Marina Ruiz (Madrid, 2001) se define como superviviente. Es el calificativo que reciben las personas que han estado al borde del suicidio y han superado la depresión. A sus 21 años, ha escrito Descosida (Ediciones De la Torre, 131 págs), un poemario en el que se abre en canal para mostrar el torbellino de emociones por el que pasó hasta sentirse sanada.
Inseguridades de adolescente, la tentación de la adicción al juego, las relaciones sentimentales trufadas de machismo y toxicidad… todo un cóctel que para muchos puede parecer la tormenta perfecta pero que demuestra la sociedad en la que nos estamos desenvolviendo y los peligros que nos acechan a diario.
Pregunta: ¿Tus poemas han sido la mejor medicina para curar las heridas internas?
Respuesta: Sí, los poemas han sido de gran ayuda. Me han servido para exteriorizar cada sentimiento que amenazaba con matarme desde dentro. Pero sin duda, no son la principal medicina para mi alma. Mi familia y mis amigos han ejercido gran parte de la ayuda que necesitaba en ese entonces y en la actualidad, porque a veces las enfermedades nos acompañan durante casi toda la vida. Como cada persona que tiene dificultades o enfermedades, ya sean físicas o mentales, el entorno es de vital importancia para nuestra recuperación.
P: Que se hable ahora en los medios de salud mental y suicidio, ¿supone una presión añadida para alguien que se encuentra en estado de depresión o ansiedad o es un alivio?
R: Debería ser un alivio. Pero en algunos casos a veces el hablar de este tema puede ejercer presión en el enfermo. En mi caso, cuando estaba internada o atravesaba una depresión, era incapaz de escuchar hablar sobre mi enfermedad o sobre el suicidio, un asunto que me ha perseguido durante los últimos años. Me hacía ser consciente de todo el dolor que guardo dentro. A pesar de ello, considero que es de vital importancia hablar de estos temas. La verdad es que estos asuntos están muy estigmatizados a día de hoy y es muy necesario dar voz a todo el sufrimiento que tenemos los supervivientes. Para exponer un hecho, un 20% de la población en España ha tenido algún tipo de enfermedad mental. Por eso siento que es de vital importancia hablar sobre ello.
P: En tus poemas describes situaciones cotidianas como la adicción al juego, una relación tóxica o un hogar en proceso de ruptura que en tu caso contribuyeron a agravar la situación, ¿crees que somos una sociedad demasiado hostil?
R: Sinceramente y aunque me duele decirlo, pienso que la sociedad se está haciendo cada vez más hostil. Me encuentro desilusionada sobre lo que nos estamos convirtiendo como sociedad. Cada vez prestamos menos atención a quienes nos rodean, con quien convivimos. La mayor parte del tiempo nos preocupamos por nosotros mismos y olvidamos que formamos parte de un conjunto. Con esto no quiero decir que no sea importante velar por uno mismo, pero también hay que prestar atención al daño que hacen nuestras acciones y nuestras palabras.
P: Hablas de las autolesiones como una vía de escape, ¿qué lleva a una persona a pensar que la solución pasa por infringirse dolor?
R: Ante todo, tengo que decir que estoy totalmente en contra de las autolesiones. Las autolesiones en sí mismo suponen un peligro para la salud física y mental de una persona. Si voy a contestar a la pregunta tiene que ser con total honestidad: puedo entender aunque no apoyarlo como una persona llega hasta el punto de querer hacerse daño. Me has preguntado cómo una persona puede llegar a pensar que hacerse daño es la solución. Y la respuesta es muy sencilla: a veces el dolor físico nos desvía del dolor mental. ¿Qué quiere decir esto? Cuando una persona está en el punto de que no puede más con la vida, el dolor mental es demasiado, la autolesión le supone una distracción, un alivio temporal. Pero como bien he dicho, es temporal. Al final del día el sufrimiento va a seguir ahí. Y al día siguiente necesitarás más dolor físico como alivio. Al final, la autolesión es como una droga de la que es difícil desengancharte. Por eso recomiendo encarecidamente, como persona que se ha auto infringido daño físico, que nunca llevéis a cabo tales acciones contra vosotros mismos.
P: En tus poemas hay bastante denuncia del machismo y de la presión extra que sufren las mujeres. Cuando se habla de la desigualdad entre hombre y mujeres, además de una cuestión de justicia, ¿también es una cuestión de salud mental?
R: Sí, el machismo y la desigualdad que hay en nuestra sociedad ejerce una presión añadida en la salud mental de las mujeres. Para poder explicarme mejor, recurro a un ejemplo: en muchas familias se espera que la mujer realice las tareas domésticas, o que cuide de los hijos, aunque tenga un trabajo que consuma la mayor parte del tiempo de un día. En los casos en los que la mujer es ama de casa, hay una presión para que realice las tareas domésticas y el cuidado de los hijos a la perfección. Ya ni hablar de cuando las mujeres sufren maltrato. Muchas veces creen que no pueden decirlo en voz alta por miedo a represiones. En todos estos casos, la salud mental de la mujer se tambalea y es más "frágil".
P: Describes un primer amor muy tóxico, ¿está creciendo el machismo y las relaciones viciadas entre la juventud?
R: Hay que dejar claro una cosa: el machismo se aprende durante nuestra infancia y se emplea durante la adolescencia y vida adulta. Por este mismo motivo, muchas veces somos incapaces de distinguir una relación tóxica de una relación sana. Y lo malo es que nos estamos acostumbrando a ello. Pero eso no es lo peor. Lo peor es quién influye sobre estos jóvenes y niños. La sociedad cada vez es más machista; podemos ver los actuales grupos políticos que se han introducido en nuestra vida como si nada. De estos adultos aprenden los jóvenes y copian sus mismas actitudes, sean machistas o no.
P: Hablas mucho de secretos y dolores ocultos que no se perciben por los que conviven con nosotros, como si las máscaras fueran lo más habitual, ¿la falta de comunicación es uno de nuestros grandes males como sociedad?
R: Efectivamente, la falta de comunicación es uno de los principales males de la sociedad. Yo misma he pecado en este mal. En muchas ocasiones damos por sentadas las relaciones, ya sean de amistad, familiares o románticas, y se nos olvida que la comunicación es uno de los pilares básicos. Además, estamos acostumbrados a usar máscaras que crean una falsa ilusión sobre cómo nos perciben los demás. En mi casa, donde se suponía que debía estar más segura, fue donde más dolor sufrí y todo eso se debe a la falta de comunicación entre mi familia y yo. Al final, un error minúsculo suponía un sufrimiento infinito. Y, por lo tanto, con la falta de comunicación venía el desgaste y rotura de las relaciones. Por eso mismo es muy importante hablar y entenderse. Cuando dos personas de una relación, independientemente de cuál, se comunican tendrán una relación sana, confortable y segura. Ese es el objetivo final de la comunicación.