El volcán de La Palma ha emitido en dos meses tanto dióxido de azufre como toda la Unión Europea en un año. Este es uno de los parámetros que más vigilan los técnicos para garantizar la seguridad de los palmeros. Y es que el dióxido de azufre es un gas tóxico e irritante que puede causar problemas respiratorios importantes.
El dióxido de azufre es un gas incoloro, irritante, con un olor penetrante que se comienza a percibir con 0,3 a 1,4 ppm y es perfectamente distinguible a partir de 3 ppm -partes por millón-.
Su densidad es el doble que la del aire. No es un gas inflamable, ni explosivo y tiene mucha estabilidad, aunque muy soluble en agua y en contacto con ella se convierte en ácido sulfúrico.
Está formado por un átomo de azufre y dos de oxígeno. Durante su proceso de oxidación en la atmósfera, este gas forma sulfatos. Estos sulfatos forman parte del material particulado PM10. En presencia de humedad el dióxido de azufre forma ácidos en forma de aerosoles y se produce una parte importante del material particulado secundario o fino (PM2.5).
El SO2 es el responsable de la lluvia ácida, ya que en la atmósfera es transformado en ácido sulfúrico.
Es liberado en muchos procesos de combustión ya que los combustibles como el carbón, el petróleo, el diésel o el gas natural contienen ciertas cantidades de compuestos azufrados. En la naturaleza se encuentra sobre todo en las proximidades de los volcanes y las erupciones pueden liberar cantidades importantes.
El dióxido de azufre se utiliza para fines muy diversos, por ejemplo, como frigorígeno en la industria del frío, como desinfectante y blanqueador y para la conservación de sustancias alimenticias. Aparece como conservante y antioxidante (E220) generalmente de zumos, frutos secos, mermeladas, o vino.
También se produce este gas tóxico en los procesos metalúrgicos porque se emplean frecuentemente en los metales en forma de sulfuros. De hecho, el dióxido de azufre es uno de los compuestos más importantes de la industria química.
Tanto la exposición a sulfatos como a los ácidos derivados del SO2, comportan graves riesgos para la salud ya que éstos pasan directamente al sistema circulatorio humano a través de las vías respiratorias.
El dióxido de azufre (SO2) también se ha asociado a problemas de asma y bronquitis crónica, aumentando la morbilidad y mortalidad en personas mayores y niños. Los asmáticos y las personas con enfermedades pulmonares obstructivas crónicas (EPOC) y con problemas cardíacos son los más sensibles a los efectos del SO2.