Javier Cercas nació en Ibahernando (Cáceres), en 1962. Su obra incluye las novelas El móvil, El vientre de la ballena, Soldados de Salamina
Ganó el Premio Planeta 2019 con la novela Terra Alta, donde nos presentó al mosso d´esquadra Melchor Marín, el héroe que se enfrentó con sangre fría a los terroristas de los atentados de Barcelona y Cambrils en 2017. Ahora llega la segunda parte, Independencia Independencia(Tusquets), un “furioso alegato contra la tiranía de los dueños del dinero y los amos del mundo”.
Pregunta: ¿Por qué Independencia?
Respuesta: La palabra me encanta porque es polisémica. La independencia física, económica, moral. Eso es maravilloso. Me parece increíble que nadie haya utilizado ese título hasta ahora.
P: Un poco arriesgado.
R: Mejor todavía. Shakespeare está lleno de ese tipo de títulos. Mucho ruido y pocas nueces Mucho ruido y pocas nueceso Como gustéis. ¿Por qué carajo puso esos títulos? Umberto Eco decía que el mejor título de la literatura universal era Los tres mosqueteros. ¿Sabes por qué?
P: ¿Por qué?
R: Porque eran cuatro. Y además el importante es el cuarto. Eso es maravilloso para un título. Si tú me dijeras resume esta novela en dos frases te diría: esta es la historia de un tipo que se llama Ricky Ramírez (que para mí es el protagonista secreto de esta novela) que busca la independencia individual de manera equivocada. ¿Cómo? Porque se “arrima a los buenos”, según le pide su padre. Es lo mismo que le dice su madre a Lázaro de Tormes. Pero lo que Ricky Ramírez interpreta es “arrímate a los ricos y los poderosos”. ¿Y qué hacen los ricos y los poderosos con él? Lo que por definición hacen las élites enquistadas en el poder: usar a la gente para sus propósitos perversos, como papel higiénico. Y eso es exactamente lo que ha ocurrido en Cataluña.
P: Lo que un personaje de la novela define como “cleptocracia clientelar”.
R: Bueno eso es otro tema, pero también. Lo que ha ocurrido en Cataluña es que hay una crisis brutal en el año 2012 y la élite económica catalana decide que hay que salir de la mejor manera de esa crisis. ¿Cómo? Presionando al Gobierno central. Y lo hace sacando a la gente a la calle, que es lo ha hecho siempre. En realidad la gente ya estaba en la calle, estaban los ‘indignados’, pero ellos reconducen esa energía con el instrumento que tenían más a mano, lo que alguien ha llamado “la utopía disponible”, lo que tenían más cerca: la promesa de construir un país mucho mejor, feliz, maravilloso, separado de estos españoles que nos están robando y jodiendo la vida. La gente se creyó esa utopía. El problema ahora es que esas élites se han desentendido y quieren que esa gente vuelva a casa. Pero sacar a la gente a la calle es muy fácil. Devolverla es muy complicado.
P: Independencia es un retrato de esa élite económica barcelonesa.
R: Sí, un retrato duro, pero exactísimo en mi opinión. Y no se pusieron de perfil sino en primera línea. Esta élite no es distinta de otras élites enquistadas en el poder. La democracia, si no la tomamos en serio, es el mejor instrumento para parar estas élites.
P: Una élite a la que, no obstante, le gusta estar en “una posición discreta, en la penumbra”, según dice un personaje.
R: Eso es universal, no solo de la élite catalana. A la gente de poder no le gusta estar en primer plano si no es por obligación. Quienes aparecen en la tele es porque no tienen más remedio. Si no te conocen, no estás sometido al escrutinio público.
P: Ricky Ramírez apunta en otro momento: “A los ricos no les importa el dinero, porque ya lo tienen. Lo que no sabía es que les encanta dar lecciones de moral”.
R: Eso es una de las cosas más irritantes. Se ha puesto muy de moda que estas élites y los dirigentes políticos den lecciones de moral. La moral es cosa de cada uno. Una élite enquistada en el poder es una élite inmoral. Y eso pasa no solo en Cataluña, también en el resto de España y algunos países de Europa. En Estados Unidos y los países nórdicos es mucho más complicado. Son sociedades más fluidas.
P: Ricky Ramírez es un personaje obsesionado por ser rico.
R: Eso es algo que le pasa a mucha gente. Creer que el dinero es un fin en sí es ser idiota. El dinero es instrumento para vivir bien, no para hacer más dinero. Lo que pasa es que el dinero quiere más dinero, y el poder quiere más poder. Es un hecho incuestionable.
P: Es un modelo que destruye a la persona.
R: Sí, es un modelo autodestructivo y destructivo. Ricky es la prueba: quiere hacerse rico como sea, y cree que ahí está el sentido de las cosas, y ahí no hay nada. Melchor, su contrafigura, lo que quiere es vivir bien. ¿Para eso se necesita dinero? Sí, pero no hace falta ser multimillonario.
P: ¿La gente está a lo de Ricky o a lo de Melchor?
R: Obviamente la gente está a lo de Ricky. Melchor es una persona decente, un limpio de corazón, con toda su furia y su dolor. No es un tipo común y corriente.
P: Los ricos de Independencia cometen varias violaciones. Su retrato recuerda al de La manada.
R: La manada los conocidos como La manada. Esto ha existido desde que el mundo es mundo. A veces la verdad es tan elemental que ni la vemos: la mitad de la humanidad ha tenido el pie en el cuello de la otra mitad desde que el mundo es mundo. Esto no lo ha inventado ni el feminismo, ni el MeToo, ni el ministerio de Igualdad. La mitad de la humanidad ha considerado que la otra mitad era inferior. Cualquier persona decente se horroriza ante una cosa así, pero Melchor se revuelve porque lo lleva inscrito a fuego por motivos biográficos. No puede tolerarlo, es superior a él.
P: Llama la atención la naturalidad con que estos “señoritos” perpetran sus violaciones.
R: Porque esta élite ha actuado con una perfecta impunidad, porque si pasa algo alguien le salva. Esto es un retrato realista de cómo funcionan las cosas.
P: Melchor reacciona a lo bestia porque entiende que no hay otro camino.
R: Eso es el corazón de este libro y de la primera novela, Terra Alta. La pregunta sencilla y central es: ¿es legítima la venganza cuando la justicia no nos hace justicia? Cualquier persona diría que no es legítima. Pero la literatura sirve para poner en cuestión nuestras certezas más arraigadas. Es una forma de conocimiento que consiste en sacarnos de nuestras casillas, en poner en duda nuestras certezas más arraigadas, en empatizar con hechos y actitudes con los que nunca comulgaríamos.
P: En sacarnos de nosotros mismos.
R: Sí, sacar la parte maldita, la furia, el dolor, “la apetencia de muerte” que dice Lorca. Yo no puedo hacer eso en la vida cotidiana, no puedo ir destruyendo todo. Todos llevamos una bestia dentro, no somos ángeles. Yo intento ser razonable como persona pero lo que llevo dentro es una bestia y lo que te permite la literatura es sacar esa bestia. Y sacando esa bestia puedes ser una persona razonable, porque ya la controlas. Tengo la certeza de que la literatura es útil siempre que no se proponga ser útil, y no se convierta en propaganda o pedagogía.
P: “Las novelas no sirven para nada, excepto para salvar vidas”, dice Melchor.
R: Esto es lo que hace el gran arte. Tomemos el final de El Padrino: Michael Corleone, con su hija ensangrentada en brazos, a quien acaban de matar, pega un grito bestial. Y tú estás llorando con él. Pero sabes que este tío es un asesino, un mafioso repulsivo que ha matado a su propio hermano. Eso es lo que hace el gran arte: meterte en la piel de un monstruo. Por eso nos enriquece.
P: “En España sólo se fracasa una vez, no hay segundas oportunidades para nosotros”, dice Ricky.
R: Las segundas oportunidades es el gran mito americano, the american dream, donde hay muchas más facilidades para fracasar y levantarse. Aquí cuando se fracasa es más difícil levantarse porque hay unas élites en el poder. En Estados Unidos es más fácil.
P: Es fácil cometer el error de Ricky, “arrimarse a los buenos”.
R: El error de Ricky es creer que esa élite es un espejo, un modelo. A mí a veces me dicen: “Tú, que eres un escritor al que van bien las cosas, deberías estar con estas élites”. Yo no quiero saber nada de esta gente, me da grima.
P: Barcelona es extrapolable a Madrid.
R: O a París, donde están las élites de la República, con muchísimo dinero desde hace décadas. En Barcelona estas familias están en el poder desde hace un siglo y estarán en el futuro. Y en Madrid igual. Por eso la única manera es tomarse en serio la democracia. Decir que el poder político no pinta nada es una gran excusa. Claro que lo tiene, otra cosa es que no se quiera ejercerlo, o que se sume a esos intereses. Y si no se ejerce, a la calle y que vengan otros. Si seguimos votando a los mismos de siempre, eso no va a servir para nada.
P: O sea, flaco favor hacen quienes menoscaban la democracia.
R: Es lo peor que se puede hacer, porque es nuestra única defensa. Eso es no saber lo que es la democracia. Es el peor favor posible al pueblo. Las instituciones democráticas son las únicas que pueden enfrentarse a las élites. Tú solito ya puedes ser todo lo listillo, lo pico de oro y lo buen tertuliano que quieras, pero eso no sirve para nada. Las instituciones, el poder judicial, el parlamento, el ejecutivo, sí sirven. Y si los socavas les están quitando poder, y se lo estás dando a los más fuertes.
P: ¿Qué opinas del debate sobre la libertad de expresión abierto por el encarcelamiento de Pablo Hasél?
R: Tenemos que ponernos de acuerdo en qué es libertad de expresión. ¿Pedir la muerte de José Bono es libertad de expresión? ¿O la de Pablo iglesias? Si la pidiera un neonazi o un yihadista, ¿qué diríamos, que es libertad de expresión o delito de odio? Es una cosa muy seria sobre la que todos tenemos que ponernos de acuerdo. Y ser muy honestos.
P: ¿Los disturbios de Barcelona tienen que ver exclusivamente con Hasél?
R: No. Si yo tengo 20 años y me dicen que no vivo en una democracia, y lo dice el Gobierno catalán y el vicepresidente del Gobierno, igual me pongo a quemar contenedores. Si resulta que no vivimos en una democracia, y lo dicen hasta los que mandan… A eso se llama socavar las instituciones. A estos chicos yo les diría que están perdiendo el tiempo. Lo único que vas a hacer quemando contenedores es fastidiarle la vida una inmigrante a quien su jefe ya no puede pagar porque le han destrozado la tienda. Con estos disturbios, a la élite –a la cual pertenece la familia de Pablo Hasél-, sólo le haces cosquillas. Este libro, Independencia, es una llamada a la insumisión, pero de verdad, no de dibujos animados, porque esto solo le jode la vida a quienes ya la tienen bien jodida. Pero no creas que así se hace la revolución y menos con esos métodos. Aquí nos encontramos con gente que dice que es antifascista pero utilizan métodos fascistas. A mí eso no me cuadra. Si creen que están haciendo la revolución, están haciendo el idiota. Las cosas se cambian a mejor tomándose en serio la democracia y leyendo a Cervantes. Por ahí empezamos.
P: Precisamente Melchor es un policía que lee novelas. “No es muy habitual, y entiendo que mis compañeros, a veces, se rían de mí”, dice el propio agente.
R: Borges decía que todas las novelas son policíacas. Mis novelas lo son en este sentido. En todas hay un enigma y alguien intenta resolverlo. Pero en esta además hay un policía. Me parece bien que alguien lo lea como novela policíaca. No me propongo ser fiel al género policíaco, sino escribir la mejor novela posible. Alguien me ha dicho que he violado todos los códigos del género. Este es un policía fuera de lugar: buen padre de familia, que no bebe, está lleno de furia, y es un lector furioso. Y eso es lo que define su vida. Era un salvaje de chaval pero un día en la cárcel descubre por azar Los Miserables y se vuelve loco y ve que ese libro está hablando de él. Se identifica con Jean Valjean e incluso pone a su hija el nombre de Cosette. Ese libro le convierte en lector y en policía. Se salva gracias a ese libro. Melchor lee para vivir más, de una manera más rica e intensa. Para eso se lee, y no para otra cosa. Por puro placer, que es una forma de conocimiento.
P: Leer es un placer. ¿Y escribir?
R: Para mí son dos actividades complementarias. No hay buen escritor que no sea buen lector. Escribir es más que un placer, es una pasión, un placer bestial, un deporte de gran riesgo, un juego en el que te lo juegas todo.