Todo primer viaje a Barcelona nos obliga a recorrer ciertos puntos con el asombro de quien espera una anécdota jugosa para llevarse junto a su selfie. Basta con detenerse y mirar. La ciudad está plagada de símbolos y estatuas que cuentan la otra historia de la urbe y se han convertido en parte de su identidad.
Uno de los lugares de paso obligatorios es la estatua de Colón, al final de las Ramblas, emblema inequívoco de la zona portuaria y zona de paso para millones de turistas, siempre a la búsqueda de la panorámica más instagrameable de la Barceloneta o Montjuic.
El dedo del monumento es, sin discusión, lo más comentado entre los visitantes y los propios guías; fuente de chascarrillos, como el día en que la estatua apareció vistiendo la camiseta del FC Barcelona como parte de una campaña de marketing, y también de equívocos. ¿Hacia dónde apunta realmente?
La impresionante columna de 60 metros de altura es casi siempre la comidilla de los visitantes, que buscan ávidamente el dato histórico que no sale en la guía o se encaraman a alguno de los 8 leones de hierro fundido para sacar una foto que inmortalice su hazaña. Fue inaugurada en 1888, después de que se barajaran varios lugares para su ubicación.
Inicialmente, su primer emplazamiento era la plaza de Medina Celi, y no tenía los brazos en esa posición, sino pegados al cuerpo. Tras diversos avatares políticos, fue el arquitecto Gaietà Buigas quien recibió el encargo de levantar una columna en honor al descubridor para la Exposición Universal de 1888. 57 metros de altura que no fueron precisamente un paseo. Casi 8 metros por año (la construcción duró 7), 20 personas encargadas de la construcción y el diseño, y una estructura que precisó algunos de los sistemas de andamiaje más complejos de la época. La escultura es obra del artista Rafael Atché.
Pocos miradores pueden hacerle sombra a la plataforma de observación, situada en la cima de la columna, y la panorámica que ofrece del puerto. En lo alto, Colón señala con su dedo desproporcionado de 50 cm hacia el horizonte, un gesto que ha suscitado numerosas interpretaciones y curiosidades. Casi todas erróneas.
Su figura es un símbolo (discutido y cuestionado) del descubrimiento de América, y a día de hoy muchos siguen afirmando que el dedo apunta a este continente. Sin embargo, la verdad histórica difiere bastante de esta interpretación. La confusión es comprensible, dado el papel de Colón en la expedición al Nuevo Mundo, pero la geografía y la orientación real de la estatua han acabado por imponer otra teoría mucho más plausible y aceptada: que el dedo colonizador apunta hacia el sur, con un rumbo de 180º. Génova o Mallorca son las dos posibilidades más realistas.
En la última década, con un contexto de debates más amplios sobre la figura del marinero y su legado, la estatua ha sido objeto de distintas controversias. Las celebraciones y monumentos dedicados al descubridor son cada vez más escasos, debido a su papel en la colonización y los abusos cometidos contra las poblaciones nativas de América. Nada de esto ha impedido que la columna y su estatua sigan siendo uno de los grandes símbolos de Barcelona.