Puede decirse que Madrid no es Madrid sin su metro, una de las señas de identidad de la capital. La red registra cada año más de 662 millones de viajeros al año. Es uno de los sistemas de transporte subterráneo más extensos y antiguos de Europa, con una red que se extiende a lo largo de 13 líneas y más de 300 kilómetros.
Esta arteria esencial en la vida cotidiana de los madrileños tiene una identidad visual muy reconocible en sus estaciones y sus andenes. Recordamos las líneas de la red por su color, de forma casi instantánea, incluso sabemos exactamente con qué otros colores se cruzan cuando queremos hacer un trasbordo en la ruta planteada. Para comprobar lo que le queda al tren, tan solo hay que levantar la vista y mirar los minutos que faltan en el panel luminoso, a mitad del andén. Pero, ¿no falta algo? ¿Por qué no hay relojes ‘de toda la vida’ en ninguna de las estaciones para marcar el tiempo?
Las opiniones de los usuarios sobre la falta de relojes en el metro son tan distintas como, en apariencia, la necesidad de unos saber el tiempo frente a la indiferencia de otros. Algunos valoran la reducción de ansiedad y la eficiencia de los paneles informativos, mientras que una inmensa minoría prefiere tener acceso a la hora exacta en todo momento.
No obstante, la mayoría coincide en que la información en tiempo real sobre la llegada de los trenes es más valiosa que la presencia de relojes tradicionales, y lo corrobora el hecho de que no haya ninguno. Existen algunas teorías, en cambio, que achacan la ausencia de relojes a una estrategia de los responsables para evitar el factor psicológico: los retrasos impacientan y dan una mala imagen del servicio.
Esto no sucede exactamente así en otros lugares del mundo. Por ejemplo, el metro de Londres y el de París cuentan con relojes en muchas de sus estaciones. En Nueva York sí se prefiere el uso de paneles informativos digitales, al igual que en Madrid. Esto muestra una tendencia general hacia la digitalización y la provisión de información relevante para el viaje en lugar de la hora exacta.
La discusión sobre esta falta de relojes en las estaciones de la red de metro de la capital se reavivó recientemente, cuando un usuario de la red social X planteó esta pregunta a la cuenta oficial de Metro. “Hola @metro_madrid, una duda que no me deja dormir: por qué en ningún punto de la red de estaciones ni dentro de los vagones hay relojes?”
La respuesta tiene toda la lógica del mundo: la falta de uso suele preceder a la extinción de un sistema que entonces servía, pero que ya no tiene demasiado sentido en un mundo hiperconectado. A día de hoy, un altísimo porcentaje de usuarios utiliza el teléfono móvil durante los viajes y puede comprobar al instante la hora en su dispositivo. Fiarse de la hora que da un reloj tradicional en mitad de una estación se ha vuelto una moda casi prehistórica.
Lo cierto es que la ausencia absoluta de relojes es algo propio del siglo XXI y las transformaciones tecnológicas que han incorporado la digitalización a nuestras rutinas. En el siglo XIX, con la llegada del ferrocarril, los vagones, andenes y vestíbulos contaban con un reloj como mínimo y se regían por la ‘hora oficial”, una forma de informar del tiempo precisa y ajustada a los valores de la época: los viajeros querían trenes veloces, pero también puntuales. Mientras que hoy miramos un panel luminoso para saber cuánto le queda a un convoy para llegar, en el XIX comprobábamos el panel de horarios y la hora que mostraba el reloj ‘de toda la vida’.