No tiene móvil, ni ordenador, no quiere oír hablar de internet, ni de las redes sociales, sigue escribiendo a máquina o a pluma, pero José Luis Garci es todo un ‘influencer’. Nunca antes había sido tan omnipresente: radio, televisión, prensa, contagiando su amor por el cine, pero no sólo, también por la literatura, la pintura o la música.
Ganó el primer Oscar para el cine español ('Volver a empezar', 1983), pero ahora, reconoce, preferiría una buena analítica a una nueva estatuilla, para poder seguir con esas pasiones de autodidacta, entre ellas la escritura (como atestiguan sus muchos libros, los mismos que películas, 19 de cada).
El último de ellos es ‘El toque Lubitsch y otros roces’ (Ed. Reino de Cordelia), un conjunto de ensayos donde intenta definir ese hallazgo del director de cine alemán que triunfó en Hollywood, autor de obras como ‘Ser o no ser’ y ‘Ninotchka’.
Pregunta: Hitchcock y Wilder son herederos de Lubitsch. Era un maestro de sugerir y no mostrar. Todo lo contrario del éxito reciente del ‘Juego del Calamar’. ¿La ha visto?
Respuesta: No la he visto. No tengo ni idea.
P: Wilder decía: “Lubitsch muestra más con una puerta cerrada que otro director con una bragueta abierta”.
R: Sí, Wilder era su más fiel seguidor. Es muy difícil definir el ‘toque Lubitsch’. Es como el ‘duende’ que en España aplicamos a un futbolista o un cantaor de flamenco. La técnica y la clase es la misma que el resto, pero tienen otra cosa especial, que han nacido con ella. No se ensaya ni se aprende. Es un misterio. Es un atractivo, un encanto especial. Le pasa a algunos que hacen cócteles estupendos: tú lo haces con las mismas cantidades e ingredientes, pero el de ellos sabe mejor. Ese toque era la mano de algunas madres para hacer la tortilla, sin haber estudiado gastronomía.
P: Y de trasfondo el humor. “Ser ameno debería ser el undécimo mandamiento de Yahvé”, exigía usted en su anterior novela, ’Insert Coin’ (Ed. Reino de Cordelia).
R: Es que nos rodean muchos plomos, masculinos y femeninos. Está el plomo taladrante y luego el adherente, que es de otro tipo. Lo más importante es ser ameno, pero eso tampoco se estudia, es un don. Es el instinto, que llega cuando naces. Todos hemos tenido compañeros en el colegio que ya eran viejos. Como decía Picasso, el que es joven es joven siempre.
P: Huye de los “filósofos de cercanías”.
R: Sí, esa gente solemne que parece que está descubriéndote a Schopenhauer. Todo es mucho más ligero, liviano, si lo aprendes con alguien divertido, que te haga más fácil el estudio. Son dones difíciles de recibir: el tener sentido del amor y del humor, que van juntos.
P: ¿Por qué van juntos?
R: La gente que frecuentas tiene que tener ganas de estar a tu lado, de tomar una cerveza o una copa contigo. Eso es tener un imán: eso es amor.
P: Otro pecado es darnos mucha importancia.
R: Hay que intentar dar el máximo en lo que haces, pero luego no tomárselo en serio. Discutir no sirve para nada.
P: Es usted autodidacta.
R: A mí siempre me ha gustado mucho leer y la cultura popular: el cine, la pintura, la música (no sola la clásica, también la llamada ligera, los Beatles, o Mantovani con sus violines). Hice un bachillerato muy bueno, porque antes era mejor (el de Pedro Sainz Rodríguez, que era como dos carreras ahora).
P: ¿Y ahora?
R: Ahora los chavales si suspenden pasan. Ahora cuando te vayas a operar, hay que tener cuidado con el médico, no vaya a haber suspendido (ríe). Ahora el esfuerzo da igual, puedes estudiar sin suspensos.
P: ¿Vive en “jubilosa nostalgia” desde siempre?
R: Sí. No sé por qué te ponen triste de niño cosas que no has vivido: una generación literaria (Hemingway, Capote), o determinados cineastas y películas. Es nostalgia de algo que no has vivido. Pero nos estamos yendo ya a Freud capítulo 3.
P: O sea, todo tiempo pasado fue mejor.
R: No, porque la frase completa de Jorge Manrique es “como, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado es mejor”. No dice que fue mejor, sino que a nosotros nos lo parece. Yo ahora me pregunto: dónde estaban aquellas aulas donde yo estudiaba, aquellos profesores, los coches de mi época.
P: “Un día te mueres y se te queda cara de gilipollas”, se lamentaba el protagonista de ‘Las verdes praderas’.
R: Claro, y te das cuenta de que no has sido feliz, porque no has vivido, sino que “te han vivido”: has trabajado toda la vida para el Corte Inglés o para Starbucks.
P: No es su caso, ¿no?
R: Yo soy una persona de siglo XX. Yo me muevo en taxis, no en Cabify. Soy de otro tiempo, de otra época. No sé lo que es internet, ni las redes, ni Twitter. Nunca he tenido un coche, yo no he conducido ni en las verbenas.
P: Eso parece misión imposible hoy en día.
R: El otro día fui a Canarias y en el aeropuerto de Barajas tuve muchos problemas, porque llevaba el billete en papel, y ahora todo el mundo lo lleva en los móviles. Pero luego el mundo seguía igual, porque el vuelo iba con retraso. Eso no ha cambiado.
P: Sin tecnología, pero todo un ‘influencer’: lo dice Noemí Guillermo en el prólogo de tu último libro.
R: Pero todos los que trabajamos en los medios somos ‘influencers’.
P: ¿Usted cómo se informa?
R: Salgo todos los días a comprar los periódicos de papel: el ABC y el AS.
P: A Canarias fue a hablar de Galdós. Le he escuchado decir que la gente que mejor habla de Madrid no es de Madrid.
R: Fíjate en Arniches o Baroja. Madrid tiene un atractivo especial. Es una ciudad de aluvión, que te quiere y no pregunta nada. Admite la doble nacionalidad: uno puede ser de Málaga y de Madrid. Es muy abierta, y mucho más cuando yo era niño: entonces la gente era muy amable.
P: Pero desaparecen los cines.
R: Es un cambio de piel, de mudanza, está cambiando toda la ciudad. Madrid no es la misma de Galdós. Ahora voy a los cines ocho o diez veces al año.
P: ¿Qué ha visto últimamente?
R: El último James Bond, y la última de Ridley Scott. Voy al cine una vez al mes. Pero veo muchas películas en la tele. Yo, que era un cinéfilo trashumante, me he convertido en videófilo sedentario.
P: Sí hay cines, y muchos, en su trilogía de ‘El Crack’.
R: ‘El Crack’ está hecho al final de la dictadura. Es un Madrid de mudanza, la Gran Vía está un poco sucia, con esos cines que ahora desaparecen. Era un momento de cambio social.
P: En algún sitio ha dicho que los españoles no nos queremos.
R: Eso ya lo decía Galdós. Decía que España era como un árbol con las hojas podridas. El pegamento entre Asturias y Andalucía no se ha adherido bien. Se ha desencuadernado. España es como un traje deshilachado, viejo, con los bolsillos rotos, con rodilleras. El problema no es enviar el traje al tinte, sino que necesitamos otro traje, distinto al que hemos tenido. Soy la última generación que ha conocido España tal como es. En 30 o 40 años España será distinta.
P: ¿Necesitamos una tercera España?
R: Sí, ni de izquierdas ni de derechas, sino de ninguna ideología, con gente buena que quiere a su país, por su gastronomía, por su sol, su arte, sus filósofos, cineastas y poetas.
P: Nos habíamos quedado en Galdós.
R: Galdós es el primer escritor que se hizo un ‘selfie’. Se retrató con nosotros. Leer a Galdós es como cuando tus padres te llamaban al dormitorio y te contaban cosas. Esa cosa tan cálida, tan cercana y familiar. Galdós es ese chaquetón de pana de nuestra literatura. La Academia se negó a que le diera el Nobel, porque creían que no tenía categoría. Y han pasado los años y vemos que tiene el tamaño de Dickens, de Balzac o de Tolstoi. Él no hizo la comedia humana, sino la familia humana, un retrato de su tiempo.
P: ¿Qué le gusta más: hacer cine, escribir para cine, o escribir sobre cine?
R: Escribir es más difícil que hacer cine: más aburrido, se pasa mal. Ahora escribo un artículo semanal para el ABC, y me lleva una mañana. Pero siempre me ha gustado ser escritor. De hecho empecé escribiendo guiones. Durante 20 años en el pasaporte ponía 'escritor' de profesión. Ahora el número de mis libros ha igualado al de películas. Manolo Alcántara, Paco Umbral o Pedro Cuartango siempre me dijeron que soy escritor, incluso bueno, aunque quede mal.
P: ¿Escritor de pluma o de máquina de escribir?
R: Ahora escribo mucho a mano. Luego lo paso a máquina y lo voy modificando. Y luego lo corriges otra vez. A veces hago una foto a los folios y la mando, porque no sé enviarlo de otra manera.
P: ¿Existe algo mejor que Cole Porter?
R: Cole Porter lo escuchas y es toda una época. Pero también me gusta Glenn Miller. Lo oyes y que pareces que estás en la guerra. (Tararea ‘In the mood’)
P: ¿Sigue fumando?
R: No, hace mucho que no fumo. Pero no lo echo de menos. Lo dejé hace mucho, me dijeron que lo dejara. Pero yo no era un gran fumador, lo hacía mucho por imagen, porque es más atractivo fumar. Una mujer que fuma es más atractiva que una no fuma.
P: ¿Alfredo Landa fumaba? En sus películas enganchaba un cigarro con otro.
R: Sí, fumaba.
P: Ahora ya no le dejarían.
R: Están prohibiendo todo: el fumar, el beber, el boxeo. Poco a poco nos están quitando muchas cosas. El que quiera fumar que fume, si está solo.
P: Tampoco le gustan los cambios ortográficos.
R: Sí, yo sigo poniendo sólo con acento, cuando es un adverbio. Como en una novela de ciencia ficción, nos están cambiando muchas cosas.
P: Alfredo Landa reconocía que usted era quien mejor le ha dirigido.
R: A Alfredo le cogí el punto y luego se encontró muy bien. Éramos muy amigos. Hemos viajado y charlado muchas horas. Y hemos bebido muchos martinis juntos.
P: Era el que mejor prepara los 'dry martini', según Andrés Amorós.
R: Mucho mejor que Buñuel, que le echaba angostura.
P: Y Manolo Alcántara.
R: Era el mejor bebedor. Y también era como mi hermano mayor. Cuando se murieron Manolo y Alfredo lo sentí muchísimo. También con Fernán Gómez, Fernando Guillén y David Gistau. Hay muchos amigos que no están. En ‘El crack cero’ está mi nieto, que estaba enfermo y se murió con 14 años. Quise llevarle allí, para que estuviera muy presente. Es ley de vida. Cuando tengas mi edad, mucha de tu gente se habrá ido.
P: “Ahora la mejor noticia, es más que un Oscar, que la analítica me salga bien”, escribe.
R: (Ríe). Ya el coche no está como cuando lo estrenaste. Mira, el viernes (por el día 19 de noviembre) me vacuno de la tercera dosis. Nadie tiene ni puñetera idea de lo que está pasando con el covid. Es como lo del volcán, todo el mundo es vulcanólogo. Se hacen predicciones, pero no se sabe lo que va a durar.
P: Dice que la peor palabra del diccionario es ‘pero’.
R: Es la más fea. “Es una chica guapa, pero”, “es una gran película, pero”. La UVI también es una palabra fea.
P: Cuentan de usted que es como el Funes de Borges: una memoria prodigiosa.
R: No, he perdido mucha memoria. Cuando estoy escribiendo y se me olvida algo, dejo el hueco en blanco, y a los diez minutos me viene a la cabeza lo que quería decir.
P: ¿Le queda tiempo para algo? Los ‘cowboys de medianoche’, ahora Classics, el periódico, la radio….
R: Sí claro. Me queda tiempo para pasear por el Retiro todos los días, para leer el periódico, para ver el fútbol, que es lo que más me gusta, y también para ver el boxeo. Es que no se puede tener solo una pasión.
P: Y tampoco no hablar de ellas.
R: Sí, eso lo decía Manolo Alcántara: “A Garci le gusta todo y mucho”. Hombre, ya que estás aquí, mejor disfrutar. Lo suyo es que cuando te vayas al otro barrio ya le hayas sacado todo el jugo al hígado (de todo lo que has bebido) o que tengas la vista cansada (de tanto cine y tantos libros). Por qué quedarse con una pasión: me gusta el cine, el teatro, la música, la pintura, pasear, charlar con los amigos, la radio.