“Se acabaron Los Secretos” ha sido una frase recurrente durante estos 40 años, recuerda su actual líder, Álvaro Urquijo. La historia del grupo es la crónica de un milagro. Se murieron dos de sus primeros integrantes, Hacienda les “arruinó” y en La Movida iban a contracorriente pero no evitaron el zarpazo de la droga, sobre todo Enrique, que terminó muriendo por una recaída cuando mejor estaba, el 17 de noviembre de 1999.
Pero el milagro (y la moraleja de la historia) es que la música venció a tanta fatalidad, o al menos Álvaro Urquijo así lo entiende y lo cuenta en ‘Siempre hay un precio’ (Ed. Espasa), una historia que empieza en un piso del barrio madrileño de Argüelles (calle de Rodríguez San Pedro, 5) con una familia de “Cuéntame” (sic) muy bien avenida gracias a su madre.
Pregunta: “Era un ángel”, recuerdas.
Respuesta: Mi madre era la alegría de la casa. Yo no la vi nunca llorando ni triste. Hasta que se murió mi hermano Enrique. Luego se apagó muchísimo.
P: Tu padre, un amante de la música.
R: Mi padre nos daba dinero solo para discos o libros. Gracias a eso empezamos a escuchar mucha música americana: los Eagles, los Byrds, Crosby, Stills & Nash, los Beatles, los Stones, Bob Dylan, y luego la ‘new wave’ con Elvis Costello, Blondie o Police. Escuchábamos música todo el rato. Y nos dio por montar el grupo. Eso a mi padre ya no le gustó tanto, que sus tres hijos se dedicaran a la música.
P: Fuisteis autodidactas. No sabíais ni el nombre de los acordes. Y los Beatles no eran tan fáciles, dices.
R: Yo me compré un libro de acordes de los Beatles y era una locura. Ni siquiera a día de hoy los sabría explicar técnicamente.
P: Pero algo quedaba. Cuando a Enrique se le ocurre ‘Déjame’, tú le aplicas cambios importantes.
R: Le sugerí a Enrique que metiera un acorde fuera de tono antes del puente, en el “no volveré”.
P: Tú tenías ese cerebro musical que a Enrique le faltaba. ¿Tendrías que haber reivindicado más ese papel?
R: En realidad el autor de la mayoría de las letras y las melodías era Enrique. Ni los acordes ni los arreglos contaban desde el punto de vista de la autoría. Otra cosa es que Enrique hubiera tenido la generosidad de incluirme como coautor en algunas canciones.
P: Pero cuentas que él muchas veces no sabía ni el acorde que estaba tocando.
R: Ya, pero para la SGAE solo contaba el autor de la letra y la melodía. Tú no puedes registrar un arreglo.
P: Eso, a la postre, significaba que no ganabas dinero por los derechos de autor y Enrique sí.
R: Pero yo me siento orgulloso de haberlo hecho así. Si nos hubiéramos peleado por eso el grupo igual se hubiera roto. Ante todo éramos hermanos.
P: Dos hermanos con personalidades muy distintas. Él, según dices, alternaba su creatividad y buen humor con momentos de “gran pesimismo y angustia vital”. Tú no dudaste en convertirte en su “escudero”, según tus propias palabras.
R: Asumí ese papel con mucho agrado. Tampoco a mí me apetecía dar la cara y estar en primer plano. Era una gozada rellenar las canciones de Enrique con mis guitarras. Y tenía el orgullo de que nadie iba a sonar como yo.
P: Cuando empieza La Movida madrileña, vosotros “ya teníais el culo pelado” de dar conciertos, explicas gráficamente.
R: Nosotros estábamos un poco fuera de La Movida. La crítica no nos consideraba transgresores: lo que molaba era ser punk a la española. Era más fácil para los periodistas hablar de algo histriónico o trasgresor (que alguien se pintara el pelo de verde o escupiera al público) que de un grupo de nuestro perfil.
P: Además, cada vez que os iban bien las cosas sufríais un revés importante (Los Secretos perdieron a dos de sus miembros, el cofundador ‘Canito’ y el batería Pedro Antonio Díaz, en sendos accidentes de tráfico en 1980 y 1984).
R: Fíjate que en 2017 le dije a mi mujer: nunca hemos tenido una temporada tan buena como ésta. Fueron años maravillosos: el máximo caché que habíamos tenido en nuestra vida. Y de repente llega el coronavirus.
P: Pero aun así los 20 años anteriores, desde la muerte de tu hermano en 1999, disfrutasteis de una estabilidad inaudita.
R: Sí. La obra de Enrique ha sido valorada después de su muerte. Es algo muy triste, pero es la verdad. En este tiempo yo me he encargado de potenciarlo: nunca he tenido ningún rubor en borrar mis canciones del repertorio y poner las de Enrique. No vivo de los derechos de autor ni de los ‘royalties’.
P: Otro momento malo fueron las inspecciones de Hacienda en 1982.
R: La llegada de Felipe González me ilusiono mucho pero una de las primeras cosas que hizo fue meter una inspección a todo el mundo de la cultura. Y claro, nosotros, inocentes criaturas, no guardábamos ni una factura. El poco dinero que nos pagaban en los conciertos lo gastábamos en mejorar el equipo, que era malísimo. En cada canción se nos desafinaba la guitarra. Esa inspección nos arruinó.
P: “Se acabaron Los Secretos”: confiesas que esta frase la dijisteis varias veces.
R: Muchas.
P: Pero salisteis adelante. Al final del libro explicas que perdurasteis porque vuestra filosofía fue siempre hacer lo que os diera la gana, no obsesionaros por “competir en primera división”.
R: Decidimos no estar tan pendientes de la industria, sino ser fieles a un criterio musical. Yo tenía claro que no me iba a poner unas hombreras y comprarme un teclado. Tuve esa conversación con Enrique varias veces. Además éramos una familia, y eso unía más que nada. Con la infancia maravillosa que tuvimos, nos pesaba el complejo de haber defraudado a nuestros padres con los problemas de mi hermano. Cada vez que pienso en cómo sufría o lloraba mi madre se me rompe el corazón. Pero tuvimos la inteligencia y la valentía de saber lo que queríamos y apostar por ello: nos apasionaba la música. No teníamos el sueño del éxito a toda costa, y de hecho huíamos de la fama.
P: Volviendo a los inicios. “Le dábamos la misma importancia a un porro, un tripi o una raya”, confiesas.
R: Teníamos una incultura absoluta sobre las drogas. Salimos del colegio para entrar en una gira interminable. Tuvimos muy mala suerte. Éramos muy jóvenes. En aquella época era muy raro ir al Rock-Ola o a El Penta y que alguien no te invitara a una raya.
P: Pero tú te desintoxicaste rápido.
R: Yo estaba indignado. Me di cuenta de la dependencia que me generaba. No sabía que causaba tanta adicción. Y me enfadé muchísimo. Pero salí. A mis hermanos Enrique y Javier les dije que estaban locos por seguir consumiendo. Me ayudó también que Enrique estuviera mal y yo fuera su escudero, su enfermero, el que salía cuando él estaba mal y había que dar la cara.
P: Otro apoyo fue tu mujer, Marta.
R: Sí, empezamos a salir en 1984. Yo ya me encontraba mejor. Nos enamoramos. Fue un paso de gigante: si quería conservar a la mujer que quería tenía que dejar atrás todo lo malo. Ella además fue muy tolerante porque tuve pequeñas recaídas. Y entendió el problema de Enrique y me ayudó muchísimo.
P: Salvador Laguna, el médico personal de Enrique, te dijo que si hoy le hubiera tratado su enfoque habría sido distinto, más centrado en su neurosis que en su drogadicción.
R: Salvador conoció a Enrique cuando ya tenía un problema grave de dependencia y pensó que el problema era ese. Ahora reconoce que seguramente mi hermano tuvo TDA de niño, y que al no tratarlo derivó en una especie de bipolaridad con un asomo de esquizofrenia en cuanto Enrique entraba en depresión. Cuando estaba mal le daba igual el mundo. Lo único que le salvaba era su hija, María.
P: Sobre la muerte de Enrique, aclaras una confusión. Recuerdas que la forense concluyó que fue una “sobredosis involuntaria de calmantes”
R: A mí tardaron dos meses y medio en darme el informe forense, pero la prensa ya hablaba de jeringuillas y de heroína el día siguiente de su muerte. Daban por sentado que había sido por drogas. ¿No le podía haber dado un infarto o una parada cardiorrespiratoria por muerte súbita? Además en el mismo narcopiso donde se drogó se había duchado. Es lo que hacía siempre después de consumir y tomarse los calmantes que le bajaban el efecto. Así podía volver a casa de forma presentable. Él llevaba mucho tiempo desenganchado, pero había un riesgo grave de recaída. Según nos contó su médica, cuando un drogodependiente está bien cree que se merece un premio, y ahí es cuando recae. Enrique tomó la misma cantidad de calmantes que solía tomar cuando consumía más y se pasó.
P: Tú confiesas que no eres una persona religiosa, y te reivindicas como hombre de ciencia, pero el último disco de Los Secretos se llama “Mi paraíso”.
R: El paraíso es la Tierra, pero no me convence lo que estoy viendo: las guerras comerciales, el ‘haterismo’, las adolescentes que se operan los pechos con 19 años… Y también la polarización política: en la Transición podías hablar sin problemas con un comunista y con otro de Fuerza Nueva sin matarte. Quiero salir de ahí, de ese paraíso, y buscar el de verdad.
P: ¿En lo que no te convence incluyes la música de ahora?
R: No quiero que me pase lo que a mi padre, que se metía conmigo porque escuchaba a los Clash, a los Who y le parecían puro ruido.
P: ¿Pero tú la entiendes?
R: No, pero como no la entiendo, la tengo que respetar. El público es soberano, y si hay algo que le gusta, tengo que respetarlo. Es su libertad. Cada uno tenemos nuestro universo: quién soy yo para decirle a millones de personas que consumen esa música por las redes o internet que están equivocados. Igual soy yo el que se equivoca.
Este 19 de noviembre ha salido a la venta el formato CD+DVD de 'Desde que no nos vemos', un disco homenaje por el vigésimo aniversario del fallecimiento de Enrique Urquijo. Un disco grabado en el homenaje que se celebró el CD+DVD deDesde que no nos vemos'17 de noviembre de 2019 en el Wizink Center