María Dueñas (Puertollano, Ciudad Real, 1964) es doctora en Filología Inglesa. Tras dos décadas dedicada a la vida académica, irrumpe en el mundo de la literatura en 2009 con El tiempo entre costuras, la novela que se convirtió en un fenómeno editorial. Sus novelas posteriores son Misión Olvido Misión Olvido(2012), La Templanza La Templanza(2015) y Las hijas del Capitán Las hijas del Capitán(2018). Su obra ha sido traducida a más de treinta y cinco lenguas, con millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.
Planeta publica ahora Sira. Es su quinta novelaSira., y es la segunda parte de El tiempo entre costuras. Jerusalén, Londres, Madrid y Tánger son los escenarios por los que transita Sira, la costurera devenida en espía en la Europa de posguerra.
Pregunta: Una Sira que, como dice un personaje, “hace mucho que aprendió a cuidarse sola”.
Respuesta: En El tiempo entre costuras, Sira actúa en función de la circunstancias y las voluntades de otros. Aquí ya no: es ella la que decide con una libertad absoluta. Ha aprendido a volar sola.
P: Es un referente femenino para aquella época (1947), pero en la novela encontramos más modelos, sobre todo periodistas extranjeras.
R: Sí. Quería reflejar eso: eran profesionales muy sólidas, incluso con papeles relevantes. Había muchas en la BBC, aunque fueran minoría. La guerra se llevó a muchos hombres y aquellos puestos fueron ocupados por ellas. Son pioneras a la fuerza.
P: La BBC y la radio tienen un papel preponderante en Sira.
R: En aquellos la radio tenía el alcance más amplio, porque la prensa era más local o si acaso nacional. La radio canalizaba información y también propaganda de guerra. Me interesó resaltar los servicios en español de la BBC, aquella mítica Voz de Londres que se oía en Estados Unidos y en Latinoamérica, donde los locutores como Arturo Barea eran recibidos como estrellas de cine.
P: Eran periodistas de raza, pero exiliados, como Ángel Ara y George Camacho, que aparecen en la novela.
R: Sí, el Gobierno británico y la BBC no querían conflictos con Franco. Por eso a los más rojos
P: Manuel Chaves Nogales o Luis Cernuda también desfilan por Sira. Exiliados también acogidos por la BBC.
R: Sin hacerles fijos, la BBC les contrataba para trabajos esporádicos. Les daba de comer pero sobre todo les ayudaba a reconstruir su dignidad. Eran eminencias en España: catedráticos, artistas, juristas, diplomáticos. Por ejemplo, Luis Portillo, que fue catedrático de Derecho de la Universidad de Salamanca, estaba cavando zanjas en un aeródromo en Londres. Años después su hijo Michael Portillo fue ministro británico. El exilio de Gran Bretaña es intelectual, de una calidad profesional enorme. Esa huida fue un horror para España.
P: Pero otros profesionales muy válidos se quedan en nuestro país. Les das vida en el personaje de Diego Tovar, director de la Oficina de Información Diplomática.
R: No todos los franquistas eran gente malísima que querían llevar a otros al paredón. Había de todo, muchos apoyaban a Franco y no eran asesinos ni reaccionarios. Los grados de afinidad al régimen eran enormes. El primer franquismo de los militares cambia con gente más preparada y cosmopolita cuando Franco pretende lavar la cara de España de cara al exterior. Ahí entran los propagandistas de Acción Católica y luego el Opus.
P: Describes la posguerra en Londres y Madrid, pero resaltas actitudes diferentes en sus vecinos.
R: En Londres faltaba de todo como en Madrid pero había conciencia unitaria como nación de que había que salir de eso. En España había mucha represión, quedó dividida: dos Españas, los vencedores y los vencidos, y mucho miedo a no significarse. Es una reconstrucción muy distinta entre los dos países.
P: España está aislada.
R: Sí, a Inglaterra se la ayuda, a España no. Naciones Unidas le da la patada. Tras la II Guerra Mundial, muchos españoles dentro y en el exilio estaban convencidos de que Inglaterra y Estados Unidos ayudarían a derrocar el franquismo. No pasa eso, se lavan las manos, es una decepción enorme. Por eso España se recupera de forma distinta del resto de Europa.
P: Sólo le ayuda Argentina. Ahí se enmarca la visita de Eva Perón a España. Es parte fundamental en Sira. “Franco, Perón, un solo corazón”, gritaban en la Plaza de Oriente.
R: La visita fue una cosa demencial pero surtió efecto. Durante muchos años llegaron barcos cargados con alimentos de Argentina. Fue un convoy constante.
P: Solo por eso Franco se tragó el sapo de las excentricidades de Evita.
R: No tenía otra. Se las traga todas: los desplantes, los retrasos durante su visita. Me fascinó escarbar y reconstruir el personaje de Evita. Es una chica de 27 años, sin formación, sin contactos. Sin embargo tiene una seguridad absoluta en sí misma. Han pasado ya 70 años y seguimos recordando a Evita.
P: Hay un Madrid muy diferente al de la pobreza. Un Madrid de desayunos en Embassy, de misa de 12 en el barrio de Salamanca y de piscina en el Stella de Arturo Soria. Y Sira habla de todo ello.
R: La labor de documentación es lo que más me fascina, trazar los mapas donde van a ocurrir las tramas. Lo arduo empieza después, cuando escribes “Capítulo 1”. En el año 1947 los personajes se mueven por sitios míticos de entonces, como la sala de fiestas Villa Romana, que luego se convirtió en la discoteca Oh Madrid, en la cuesta de las Perdices. Era un Madrid casi exótico.
P: En ese "poblachón manchego" Sira desentona. Tiene la suerte de trabajar para la BBC, pero confiesa que “no tiene escuela”, como muchas españolas entonces.
R: Era una España dura. En la posguerra, había niñas que con solo 12 años entraban en el servicio doméstico. Iban de los pueblos a las ciudades a trabajar. Yo me he encontrado a algunas de ellas ya mayores. Señoras que te confiesan que no sabían ni leer ni escribir y se metieron en talleres para aprender. Mujeres que se han pasado la vida limpiando escaleras, almacenes y oficinas, y que cuando se jubilan, en vez de sentarse a ver la tele, han ido a un centro de alfabetización a aprender a leer con el dedo. Despacio, a su ritmo, ahora son capaces de leer novelas de 600 páginas. Me parece conmovedor.
P: Y ponen en valor la educación.
R: Entonces la educación era la única posibilidad de dar un paso hacia adelante. Antes para progresar en la vida necesitabas una formación que te abriera las puertas de un trabajo. Ahora hay otros atajos. Ahora hay mucha gente sin arte y sin talento y sin nada que se convierte en ídolos o referentes.
P: ¿Falta un espejo en el que mirarse?
R: Yo quiero pensar que no del todo. Muchas lectoras me dicen: “Me encantas porque eres una mujer, porque escribes, y porque a la vez eres una figura normal, sin escándalos y sin gritos”. Está bien que las generaciones más jóvenes tengan esos referentes.
P: Tú has decidido no estar muy expuesta.
R: Yo ya cuento lo que quiero contar en mis libros, no quiero convertirme en un personaje.
P: Durante años te has resistido a dar una segunda oportunidad a Sira.
R: Ni se me había vuelto a ocurrir. Con El tiempo entre costuras todo fue muy convulso, rápido e intenso. Las traducciones, las series, las giras por los países. En Estados Unidos estuvimos un mes de promoción. Fue una barbaridad. Quise poner un poco de tranquilidad, no podía seguir viviendo con Sira toda la vida. Se me hacía duro. Y decidí escribir otras historias distintas.
P: ¿Sira es un capítulo cerrado ya?
R: No lo sé. Ella ha recuperado el sosiego, el afecto, y ha encontrado un sitio donde está a gusto. Pero quizá vuelva a apetecerme volver a ella en el futuro.
P: ¿Cómo ves la novela actual? Se hace mucha autoficción, donde el autor es también personaje.
R: Como escritora en mi vida daré ese salto. Como lectora sí leo ese tipo de novelas, como muchas otras cosas.
P: ¿Por ejemplo?
R: Mientras escribo leo mucha documentación y también literatura vinculada a los momentos históricos de la novela. Releo mucho, cosas que se me quedaron por el camino. Pero también muchas novedades, en español e inglés.
P: Tu estilo narrativo es más anglosajón que español.
R: El inglés ha sido mi lengua de trabajo durante 20 años, cuando hice mucha escritura académica y escribía más en inglés que en español. El discurso es distinto. De forma inconsciente tiendo a no usar demasiada subordinación, que no es común en inglés y sí en castellano. Además intento ser más directa y parca.
P: Descubres tus fuentes al final del libro. Más homenaje que bibliografía.
R: Cuando empiezas a escribir piensas en cuánta gente te ha atendido y te ha echado una mano, cuántos referentes tienes.