Uno de los aspectos en los que hemos puesto el foco de manera especial a raíz de la pandemia por coronavirus es la necesidad de mejorar nuestros hogares y convertirlos en espacios donde sea verdaderamente agradable pasar el tiempo. Las cifras lo demuestran: buscamos viviendas más apartadas del ruido, invertimos más en mejoras en casa y en mobiliario que las convierta en espacios más confortables... y ponemos más el foco en la necesidad de construir hogares sostenibles. Afortunadamente, lo que antes nos parecía una inversión que posponer ahora se convierte en prioridad para miles de familias. ¿De qué manera las viviendas del futuro potenciarán el ahorro? ¿Qué puedes hacer para mejorar la eficiencia de tu hogar gracias a las nuevas tecnologías?
Una casa en la que se maximice el ahorro energético es también una casa más eficiente, más ecológica... y más barata para su morador. Por eso se habla cada vez más del concepto de hogar inteligente, que no es nuevo, pero que sí ha cobrado mayor importancia en los últimos meses: las nuevas tecnologías y la rapidez con la que éstas se están democratizando permiten a cada vez más familias dotarse de este tipo de herramientas, y el resultado son hogares más agradables, donde la tecnología funciona a nuestro favor y, cada vez más, también a nuestra medida.
En estos espacios el diseño está pensado para ahorrar tiempo, dinero y energía, así como para lograr el máximo confort de sus habitantes. Y, para ello, un elemento clave pasa por apoyarnos en las nuevas tecnologías. La domótica nos permite medir, controlar, programar y modificar parámetros y prestaciones de nuestro hogar a distancia y en cualquier momento. Por ejemplo, la cantidad de luz, la temperatura de la vivienda, el uso de la electricidad... Además, la tecnología como concepto abierto se puede aplicar a casi todo: a las características térmicas de un tejido, a la capacidad de aislamiento térmico de un suelo o de una ventana...
En este sentido, no hay que olvidar la importancia de construir un 'continente' a medida, y es aquí donde entra en juego un elemento previo de vital importancia: el diseño de interiores. Repartir adecuadamente los espacios, garantizar un buena ventilación y un buen aprovechamiento de las horas de sol... son elementos que pueden mejorar la capacidad de ahorro de la vivienda del futuro aunque, claro está, habrá que invertir en un asesoramiento profesional.
Volviendo al ámbito de la tecnología aplicada a la creación de un hogar inteligente, existen cada vez más productos pensados para ahorrar tiempo, alcanzar el máximo ahorro energético, automatizar procesos como el consumo de calefacción o el encendido y apagado del alumbrado... Muchas veces se trata también de poder controlar estos parámetros desde dispositivos móviles, así como de interconectar todos estos servicios para que la vivienda funcione de forma más orgánica y controlada.
Estos son algunos elementos en los que puedes invertir para construir un hogar inteligente:
Además, y aunque parece claro que la vivienda del futuro será autónoma e inteligente y tendrá a la domótica como piedra angular, existen otras tendencias que se deben tener en cuenta. Una de ellas es mejorar las técnicas constructivas, con mejores aislamientos exteriores e instalaciones comunitarias más rentables. Pero, además, la idea es que los edificios lleguen a ser ‘prosumidores’, es decir, que produzcan, almacenen y consuman energía al mismo tiempo. Por eso se habla desde hace tiempo de las viviendas pasivas, que serían lugares habitables pero no contaminantes.
Este sería el paradigma de vivienda sostenible del futuro: en una ciudad ideal, se podría alcanzar la sostenibilidad absoluta a través de la captación de energía en la propia vivienda (por ejemplo, a través de placas fotovoltaicas en la cubierta), el reciclaje de residuos (como las aguas fecales, que podrían destinarse al riego); la regulación de la temperatura a través de vegetación y del uso de materiales modulares que permitan aprovechar mejor las circunstancias que rodeen a la vivienda... En realidad, muchas de estas ideas, más que futuristas, son parte de un proceso de redescubrimiento de un pasado en el que nuestra conciencia sobre el entorno natural era mucho mayor.