La alfombrilla antideslizante que tenemos en la ducha para no resbalarnos y pegarnos un buen susto es, al igual que el inodoro, uno de los elementos más sucios del baño. Por ello, su limpieza es fundamental para disfrutar de un espacio libre de gérmenes y de bacterias.
El agua, los jabones líquidos y los productos que utilizamos y la escasa ventilación provocan la rápida aparición de moho. En poco tiempo, nuestra alfombra se pone vieja y es necesario cambiarla sin apenas haberla usado. Para evitarlo, es importante adquirir ciertos hábitos como limpiarla tras cada uso y dejarla secar por completo.
A pesar de la rutina diaria de limpieza y secado de la alfombrilla, al final aparecen las temidas manchas negras. Con idea de que no sea así, podemos seguir una serie de pautas sencillas que indicamos a continuación:
Si en vez de alfombrilla de goma utilizas solo una alfombrilla textil para los pies, recuerda cambiarla al menos todas las semanas y dejar que se seque por completo después de cada uso. Lo ideal es sustituirla por otra limpia aproximadamente cada tres días.
Si no limpiamos la alfombrilla de forma adecuada, según apunta Business Insider, la aparición de moho puede contribuir a causar alergias, asma y otros problemas respiratorios. También estaremos más propensos a la aparición de hongos.