Ni transitoria, ni temporal, ni más persistente… La inflación ya es “obstinada”, según la nueva definición del Fondo Monetario Internacional (FMI). La última prueba de ello viene del núcleo del IPC de Estados Unidos. La tasa subyacente, sin alimentos ni energía no da tregua: aumentó tres décimas en septiembre hasta el 6,6%. La mala noticia presiona todavía más al banco central de este país para no levantar el freno en las próximas subidas de tipos de interés. Y ya van cinco en lo que va de año...
Este dato de inflación podría pasar algo más desapercibido si no fuera porque hablamos de la primera economía del mundo y de la moneda más utilizada en todo el planeta. Lo que ocurre en Estados Unidos no se queda en Estados Unidos. Este país tiene el poder de arrastrar a la recesión a más territorios en esta lucha contra la inflación.
La política monetaria de la Reserva Federal no opera en el vacío. Todo está interconectado. Existe el riesgo de que la batalla contra los precios se convierta en el típico juego de sillas en el que uno se quita el problema (con sufrimiento, eso sí) y se lo pase al de al lado diciendo: “Ahora la inflación te toca a ti”. No sería tan grave si no fuera porque todos los jugadores están lidiando con lo mismo: precios al alza, subida de tipos y riesgo de recesión. Que el vecino te pase parte de su problema, desde luego, no ayuda.
El manual de economía dice: tipos más altos, moneda más fuerte. El dólar se ha revalorizado frente al resto de monedas y eso, en este preciso contexto, genera problemas en otros países.
Lo próximo en la lista de 'Qué más cosas podrían salir mal' es: crisis financiera (y más centrada en los países emergentes). “Los riesgos sobre la estabilidad financiera están creciendo y la incertidumbre continúa en niveles excepcionalmente elevados”, aseguraba en su discurso este miércoles Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI.
En poco tiempo comenzarán a llegar datos negativos de crecimiento y la inflación seguirá sin mostrar grandes señales de desaceleración todavía. Lo estamos viendo ya en EEUU.
La determinación que se les pide recuerda algo al vaquero que, a pesar de los golpes, vuelve a subirse a lomos del potro hasta conseguir domarlo. Y precisamente porque han visto unos cuantos rodeos, estos vaqueros centrales saben (y quizá el resto del mundo, no) que el resultado de sus acciones no es inmediato.
"Podemos tardar hasta dos años en ver los efectos en los precios. Es algo con lo que tenemos que contar", reconocía Arce del BCE. "La política monetaria se parece más a un machete de pescadería que a un bisturí. Tiene efectos secundarios y además los resultados llegan con retraso. Aun así, es importante actuar con claridad y determinación".
El nuevo mantra para navegar en estas aguas turbulentas es: 'calibrar'. Hay que pensar cuánto, cuándo y cómo afectan esas subidas de tipos de interés que están planificadas a ambos lados del Atlántico.
"La salud futura de la economía mundial descansa críticamente sobre la calibración exitosa de la política monetaria y el curso de la guerra en Ucrania", aseguraba en su último informe de perspectivas económicas el FMI esta semana.
Lo que está clarísimo es que, con estos niveles de inflación que vemos (en el 10% en el caso de la zona euro), el precio del dinero va a seguir subiendo encareciendo la letra de la hipoteca de hogares y empresas (y que por otro lado ya sufren los efectos de la inflación).
La economía mundial avanza hacia una brusca desaceleración económica. Un enfriamiento provocado por la crisis energética, los cuellos de botella en las cadenas de suministro globales, la guerra en Ucrania y también por el efecto de la acción sincronizada de los bancos centrales para pararle los pies a una obstinada inflación.