No son pocas las ocasiones en las que hemos podido escuchar o leer que, más allá de las costumbres de cada persona, comer y cenar tarde no le viene bien a nuestro organismo. El principal argumento es que llevar unos horarios demasiado descompensados puede afectar a los ritmos circadianos de cada persona.
Según el National Institute of General Medical Sciences de Estados Unidos, “los ritmos circadianos son cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo de 24 horas. Estos procesos naturales responden, principalmente, a la luz y la oscuridad, y afectan a la mayoría de seres vivos, incluidos los animales, las plantas y los microbios.Un ejemplo de ritmo circadiano relacionado con la luz es dormir en la noche y estar despierto en el día”.
Así pues, si tendemos a retrasar las horas de ingesta de alimentos podríamos afectar a esos ritmos, dando como resultado una peor calidad del sueño y una descompensación que puede afectar a la salud intestinal.
Para demostrar el hecho de que comer tarde afecta a la salud intestinal y a otras partes de nuestro cuerpo, se han llevado a cabo diversos estudios. Uno de ellos apareció en la revista The American Journal of Clinical Nutrition y lo utilizó la Fundación Iberoamericana de Nutrición (FINUT) para su publicación “Comer tarde se asocia con el riesgo cardiometabólico, comportamientos obesogénicos y una menor pérdida de peso”.
En ella se expone que “el retraso en el momento de la comida está asociado con obesidad, hiperglucemia, dislipidemia y alteraciones de la insulina”, a lo que se añade el hecho de encontrar “concentraciones de triglicéridos más altas y una sensibilidad menor a la insulina”.
El estudio asocia la comida tardía a una menor eficacia a la hora de perder peso. Tanto es así que FINUT explica que “el resultado apoya la idea de que adelantar la hora de la ingesta de la comida, podría servir como una estrategia novedosa para perder peso”.
Más allá de los efectos nocivos para el cuerpo que tiene cenar demasiado tarde, es decir, sin que transcurran al menos dos horas hasta que nos vayamos a dormir–, también los hay cuando retrasamos demasiado la comida que realizamos a mitad de la jornada.
Esta circunstancia se demostró en un estudio de la Universidad de Murcia realizado en el año 2018 en colaboración con la Universidad de Harvard (Estados Unidos) y el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Teniendo en cuenta las costumbres españolas, en él se exponía que lo ideal era comer entre las 13:30 y las 14:00. Y en su día Marta Garaulet, investigadora experta en cronobiología, explicaba “por qué comer tarde en la comida principal, en la del mediodía, que supone un 45 % de la energía del día, es una entrada masiva de energía y la bacteria se adapta. Y esa adaptación cuando es muy tarde puede asociarse con problemas metabólicos”.
Así pues, retrasar la comida hasta más allá de las 15:00 horas resulta menos saludable para cualquier persona, poniendo en riesgo la salud de su intestino.