el mundo está cambiando de manera radical.