Jesús Zamora (Madrid, 1963) es decano de la facultad de Filosofía en la UNED. Especialista en Filosofía de la Ciencia y con algunas incursiones literarias en forma de novelas, vuelve a la carga ahora con un ensayo sobre los apocalipsis que nos rodean. Cargado con un escepticismo propio de un investigador en epistemología, Jesús Zamora desmonta todos los miedos sobre el fin del mundo en “Contra apocalípticos”, un libro en el que disecciona las profecías sobre cambio climático, transhumanismo e inteligencia artificial y concluye que por muy mal que se nos den las cosas, la especie humana sobrevivirá miles de años.
PREGUNTA: El gusto por el apocalipsis lo cifra en la necesidad de articular relatos con principio y final, sin embargo, las sociedades colapsan
RESPUESTA: No digo que no pueda haber un apocalipsis, pero sí que la probabilidad es bastante pequeña. No es algo a lo que estemos condenados irremediablemente.
P: Habla de las diferencias entre colapso del sistema y evolución/transformación del mismo y apuesta más por el segundo ¿hay interés en inflar las expectativas de apocalipsis?
R: No sé si tanto como interés. Supongo que algunas personas e instituciones tienen algún tipo de interés en promover la creencia sobre el apocalipsis porque eso les sirve para sus motivos políticos o económicos. Lo que sí creo es que hay un sesgo psicológico. La gente se siente atraída por esos finales espectaculares.
P: Las soluciones del ecologismo cascarrabias ¿son trasnochadas? Parece que siempre la solución es abandonar el capitalismo como si fuera el único culpable
R: Ahora sí, porque es el único que hay. Si no hubiera caído el bloque del Este y todavía tuviéramos un tercio de los países del mundo bajo el sistema soviético, no tengo nada claro que el medio ambiente hubiera estado en mejor situación que lo que está ahora en los países capitalistas. De hecho, mientras funcionó el comunismo soviético el daño al medio ambiente en esos países fue mayor que en los países capitalistas. Por eso cuando se propone sustituir el capitalismo por otro sistema económico, la cuestión es ¿qué garantía tenemos de que ese otro sistema económico vaya a ser más respetuoso con el medio ambiente que el propio capitalismo?
P: Sin embargo en el libro se admite que la crisis climática es real y que algo habrá que hacer para no ser tan depredadores con la naturaleza
R: Es que se parte de la idea de que estamos ante un problema moral y que es necesario cambiar nuestros valores y yo creo que es una cuestión económica. A lo mejor la solución puede estar en conseguir que los seres humanos aunque se sigan comportando de manera egoístas, pero que sus acciones tengan un impacto menos negativo en el planeta. Por ejemplo, yo creo que casi todos los economistas coinciden en que implantar un impuesto global sobre las emisiones de CO(2) es la mejor manera de combatir el calentamiento global. Esto no exige que la gente se comporte de manera más ética sino que sigan buscando el mayor beneficio posible, solo que las reglas estarían orientadas a que ese comportamiento busque reducir las emisiones contaminantes. No es tanto un problema moral, sino económico. Y hay que abordarlo con herramientas económicas.
P: Pone de relieve la contradicción entre animalistas y veganos que también son responsables de la muerte de miles de seres vivos a lo largo de su vida recuerda que el ser humano es una especie animal que también es depredadora. ¿Han olvidado estos movimientos esta dimensión animal de la especie humana al haberse centrado en exceso solo en la dimensión moral?
R: Claro, se contempla todo como un problema moral, pero se olvidan de la perspectiva biológica. Consideran que el ser humano es solo un ser transcendente que tiene la capacidad de elegir entre el bien y el mal. Además, ellos ya han decidido lo que está bien y lo que está mal y todo lo que sea obrar mal es considerado como un delito, un pecado, vicio o corrupción moral. Pero si contemplamos la relación del ser humano con el resto de la biosfera y la comparamos con la relación de cualquier otra especie, vemos que no hay ninguna especie que pueda sobrevivir si no es a costa de consumir otras especies.
P: Señala que aunque no esté demostrado que las plantas tienen percepciones tampoco podemos descartar que posean un cierto tipo de psicología, lo cual nos podría inhabilitar también para el veganismo. Este planteamiento inhabilita por completo al veganismo y lo sitúa al mismo nivel que a los carnívoros
R: Ahí todo depende de hasta qué punto asumamos que las plantas pueden sufrir. Es cierto que no lo sabemos, pero desde luego no podemos descartarlo. En el caso de que sufran al mismo nivel que los animales, el argumento de los veganos se caería por su propio peso. Podrían decir que alimentarse de animales implica doble sufrimiento porque al sufrimiento animal habría que añadir el de las plantas. Al final, la vida de una persona le cuesta a la naturaleza la vida de miles y miles y miles de seres vivos, ya sean animales o vegetales. Por lo que preocuparse de unos pocos miles más, no es relevante.
P: Habla de que el algoritmo de Google podría elegir mejor a quien votar siguiendo nuestras conversaciones y búsquedas, sin embargo, duda de que queríamos abandonar ese nivel de decisión por muy irracionales que podamos ser. Cuando Harari habla de ese transhumanismo en el que los seres humanos estaremos supeditados a la IA, parece obviar que el componente irracional está muy presente en el ser humano y es difícil abandonarlo
R: En muchos casos dejaremos que la IA tome decisiones por nosotros porque vamos a descubrir que es más cómodo para nosotros, pero habrá otros ámbitos en los que nos neguemos a abandonar nuestro ámbito de decisión. Pero esos ámbitos no tienen que ser los que más nos preocupen ahora. Otro factor relevante es que cuanto menos deleguemos en la IA menos margen de aprendizaje tendrá la IA para saber si está acertando o no en sus decisiones por nosotros. Por eso, creo que siempre habrá cierto margen de libertad.
P: Señala que una manera de contrarrestar las fake news y sus efectos puede ser quitarle valor al voto y las elecciones y apostar por sistemas en que un conjunto de electores tome las decisiones asesorados por un grupo de expertos ¿Eso no sería demasiado aristocrático y poco democrático?
R: Ahí hay una cierta tensión dialéctica. En el fondo, todos queremos que las decisiones las tomen expertos. Si nos metemos en un quirófano, no queremos que la decisión se tome en una votación de un programa de televisión, sino que sea una persona experta. Hay que buscar el equilibrio de en qué grado la sociedad quiere estar en manos de gente experta y en qué grado quieren tomar ellos mismos la decisión. Lo que sí es cierto es que siempre tiene que haber un control democrático sobre los expertos.
P: Resta importancia la ciencia y los datos en cuestiones políticas por ser incapaces de prevalecer sobre la ideología, o sea, que por muy racionales que seamos, nuestros valores se imponen a la hora de tomar decisiones y por eso se hace más necesario el pacto y la toma de acuerdos mediante el consenso. Precisamente, eso casa muy mal con la relativización de las fake news porque alimentan el enfrentamiento entre ideologías distintas
R: Es que no podemos aspirar a que haya un sistema político en el que todo funcione mediante la racionalidad. Pero tampoco debemos pensar que caeremos en el otro extremo y la sociedad solo se regirá por valores ideológicos. Nuestro sistema de pensamiento funciona relativamente bien. Es verdad que aceptamos como verdades algunas afirmaciones que son falsas, pero eso ocurre porque seguimos creyendo en los flujos de información. En el momento en que la información fuera siempre falsa, dejaríamos de creer en esa información. La información fidedigna siempre tiene un valor fundamental, incluso a pesar de las fake news. En la mayoría de los bulos, cuando llega la hora de la verdad y la gente tiene que afrontar una decisión que tiene consecuencias en sus vidas, la gente se lo toma como más racionalidad. Las fake news funcionan más como espectáculo mediático que como influencia en la vida cotidiana. Hay gente que se traga los bulos y decide no vacunarse, por ejemplo, pero la inmensa mayoría de la gente sí tomas decisiones razonables.
P: El problema puede venir cuando una pequeña minoría tome una decisión que sí tenga consecuencias para toda la sociedad, como estuvo a punto de ocurrir en el asalto al Capitolio
R: Sí, pero aunque un país pudiera tomar una decisión así, sus efectos se contrarrestarían. Es como el dicho de no se puede engañar a todo el mundo, mucho tiempo. Puedes hacerlo a poca gente mucho tiempo, o mucha gente, poco tiempo. Las fake news no van a hacer colapsar nuestra civilización ni van a acabar con las democracias, aunque sí pueden tener un cierto efecto que podremos subsanar con el paso del tiempo.
P: Sostiene que cada vez estamos más cerca de agotar la innovación científica y que lo que considera la Era del Progreso terminará agotándose. ¿Qué tipo de sociedad humana nos espera si se agota la curiosidad?
R: Es una cuestión muy inquietante. No sé qué será lo que sustituya nuestra sociedad cuando hayamos agotado el progreso. Seguramente, los seres humanos del futuro profundo se parezcan más a los seres humanos primitivos en que no tenían una noción de progreso. En la prehistoria, se producían descubrimientos, pero no porque los buscasen sino que aparecían por casualidad y con una frecuencia tan esporádica que nadie era consciente de cuándo se había producido y pensaban que siempre se había hecho así. Seguramente la inmensa mayoría de la gente, nunca se planteaba una pregunta de ¿cómo vamos a hacer esto? Aunque realmente todo es especulación. Lo que sí me atrevo a asegurar es que nuestros descendientes de dentro de miles de años no piensen como nosotros en términos de progreso histórico y tendrán que organizar su cosmovisión y su visión de la sociedad de alguna manera y no será de una sola, sino de varias, porque según vayan pasando los siglos se cambiará también.
P: O sea, que el fin de la historia no es la democracia liberal que pronosticaba Fukuyama, sino que todavía nos queda
R: El fin de la historia llegará más bien cuando no tengamos que trabajar. Realmente, los seres humanos llevamos varios milenios organizándonos, pero de manera consciente, quizá solo los tres o cuatro últimos siglos. No me atrevo a pronosticar si esto durará unos pocos siglos más o unos cuantos milenios más, pero seguro que no serán muchos milenios más.