Apostar por las energías renovables es sinónimo de apostar por un futuro más sostenible, en el que nuestro consumo energético provoque un menor impacto medioambiental. Afortunadamente, cada vez se dan más pasos en la implantación de estas fuentes alternativas de energía tan necesarias para cumplir con los objetivos sobre el cambio climático o sobre el desarrollo sostenible.
Uno de ellos es el relativo a las llamadas cooperativas de energía renovable, una opción que cada vez cuenta con más adeptos, especialmente en un escenario en el que el precio de la luz se ha disparado como nunca. ¿Qué es una cooperativa de energía renovable? ¿Cómo funcionan y de qué forma puedes cuidar el planeta recurriendo a una de ellas?
El primer concepto que debemos tener claro es el de energía renovable: se trata de aquellas fuentes de energía que se basan en el uso de recursos naturales, como el sol, el agua, el viento, la biomasa vegetal o animal… En contraposición a otras fuentes de energía, como los combustibles fósiles, en este caso hablamos de recursos naturales capaces de renovarse de forma ilimitada.
Entre sus ventajas se encuentra su escaso impacto ambiental. Las conocidas como energías alternativas o energías verdes también presentan ventajas como ayudar a potenciar el autoconsumo, resultar beneficiosas para el medio ambiente, ser gratuitas e inagotables, poder llegar a lugares aislados, y constituir un plus para alcanzar la independencia energética.
Es aquí donde entran en juego las cooperativas de energías renovables: también conocidas como cooperativas energéticas, se trata de organizaciones en las que, bajo esta forma jurídica, un grupo de personas se unen de forma voluntaria y democrática para, en este caso, generar, distribuir y/o comercializar energías de origen renovable. Este modelo tiene poco que ver con el tradicional, compuesto por empresas de gran tamaño que se dedican a la generación de este tipo de recursos de forma masiva.
Las cooperativas, en general, funcionan como organización capaz de responder a las necesidades económicas, de producción... de los miembros que la integran. Cualquiera puede unirse a ellas y abonar sus cuotas para recibir a cambio energía cien por cien renovable. Además, no suelen tener ánimo de lucro: se trata de propiciar una producción y consumo de energía descentralizados, tomando un mayor control sobre la gestión del cambio climático y sobre el propio consumo energético.
Aunque pueda parecer una vía novedosa, lo cierto es que el modelo de cooperativa aplicado al consumo energético existe desde finales del siglo XIX, si bien en aquel momento su objetivo era dotar de electricidad a zonas rurales aisladas que no eran prioritarias para los gobiernos. Las cosas cambiaron tras la crisis del petróleo de 1970, que dejó al desnudo nuestra dependencia del crudo y la falta de sostenibilidad del modelo energético imperante. De ahí que aparecieran los primeros casos de cooperativas energéticas basadas en el uso de energías renovables en países del norte de Europa como Alemania o Dinamarca.
A día de hoy existen más de 3.000 cooperativas de este tipo repartidas por toda Europa, y su tamaño es muy variado: las hay a escala local, regional e incluso nacional, y las más pequeñas recogen a un pequeño grupo de personas en una zona geográfica concreta. Existen también redes de cooperativas. Prueba de su importancia y de su implantación es la existencia de una federación de cooperativas de energías renovables a nivel europeo, REScoop, en la que figuran un total de 1.250 organizaciones que representan a alrededor de 650.000 socios.
En el caso de España, vivimos una segunda ola de cooperativas centrada, como en el caso del resto de Europa, en la producción de energías sostenibles y renovables. Éstas pueden comercializar a sus socios energía renovable a través del sistema eléctrico español, y esta energía puede ser producida por la propia cooperativa o por terceros.
En cuanto a la normativa aplicable, Europa va dando pasos hacia la normalización de este modelo de producción y consumo energético, pasos que necesariamente debe seguir España, introduciendo estas reglas en su ordenamiento jurídico. El cambio más reciente vino de la mano de la Directiva (UE) 2018/2001 y de la Directiva (UE) 2019/944, en las que se habla de conceptos como el de "comunidades energéticas locales". Estas pueden ser de dos tipos: comunidades ciudadanas de energía o comunidades de energía renovable.
Por su parte, el Real Decreto-ley 23/2020, de 23 de junio, por el que se aprueban medidas en materia de energía y en otros ámbitos para la reactivación económica, introduce, siguiendo la normativa europea, la definición de las comunidades de energías renovables. Esta figura, asegura el texto, "tiene como fin la participación de los ciudadanos y autoridades locales en los proyectos de energías renovables, lo que permitirá una mayor aceptación local de estas energías y una participación mayor de los ciudadanos en la transición energética."
Las ventajas de este modelo son muchas: fomenta el autoconsumo e impulsa la responsabilidad del ciudadano en cuanto al cuidado del medio ambiente, y todo ello sin perder de vista la interacción continua con la red de distribución que posibilita y asegura la normativa europea. De esta forma, cualquier consumidor puede asegurarse de que su consumo energético proceda al cien por cien de energías renovables, algo que las compañías al uso no siempre ofrecen.
Por último, hay que saber que, en el caso de España, la mayoría de cooperativas de este tipo no producen su propia energía, sino que actúan como intermediarios entre las empresas productoras y el cliente final. Con todo, cada vez existen más casos en que todo el proceso se lleva a cabo dentro de la misma estructura.