Charlar con Jordi Soler es reivindicar el aquí y el ahora, defender la mirada activa, el diálogo, evocar lecturas, discos, películas, poemas e historias.
El escritor mexicano es autor de dos libros de poesía, trece novelas, traducidas a varias lenguas, y dos libros de ensayo: Ensayos Bárbaros (2015) y Mapa secreto del bosque (2019). Vive en Barcelona, la ciudad que abandonó su familia después de la Guerra Civil, y es caballero de la irlandesa Orden del Finnegans.
Publica ahora La orilla celeste del agua (Siruela), un valiente alegato contra un devastador modus vivendi anclado en exceso en las nuevas tecnologías y en la hipervelocidad del siglo XXI.
Pregunta: Este ensayo es una lúcida reivindicación de la realidad que está fuera de los mapas.
Respuesta: No es un libro de esoterismo o de ciencias ocultas. Hablo de la realidad que no vemos pero está ahí. La hemos dejado de ver porque estamos permanentemente distraídos por las pantallas. Antes las pantallas eran la realidad virtual, ahora son la realidad real. Para creer una información que te están dando todos acudimos a la pantalla. Hemos perdido la confianza en el mundo tridimensional, que es lo que somos nosotros. Vemos el mundo en dos dimensiones, las de las pantallas. Y es una pena moverse en una dimensión menos. Estamos enchufados de forma permanente a una información que nos distrae. A veces me pregunto: ¿de qué nos quieren distraer?
P: La prisa. La defines como una conducta irracional.
R: Es otro de los elementos que nos impiden ver la realidad que está fuera de los mapas. Cuando sales a la calle, no vas atendiendo al entorno sino al escándalo del entorno. Una de las propuestas del libro es atender a ese paseo de todos los días, fijarte en los elementos en los que nunca reparas. Por ejemplo los árboles: ni siquiera nos damos cuenta de si hay árboles o no. La gente que ignora cómo se llaman los árboles o los pájaros de su entorno está ignorando lo que sucede a su alrededor.
P: “Más que vivir la vida, el ciudadano del siglo XXI vive una antología de la vida”, afirmas.
R: La pantalla nos invita a seguir medios y redes sociales afines, solo los que tienen que ver con uno mismo. Vamos creando una burbuja que se convierte en la única realidad que vemos. Esto es un problema. La polarización de casi todo Occidente tiene que ver con esas burbujas. En las pantallas cada uno tiene su antología del mundo. Internet no es un reflejo de la realidad, sino de tu propia realidad, la que tú te has construido. Es una perversidad: nadie te ha puesto ahí, tú solo te has metido en esa burbuja de la que ahora no puedes salir.
P: Propones el destierro para salir de la rueda del mainstream.mainstream
R: Hay que emboscarse, irse al bosque como hacían los caballeros medievales. Cuando los caballeros del Rey Arturo tenían que reflexionar sobre algún tema se metían a caballo en el bosque durante una hora o tres meses, según el tiempo que les llevara alcanzar una conclusión. Los más románticos soltaban las riendas del caballo, porque estaban confiados en que los iba a llevar a un lugar del bosque donde todo se iba a aclarar.
P: André Breton tenía su particular bosque de los hallazgos.
R: Breton se desplazaba por París como si estuviera paseando por un bosque. En alguno de sus textos notas que va identificando la ciudad como si fuera un espacio con la misma masa arbórea de un bosque. Iba recolectando cosas, coleccionando objetos a los que daba un valor personal o específico: una piedra, un tubo o un bolígrafo. Con eso hacía un museo de objetos que le recordaba el hallazgo de ese día. También hablaba del hallazgo máximo, que era el del amor: encontrar a la persona definitiva, que era la suma de todos los amores que había tenido en su vida. Él pensaba que esto era posible. Yo también. La propuesta es que hay que salir de casa predispuestos al hallazgo. Los surrealistas hablaban de la maravilla oculta en la cotidianidad.
P: A la vez el espacio sagrado está dentro de uno mismo.
R: Los indios navajos podían fundar su espacio sagrado en cualquier sitio. A mí esto me hace pensar que no era una mitología portátil, sino mitología interior. A veces basta con cerrar los ojos para ubicarte en ese espacio sagrado.
P: Cada uno tiene que tallar su propia máscara, sentenciaba Marco Aurelio.
R: Yo critico ese refrán tan nuestro, “genio y figura hasta la sepultura”. Es un reflejo flagrante de la pereza tradicional de los hispanos: tal como has nacido te quedas. Marco Aurelio y toda la sabiduría antigua destacan la capacidad de las personas para cambiar y ser mejores. Los dos grandes vectores de la filosofía griega son “conócete a ti mismo” y “nada en demasía”. Son los dos grandes mensajes del Oráculo de Delfos. De ahí parte toda la filosofía. Es importante ir siendo mejor a lo largo de tu vida.
P: Para conocerse a uno mismo Foucault se sirve de dos tecnologías del yo.dos tecnologías del yo
R: La primera tecnología del yo tecnología del yoes diálogo. En el fondo no es más que el método socrático. La segunda es escribirse a uno mismo. Parece que Foucault quería sustituir el diván por el papel, algo que hacemos los escritores todo el tiempo, muchas veces de manera involuntaria. El objetivo siempre es el hallazgo de uno mismo.
P: La pareja. Su sentido más profundo, afirmas, es “comprender a través de ella esa parte del mundo que nos está vedada”.
R: La única oportunidad que tenemos los hombres de reengancharnos al cosmos es cuando abrazamos a nuestra pareja. Cuando nos deja una mujer es como si el cosmos nos hubiera abandonado. Ya no hay nada que nos asista. Dicho esto, hay que ponerse a trabajar en la búsqueda de la persona definitiva, como André Breton. El misterio es por qué de todas las personas que convivo solo me enamoro de una persona. Está la idea de que uno se enamora de las afinidades con uno mismo. De hecho el algoritmo de Tinder funciona así. Yo estoy convencido de que el amor que más engancha es el que está fundamentado en las diferencias. Octavio Paz hablaba del opuesto complementario. No hay que buscar la media naranja, sino la horma de tu zapato.
P: La música. “No hay ningún arte que sacuda de tal manera nuestras estructuras sentimentales”.
R: La verdadera máquina del tiempo es la música porque es capaz de trasladarte con dos acordes a un momento específico de tu vida. Sientes entonces exactamente lo que sentiste en aquella ocasión. Te conecta con esa época donde te pasó algo. Te llega con una intensidad imposible de alcanzar otro medio. Ni la literatura, ni el cine, ni la pintura ni la escultura llegan tan hondo como la música. Es un arte que yo frecuento todos los días. Estoy todo el día oyendo música. Es como el primer trago de cerveza. Te parece tan fantástico y luego te tomas otras cuatro cervezas intentando recuperar ese primer trago.
P: Cómo escuchar música: “sentado en una silla o echado en un sillón, sin hacer nada más”, opinas.
R: Nunca salgo a caminar escuchando música, porque me pierdo las dos cosas, el paseo y la música. Si me concentro mucho en la música me da miedo partirme la cabeza contra un árbol. A mí lo que me gusta de la música es sumergirme en ella. A mis hijos, que oyen hits, no les ocurre. Como han escuchado 150 veces la misma canción ya no tienen que prestarla atención.
P: Ortega y Gasset hablaba de la vita minima vita minimade algunas personas: se obsesionan con vivir muchos años, pero el peaje es vivir menos. ´
R: Es como poner el aparato en bajo consumo para que dure mucho la batería. La vida hoy es así. Todo te invita a llevar una vida saludable, a no consumir cosas tóxicas, a ser comedidos, a no gritar. Hay una serie de penalizaciones sociales para la gente que no observa este nuevo canon. Ortega me invita a elegir entre la vida y la vita minima. vita minima.Séneca decía que la vida es larga en función de lo que haces con ella, no de los años que dura. De qué sirve una vida de 120 años si has estado en bajo consumo desde los 14.