En los últimos años, la DGT contabilizó más de 90 millones de desplazamientos de largo recorrido durante los meses de julio y agosto, lo que demuestra el uso masivo que se hace del automóvil en esta época del año. Y no es de extrañar, puesto que es el periodo de vacaciones por excelencia, lo que conlleva numerosos viajes por carretera para acudir a los destinos turísticos.
Como cabe esperar, cuanto más uso se da al coche, más aumentan las opciones de que se produzcan averías, a lo que hay que sumar los efectos que el calor tiene en la mecánica del vehículo, pues las altas temperaturas no ayudan a preservar algunos elementos esenciales para su correcto funcionamiento. Así pues, a continuación enumeramos las averías más comunes que pueden aparecer durante el verano en los coches que se mueven con motores de combustión, ya que aún son la mayoría del parque automovilístico español.
Aunque los automóviles cada vez cuentan con tecnologías más avanzadas para evitar un calentamiento excesivo del motor que pueda ser fatal, se puede dar el caso de no haber comprobado el nivel del líquido anticongelante. Eso llevará a que el sistema de refrigeración no funcione de un modo correcto, que el radiador no realice bien su misión y que el motor se vea expuesto a un “calentón” que provoque su colapso.
Por esta razón, antes de cualquier viaje es recomendable revisar el estado del vehículo y de todos los niveles (anticongelante, aceite, frenos e incluso el líquido para el limpiaparabrisas). Como la propia DGT apunta respecto a las posibles averías en el motor: “El 'corazón' del coche es un mecanismo complejo que necesita cuidados periódicos, sobre todo en lo referente a su lubricación y refrigeración, así como la sustitución de filtros y correas y otras piezas en mal estado. Por eso, escatimar sus revisiones periódicas puede ocasionar algunos de los daños más graves - y caros- de reparar en un automóvil”.
Otra avería muy habitual en los meses de verano es que la batería no responda. Por un lado, se puede deber a que el automóvil no se ha utilizado de forma habitual y eso ha llevado a que se haya descargado. Para evitar este escenario lo mejor es arrancar y revisar el coche antes de salir de viaje.
Por otro lado, las altas temperaturas afectan negativamente en la vida útil de la batería, que suele ser de unos cinco años –dependiendo del modelo y del uso que se dé al vehículo–. El calor excesivo puede provocar la evaporación del líquido que contiene y aumentar la corrosión, lo que puede desembocar en un mal funcionamiento. En estos casos, lo más habitual será cambiarla por otra nueva, aunque siempre es recomendable llevar unas pinzas para conectarse a la batería de otro coche en caso de emergencia.
Sobre los problemas con la batería, la Dirección General de Tráfico es clara: ”Son, de largo, las averías más frecuentes en carretera, casi siempre provocadas por descuidos de los conductores.
Como se puede deducir, el uso intensivo que se hace del aire acondicionado en los meses calurosos es el responsable de que sea uno de los sistemas que más averías presentan, más si cabe después de mucho tiempo sin haberse utilizado. En cuanto a los fallos más comunes hay que apuntar las fugas de refrigerante, defectos en los compresores y problemas eléctricos. A esto hay que sumar la necesidad de cargarlo con gas cuando no enfría lo suficiente, para lo que habrá que acudir a un taller que cuente con el equipo adecuado para ello.
Ya hemos apuntado anteriormente que es importante revisar los distintos niveles y entre ellos está el de los frenos, un elemento esencial en la seguridad vial. A este respecto, hay que explicar que no es que en verano falle más el sistema de frenado por las condiciones climáticas, sino que es cuando se hacen más kilómetros y, como consecuencia, se les exige más. Para evitar cualquier susto, es necesario revisar el estado de los frenos antes de salir de viaje y comprobar que las pastillas no están desgastadas.
Al igual que en el punto anterior, los neumáticos tienen una carga superior a la habitual e incluso se dan ocasiones en las que deben recorrer carreteras con peor asfalto. Así pues, un mayor uso, las altas temperaturas y los diversos tipos de firme afectan a su rendimiento y a su integridad.
“Retrasar su sustitución (el desgaste mínimo permitido es 1,6 milímetros en las ranuras principales), no revisar desperfectos como bultos o desgastes irregulares en zonas concretas, y circular con las presiones de inflado inadecuadas suelen ser los principales déficits de atención que sufren por parte de los conductores”, explican en la DGT, organismo que recomienda su revisión antes de salir de viaje.