Como millones de españoles, Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962) se sintió abrumado por la brutal injerencia del coronavirus en su vida. Y pensó que la única manera de escapar de aquella angustia era escribir una historia de amor. Ya intuía que en el amor (y en el erotismo, y en la belleza) estaba la respuesta ante tanta desolación. Lo explica gráficamente el protagonista de 'Los besos' (Planeta), su nueva novela: “El olor de los bosques no sale en el telediario”.
Y ahí, en un bosque de la sierra madrileña colocó Vilas el escenario, y a un profesor de mediana edad como personaje central. Y mientras ese profesor conduce hacia ese bosque horas antes del confinamiento, en medio la carretera vacía se topa con una pregunta:
Pregunta: “¿Qué demonios hacemos sobre la tierra?”
Respuesta: Es una pregunta que nos hemos dejado de hacer. Pero es ancestral y primitiva. Qué hacemos en este planeta, quiénes somos. Es el momento de hacer esa pregunta porque ha llegado la pandemia y todo se ha detenido. Desaparece el ruido de la civilización, de los procesos económicos, históricos, y sociales en los que estamos metidos y que hacen que uno no se pregunte cosas metafísicas. La vida es un hacer y el que hace cosas no se pregunta intangibles. El que hace sillones hace sillones, el taxista coge el coche, el camarero prepara un café con leche. La vida del ser humano es activa. Pero con un parón de esta naturaleza, cabe volver a preguntarse qué hacemos aquí.
P: Y él recupera poco a poco el habla que había perdido ante sus alumnos.
R: A él le jubilan porque enmudece en clase, en el instituto. Es una enfermedad profesional, ahí no me invento nada. Pero ese enmudecimiento es simbólico, el de alguien que no tiene nada que decir. Además es un profesor de humanidades, y su silencio está vinculado a la inutilidad de la trasmisión del saber. Como es inútil trasmitir ese conocimiento, me callo, se dice.
P: Entonces aparece la Oscuridad.
R: La Oscuridad es el sitio de interacción entre los vivos y muertos, el no saber por qué vivimos o morimos, todo aquello que está en la experiencia humana y que nos incomoda: qué hacemos aquí, porqué nos matamos, por qué nos enamoramos.
P: Pero no hay respuestas.
R: La Oscuridad es un recordatorio de que la vida humana sigue siendo un misterio. En los últimos 50 años hemos experimentado cambios maravillosos por la ciencia y la tecnología. El mundo ha cambiado como no lo hizo en los últimos 3.000 años. Pero los misterios fundamentales de la vida siguen igual. Se han creado nuevas metáforas: la antimateria, la teoría de cuerdas, las teorías cuánticas. Pero todo eso sigue siendo la Oscuridad. La ciencia ha dado nuevas palabras, pero no traspasa el misterio. Los razonamientos ya no son teológicos, son mejores los de ahora, los de la matemática, pero sigue existiendo ese territorio oscuro. Yo lo he visto. Es un territorio que experimenta el que ha visto morir a seres queridos. Azorín decía que vivir es ver morir.
P: Hay mucho erotismo en la novela.
R: El libro reivindica el erotismo no solo como fuente de placer, sino también como forma de conocimiento. Tú te desnudas, y el otro, al verte de esa manera, de esa forma tan íntima, te dice quién eres. Tú no sabes quién eres hasta que haces el amor con otro ser humano.
P: Pero hay otro tipo de erotismo en la novela.
R: Sí, el de la empatía: ayudar a los demás como un acto erótico.
P: Y el erotismo de las cosas comunes.
R: Tú entras en una frutería y hay un milagro que no sabes ver. La literatura lo que hace es volver a mirar, renovar y 'desautomatizar' la mirada. Una frutería es bella cuando la observas así: hay manzanas, kiwis, melones, sandías, plátanos. Está la creación entera de la naturaleza. En una frutería está el triunfo de la vida.
P: "¿De qué sirve el cerebro de Einstein si no estás enamorado?", se pregunta el protagonista.
R: La inteligencia nos hace avanzar como especie, pero no vale para resolver una vida. Que te alarguen la vida está bien, pero si es para gastarla en algo que merezca la pena. La vida es la búsqueda de una plenitud. Hay que buscar algo que te dé ilusión y fuerza para enamorarte de la vida. Aquí hay luz y aquí me quedo. Es una obsesión mía. Para mí la vida son fuerzas en ebullición que tienen que salir. Yo creo en la vida si la celebramos constantemente: enamorarnos más, disfrutar y gozar más, ser más libres y felices.
P: ¿Aunque seamos viejos?
R: Los viejos siguen vivos por amor a la vida. Nadie se quiere ir de aquí. Nadie quiere morirse, todo el mundo se resiste a irse.
P: “Tenemos suerte de estar vivos”
R: Es el don de haber venido aquí. Es un don que viene de nuestros padres. Soy un poco esotérico en esto. Pero es que hay muchos que no están. Decía Kafka que la alegría es una obligación. La semilla de esta novela fue una respuesta al coronavirus. Me sentí invadido por el covid: los médicos, el Estado, la policía, los medios. Yo solo pensaba en cómo salir de esa angustia. Y pensé que solo era posible con una historia de amor: sólo el amor puede ser la salvación. Es como en ‘Casablanca’, la película: el mundo se está derrumbando y dos se están enamorando. La Segunda Guerra Mundial y los alemanes son irreales. Lo único que importa son ellos dos. Por cierto: ¡Qué bonito cuando él renuncia a ella! ¡Qué categoría Humphrey Bogart! Es la épica del adiós. Es una droga. Es belleza pura.
P: Otro clásico, ‘El Quijote’, muy presente en la novela.
R: Nadie se ha creído la historia de amor de ‘El Quijote’. Creen que es una locura falsa, artificiosa e ilusoria. Yo no. Todo lo que hace es para exaltar a esa mujer. Para mí es muy importante. Don Quijote está convencido de que su vida tiene sentido para ensalzar la belleza universal de su señora. 'El Quijote' es una novela de amor, no de la lucha del idealismo frente a la realidad, como se ha dicho. Don Quijote no huye de la realidad, huye de España (se ríe).
P: “Los 47 millones españoles son hijos de Sancho Panza”, dice nuestro profesor.
R: En España arraigó más Sancho que Quijote. A Cervantes sólo lo siguen los ingleses. La literatura española lo rechaza. Es muy doloroso. Cervantes se recupera en España sobre todo en el siglo XX. La razón es la intolerancia. Cervantes es muy tolerante, y en España es un problema, ya venga de la religión o de la política. La intolerancia es una manera de ser muy española. Tú crees que el mundo tiene que ser de una manera y te pone nervioso que los demás no lo vean como tú. Cervantes inventa la tolerancia moderna. Mire, dice, eso que está usted viendo pueden ser molinos o gigantes.
P: “Invéntate lo que sea, pero haz que la vida sea apasionamiento”.
R: La novela es una defensa del individualismo bien entendido. No esperes que el Estado o la sociedad te resuelvan la vida. Como individuo, constrúyete una vida interesante. Es tu responsabilidad. Lo puedes hacer. Es un ejercicio de imaginación y de voluntad. Con tu vida puedes hacer algo maravilloso, es tu responsabilidad. Puedes estar mal laboralmente, pero aun así tu vida puede ser interesante. Puedes tener poco dinero pero eso no significa que tu vida sea una mierda. Lucha por generar una energía interior, intenta construirte con lo que la naturaleza te ha dado.
P: Ahí entra la austeridad.
R: Mi padre tenía un par de zapatos. Quién tiene ahora solo un solo par de zapatos. La abundancia en lo material es inútil. El capitalismo no ha vuelto medio locos a todos. Por eso hay que hacer pactos importantes sobre el capitalismo.