El FMI alerta: el próximo invierno en Europa será "probablemente" peor que este

  • La desaceleración económica se concentra en Europa que deberá hacer frente a un shock energético que no será transitorio

  • Una gran recesión no es inevitable, pero cada vez hay más riesgos de calibrar mal las políticas de los gobiernos y los bancos centrales

  • La inflación es la principal amenaza actual y el fondo aboga por no flaquear en la lucha por reducirla, aunque genere una caída del PIB

Hay pocos elementos esperanzadores que contrarresten el sombrío panorama económico que dibuja el Fondo Monetario Internacional para el próximo año. El crecimiento mundial se va a desacelerar tanto que 2023 registrará uno de sus peores datos desde que arrancó el siglo XXI. El 43% de los países para los que se tiene datos entrará en recesión técnica --dos trimestres consecutivos de caídas del PIB--. "Lo peor está por llegar", dice el informe de otoño del FMI y "probablemente el próximo invierno en Europa sea peor que este".

La crisis energética no es un shock pasajero, alerta el fondo. Este año los países han podido llenar sus reservas de gas con relativa facilidad (al fin y al cabo Rusia no cortó la principal arteria, el gasoducto Nord Stream, hasta entrado el verano). Pero esos intercambios energéticos parecen rotos --ahora ya por cuestiones técnicas también-- y el reto será cómo repetir esta jugada de llenado de reservas el año que viene sin contar con el gas ruso.

"El reajuste geopolítico de los suministros de energía a raíz de la guerra contra Ucrania es relevante y permanente. El invierno de 2022 será un reto para Europa, pero el de 2023 probablemente será peor. Las autoridades fiscales de los países tiene que planificar y coordinarse", argumenta el análisis.

Por otro lado, según el fondo existe un riesgo de que las políticas que se apliquen no estén bien calibradas. Es difícil acertar en un contexto de tanta incertidumbre. "La salud futura de la economía mundial descansa críticamente sobre la calibración exitosa de la política monetaria y el curso de la guerra en Ucrania". Además, queda pendiente la incógnita de cómo se solucionará la crisis del ladrillo en China.

El Banco Central Europeo (BCE) ha sido el banco central que menos ha subido los tipos de interés, de momento. Pero el año no ha terminado y las presiones inflacionistas se "acumulan" en la zona del euro. Un dato: según las previsiones del FMI, en 2023 Alemania tendrá más inflación (7,2%) que países como Rusia (5,0%), México (6,3%), Colombia (7,1%) o Brasil (4,7%).

"La guerra en Ucrania sigue teniendo un impacto muy claro, con los precios de la energía y los alimentos, que explican alrededor de dos tercios del aumento de los precios en Europa". Pero la subida se extiende cada vez a más componentes de la cesta de la compra. Para 2023 la previsión es que el IPC se sitúe en el 5,7% en la unión monetaria.

El viejo continente concentrará gran parte de la desaceleración mundial: el PIB de la zona euro solo crecerá un 0,5% y dos de sus grandes economías, Alemania e Italia, cerrarán 2023 con caídas. España no está claro que sortee la recesión técnica, pero se espera un crecimiento positivo en el 1,2% La revisión a la baja del fondo complica la más optimista visión del Gobierno: espera una mejora del 2,1% en 2023.

El temple de los bancos centrales

El remedio más efectivo para tratar de atajar la "obstinada" inflación, o al menos impedir que se prolongue mucho en el tiempo, son las subidas de tipos de interés. Llegan en un momento muy complicado, porque se están "reabriendo heridas parcialmente cerradas tras el covid", explica el fondo. La pérdida de poder adquisitivo es significativa, sobre todo para los hogares más pobres. Y a estas dificultades se añade un encarecimiento de las hipotecas y el crédito.

"Es probable que los próximos meses pongan a prueba el temple de los bancos centrales para erradicar inflación", vaticina el fondo. Y en ese momento será preciso mantener el rumbo. Pasarse subiendo los tipos de interés puede provocar una recesión, pero moderar las subidas más de lo que toca podría desencadenar una espiral inflacionista mucho peor. Las dos opciones tienen sus efectos secundarios pero el FMI considera que no son simétricos y aboga por que la política monetaria mantenga el rumbo firme en su lucha para "domar" los precios.

El dilema, tal y como ha mostrado la historia, es que el coste de subir tipos se materializa antes en la economía que los beneficios de esa política. En el último episodio inflacionista de Estados Unidos en los años ochenta, recuerda el fondo, la inflación tardó "unos tres años en volver a niveles manejables", pero la recesión llegó a los doce meses.

"Sin estabilidad de precios, cualquier ganancia del crecimiento futuro corre el riesgo de ser devorada por un incremento de nuevo del coste de la vida".

Hacia "aguas turbulentas"

El informe del fondo también recuerda a los gobiernos que las medidas que adopten para luchar contra la inflación y la pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos no pueden ir en contra de la política monetaria. Es decir, subvenciones generalizadas o controles de precios "son medidas costosas y conducen a un exceso de demanda" que puede alimentar más la inflación. "La historia nos ha enseñado que rara vez han funcionado. En cambio, la política fiscal debería tener como objetivo proteger a los más vulnerables a través de objetivos específicos y transferencias temporales".

Los riesgos a los que se enfrentan los países no se han materializado todos. Hay algunos que están latentes. "A medida que la economía mundial se dirige a aguas tormentosas, las turbulencias financieras pueden estallar", advierte el FMI. Existe el peligro de que la revalorización del dólar (en su nivel más alto desde principios de siglo), desencadene en un problema en los mercados emergentes. Si la moneda estadounidense (un activo muy seguro) resulta muy atractiva, los inversores pueden decidir refugiarse en el billete verde y retirar su dinero de estos países generando una crisis financiera. Esto también lo hemos visto en el pasado.

Resulta de poco consuelo leer en el informe que, a pesar de todos los retos, "la situación no implica necesariamente caer en una gran recesión".