China, un país conocido por su rápida adopción y desarrollo de tecnologías de vigilancia y control social, ha implementado una serie de medidas innovadoras, aunque polémicas, para disuadir a los peatones de cruzar los semáforos en rojo. Estas medidas incluyen desde sistemas de reconocimiento facial hasta acciones más físicas como el uso de chorros de agua.
En ciudades como Shanghái y Pekín, las autoridades han instalado cámaras de reconocimiento facial que identifican a los peatones que cruzan en rojo. Una vez que se ha capturado la imagen del infractor, se muestra en pantallas gigantes junto con parte de su carné de identidad en lugares públicos. Esta exhibición no es momentánea; las imágenes pueden permanecer visibles durante una semana. Esta práctica, que tiene como objetivo avergonzar públicamente a los infractores para disuadirlos de realizar futuras infracciones, ha generado una controversia considerable, sobre todo por la invasión de la privacidad que supone, ya que en algunos casos involucra a menores de edad.
Además de la exposición pública, estas cámaras de reconocimiento facial están vinculadas con sistemas gubernamentales que pueden procesar multas automáticamente. Esta automatización del proceso sancionador refuerza el control y la vigilancia, generando un debate ético en torno al uso de la tecnología para el control social.
Mientras que en países occidentales como en la Unión Europea, este tipo de prácticas chocaría con las normativas de protección de datos y privacidad, en China se han convertido en una herramienta habitual de gestión urbana.
Una medida que se ha adoptado en la ciudad de Daye, en la provincia de Hubei, es la instalación de bolardos equipados con sensores inteligentes que expulsan chorros de agua fría cuando un peatón se acerca demasiado a la calzada con el semáforo en rojo. Estos bolardos no solo sirven como un disuasión física sino que también emiten mensajes de advertencia a través de un megáfono. La idea detrás de esta iniciativa es evitar que los peatones crucen indebidamente y reducir el número de accidentes de tráfico, una de las principales causas de muerte en China.
En caso de que el peatón insista en cruzar, los sistemas de reconocimiento facial registran su imagen y la envían a las autoridades para que se aplique una multa. Además, la fotografía del infractor se exhibe en las pantallas públicas de la ciudad, lo que refuerza el componente de vergüenza pública como una forma de sanción. Esta medida ha tenido un coste importante, con una inversión requerida de aproximadamente 160.000 dólares en su desarrollo e implementación.
Estas medidas no surgieron de la nada. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud, China es el país con un mayor registro de muertes causadas por accidentes de tráfico, donde el 60% de las víctimas mortales son peatones, ciclistas o motoristas. Esta situación ha llevado al gobierno a buscar soluciones inmediatas y efectivas para reducir las cifras de siniestralidad vial. La forma de afrontar el problema no se fija solo en penalizar a los infractores, sino también en utilizar la tecnología como herramienta para disuadir y educar al público sobre las normas de tránsito.
Las prácticas implementadas en China han suscitado un intenso debate. Por un lado, algunos argumentan que este enfoque estricto y tecnológicamente avanzado es un avance en seguridad vial, ya que podría contribuir a reducir el número de accidentes y, por ende, las muertes en la carretera. Por otro lado, hay quienes ven en estas medidas una violación flagrante de la privacidad y los derechos individuales. En otros países, estas prácticas serían consideradas una invasión a la privacidad y un uso excesivo de la tecnología por parte del gobierno.
En resumen, cruzar un semáforo en rojo en China no es una infracción que se tome a la ligera. Las autoridades han implementado un sistema integral de medidas que van desde la exposición pública y la imposición de multas automáticas hasta la disuasión física mediante chorros de agua. Estas prácticas, aunque efectivas, han generado un intenso debate sobre la privacidad y el uso de la tecnología para el control social, reflejando las tensiones entre la seguridad y la libertad en la sociedad contemporánea.