En los últimos años, varios cráteres han aparecido de manea misteriosa en la tundra de Siberia. Son masivos y extremadamente profundos, y se cree que su origen está ligado al cambio climático. El último fue descubierto en 2020 en el centro de la península de Yamal, y ha sido investigado por un grupo de científicos que acaba de publicar sus hallazgos en la revista Geosciences. Esto es lo que han averiguado.
El primer agujero apareció en Siberia en 2013 en la región de Yamal. Se investigó por tierra y aire y la conclusión fue que no podía tratarse de un meteorito –aunque el mismo año una roca espacial causó destrozos en la ciudad rusa de Chelyabinsk–, sino de una explosión subterránea. La tundra siberiana es rica en petróleo y gas natural, por tanto el derretimiento de lo que antes era permafrost pudo haber provocado una liberación de metano, que habría quedado atrapado en el suelo y después habría colapsado en forma de explosión.
Desde entonces, se han documentado 17 cráteres. El último fue detectado en Gyda, también en Yamalia, y por su excepcional conservación ha supuesto una oportunidad única para el estudio. Científicos de la Universidad de Moscú lo han bautizado C17 y han querido comprobar usando la tecnología si esta vinculación de los cráteres al aumento de las temperaturas era acertada.
Para ello, han utilizado drones que han mapeado por primera vez el interior de un agujero en 3D. “A lo largo de los años, hemos ganado mucha experiencia con drones de vigilancia, sin embargo, este reconocimiento aéreo subterráneo del cráter C17 fue la tarea más difícil que jamás había enfrentado, tener que acostarme en el borde de un cráter profundo de 10 pisos y colgar de mis brazos para controlar el dron”, ha dicho Igor Bogoyavlensky, geólogo del Instituto de Investigación de Petróleo y Gas de la Academia de Ciencias de Rusia, en un comunicado.
El agujero, han concretado, se formó en el período del 15 de mayo al 9 de junio de 2020. Tiene 30 metros de profundidad y se encuentra cerca de otros tres ‘cráteres explosivos’, como los llaman.
Las nuevas comprobaciones, las más avanzadas que se han podido hacer hasta ahora de estos cráteres misteriosos, refuerzan la teoría ‘explosiva’. A medida que el Ártico se calienta en los meses de verano, gases –principalmente el metano– se acumulan bajo la capa superior del permafrost (la capa de suelo congelada desde hace cientos de miles de años). Con el tiempo, la presión que ejerce el gas produce un colapso, y se produce una explosión de materiales (eyección) que forman un tremendo surco en el suelo.
Lo que ocurre después es que, o bien van aumentando de tamaño con el tiempo por el calor y el colapso de las rocas, o se forma un lago en su interior. Por este motivo es tan relevante que sea investigado lo más cerca posible del momento de su formación.
Se han observado fragmentos de material expulsado a una distancia de 220 metros. Según el modelo 3D, el cráter tiene un diámetro de alrededor de 25 metros y el volumen total del espacio subterráneo se estima en 9.910 metros cúbicos, incluidos unos 7.500 metros cúbicos de hielo.
Los investigadores planean volver a visitar el cráter C17 a finales de este año para buscar nuevas pistas sobre el origen del gas y el mecanismo por el que se acumula.