Es la voz que despierta a miles de aficionados a la música clásica todas las mañanas. Martín Llade (San Sebastián, 1976) obtuvo en 2016 el Premio Ondas al mejor presentador de radio hablada por el programa Sinfonía de la mañana Sinfonía de la mañanaque dirige en Radio Clásica de Radio Nacional de España.
A las ocho de la mañana, mientras en otras frecuencias se da cuenta de la prosaica actualidad, en la suya se habla de una música que, como dice él, “ya ha pasado por la criba” de los siglos, y nos hace interesarnos por otras disciplinas como la historia, la literatura o la pintura.
Martín Llade confiesa que tiene una obsesión casi devoradora por la música pero también por la literatura, y de hecho todas las mañanas miles de oyentes se enganchan a sus relatos sobre música y músicos. Justo ahora publica su novela más personal, Lo que nunca sabré de Teresa Lo que nunca sabré de Teresa(Ed. Almuzara), un homenaje a Teresa Ann Savoy, el mito erótico de los setenta que, de forma indirecta, le abrió las puertas de la música clásica con su aparición en la película Calígula.Calígula
Pregunta: Lo relatas como un momento de epifanía musical: era agosto de 1992.
Respuesta: Yo estaba intentando escuchar música clásica desde hacía tiempo. Un amigo incluso me había grabado un movimiento de la primera de Brahms, pero era una bestialidad acceder de esa manera a la clásica. Cuando estás empezando en la clásica tienes que ir paso a paso y e ir haciendo pequeños esfuerzos. La música clásica es la más perfecta y la que va a perdurar porque lleva todo al límite de la expresión. En Calígula descubrí la música de Prokófiev y Jachaturián y un mundo insólito que no podía compartir con casi nadie. La vocación por la música te conduce luego a la literatura, al cine, a las artes plásticas o a la historia. En la clásica está todo. Es la historia de la humanidad concentrada en unos pentagramas.
P: Y además de la música en Calígula descubriste otra de tus pasiones, la actriz Teresa Ann Savoy.
R: Había poca información sobre ella. Era un momento anterior a internet. Luego descubrí algunas películas suyas. Los directores serios Aquella fue una época de cambios decisivos, un cine necesario para romper tabúes. Calígula fue un punto de partida para muchas cosas.
P: ¿Qué viste en Teresa Ann Savoy?
R: Hay personas de varios países que me han comentado que también estaban muy interesados en ella desde hace tiempo, como yo. Somos pocos pero nos apasiona. Probablemente tenga elementos de un magnetismo que mejor canalizado (no en el cine erótico o del destape) habría llegado a más gente. De no haber sido tan modesta, sin descreer en sus posibilidades y belleza, habría llegado más lejos. No tenía el talante de los actores, que son gente ambiciosa.
P: Te pasó con ella lo que denominas el principio de exhaustividad: cuando algo te obsesiona lo investigas a fondo.
R: La exhaustividad es algo que tenemos lo que somos melómanos. Para sumergirte en la clásica, con tantos autores a lo largo de tantos años, hay que sentirla con ganas y militancia. Te preguntas por qué se utilizan determinados instrumentos o temas, por qué existen esas diferencias entre países y músicas religiosas, etc. Yo soy una persona obsesiva, lo reconozco. Y si eso no se domina se convierte en un defecto. En mi caso aparte de la comida –como buen vasco que soy- le di a la literatura y a la música clásica. Si me gusta un compositor tengo que escuchar todo de él.
P: De ahí quizá el éxito de tus relatos en Sinfonía de la Mañana, en Radio Clásica.
R: A mí siempre me ha interesado qué siente el artista cuando crea una obra de arte. Si nosotros nos emocionamos con una obra de arte, ¿estamos acercándonos a lo que siente ese artista, estamos siendo Beethoven cuando nos dejamos arrebatar por el crescendo final de la Quinta Sinfonía? Sería bonito que fuera así. Lo bueno de la obra de arte es que puede ser interpretada de diferentes maneras por gentes de épocas y sensibilidades distintas. Lo que hace que la gente se emocione con el arte es pensar que has encontrado un alma gemela, que quien ha hecho eso podría entender tu psique. Siempre pensamos que algo está hecho para nosotros. Es algo narcisista, pero común a todas las culturas. Y sin embargo no es cierto. El artista hace la obra primero para sí mismo y luego para los demás. Pero pensar que esa obra explica nuestra forma de ser nos ayuda a situarnos en el mundo. Necesitamos el arte no solo como mero entretenimiento. La realidad es una constante búsqueda de la identidad. La gente busca cosas en las que sentirse reflejada. Los que amamos a Beethoven somos parte de una forma de ver la vida. El arte tiene una pátina identificadora.
P: ¿Escritor o locutor? ¿Cómo te defines?
R: No voy a engañar a nadie. Principalmente soy locutor, pero mi sueño secreto es ser escritor. Con todo, la radio me está dando muchas satisfacciones. Es algo que no tiene precio: todos los días tengo miles de lectores que me leen/escuchan, que me escriben y me dan las gracias por descubrirles nuevas historias y compositores. Una cosa alimenta la obra: escribir estos relatos todos los días me ha dado mucha fluidez como escritor. Mi objetivo es llegar a un lenguaje más asequible y depurado. En estos momentos tengo el mejor trabajo del mundo. Además, la vida de escritor me parece muy dura.
P: Tu programa es casi un contrapunto al ruido mediático de la actualidad. Un refugio.
R: Para mí es un motivo de orgullo, pero preferiría que la realidad fuera menos bronca, que no tuviera que haber estos refugios. Es una época espantosa, no sólo por el coronavirus, sino porque todo se ha desestabilizando. No hay referencias ya. Todas las que teníamos hace diez años se han tambaleado y no parece que vayan a levantarse. Parecía como si viviéramos en un mundo de ensueño que nunca se derrumbaría. Igual es hora de apuntalarlo. Parece que no acabamos de asimilar la era global basada en las nuevas tecnologías: los linchamientos mediáticos, la polarización de las ideas políticas, los 3.000 amigos en Facebook aunque se esté solo.
P: Quizá la música clásica sea un ancla, esa referencia que nos falta.
R: Tiene la seguridad de lo clásico. La música de nuevo cuño no ha sufrido la criba del tiempo. Nosotros ya tenemos la criba hecha. A los oyentes les hablo de cosas que a mí me gustan, para que sean más felices, para recrearnos en la belleza. No estoy muy de acuerdo en que la belleza que sea un criterio subjetivo. Hay niños de dos años que se emocionan con Mozart o Chaikovski.
P: ¿Los adolescentes y jóvenes son un caso perdido para la clásica?
R: No lo sé. Es muy difícil sacar de sus contextos culturales a la gente inmersa en ellos. Pero oye, igual escuchan la banda sonora de una película y luego se animan con la clásica. A veces te llevas la sorpresa con nuevos oyentes.
P: Una forma de conocer a alguien es conocer sus gustos musicales. Tú lo haces en tu programa con entrevistas a escritores y otros artistas.
R: Al final uno siempre entrevista a personas que quiere conocer, y una entrevista es una excusa estupenda. Yo por lo general entrevisto a quienes me apasiona lo que hacen. Los escritores tienen un don y te convierten una novela sus propias experiencias. Eso sí, hay algunos que no han accedido a la entrevista porque dicen que no entienden de música. Es un fenómeno extraño. Pero también hay gente que no le gusta las películas. Es extraño pero comprensible.
P ¿Qué es mejor, escribir sobre música o escuchar música?
R: Escuchar música claramente. No tiene precio. Es asir lo inasible. ¿Dónde está la música, en el aire? De repente el tiempo se para: te metes en la cabeza y el corazón de quien ha compuesto esto.
P: ¿Mientras escuchas música haces otra cosa? ¿O necesitas estar totalmente concentrado?
R: No. Escucho música todas las horas del día. Incluso había una época que lo hacía cuando estaba dormido. Chopin o Fauré son muy buenos para dormir. También Mompou. Es maravilloso para entrar en trance. Dormirse con música no es insultarla, sino incorporarla a tu sueño.
P: Y muchos se dormirán con Ludovico Einaudi. Ya es famoso el programa donde criticabas su minimalismo.
R: A ver: ni es ni tan malo ni es tan bueno. Cuando su música era a piano solo me parecía empalagosa y aburrida. Pero me empezó a gustar más a partir de 2013, cuando introdujo más cuerda en un disco llamado In a Time Lapse. Es un minimalismo que tiene raíces en Satie y en Glass, pero muy diluido para ser más accesible. Está causando furor entre muchos estudiantes de piano. Yo le daría a esa música un 6. La pregunta es: ¿la gente que escucha Einaudi puede pasar a otros compositores de más enjundia? No suelen hacerlo. Pero es mejor escuchar eso que reguetón. Su repetición de estructuras me parece buena para concentrarse o escribir.
P: Hay alguien que te pone la piel de gallina: Puccini.
R: Probablemente soy un sensiblero, pero es mi compositor favorito. Mozart, Bach y Beethoven son los más grandes sin duda, pero Puccini me toca una tecla que no tocan otros. La ópera no era mi género favorito hasta que escuché a Puccini. Es conmovedor como pocos: melodías magistrales, de gran hondura, esa asimilación del lenguaje impresionista, de la modernidad, con una paleta de colores de una orquestación exquisita y esa combinación de lo trágico y de lo cómico.
P: De la ópera a la denostada zarzuela.
R: Tenemos un prejuicio con la zarzuela porque lo que escuchamos en nuestro idioma nos parece más cursi que si las cursilerías dichas en italiano o en francés. Siempre vemos mal lo nuestro y bien lo de los demás. Luego los argumentos de la zarzuela son más amables, menos trágicos y las grabaciones antiguas no eran de tanta calidad como las de la clásica. No había grandes orquestas ni buenos sistemas de grabación. Junto a ello, la zarzuela tenía una fama injusta de franquista. Eso lo dice gente que no tiene ni idea. La zarzuela existe desde la época de Calderón de la Barca. Luego fue modernizada por Barbieri desde mediados del XIX.
P: En RTVE hay una oleada de jubilaciones de grandes profesionales. De alguna manera eres heredero de alguna de esas voces veteranas.
R: Cada locutor es hijo de su generación. Ellos son un listón insuperable. Solo el tiempo dirá si hemos constituido un relevo digno. Ellos hicieron su labor en un panorama mejor que este, con una RTVE con más medios y personal. Si un país se desprende de su cultura o le da la espalda para abaratar costes el precio que pagará por ello será mucho más grande de lo que se vaya a ahorrarse.